Las Entrevistas de El Gráfico

Alberto Acosta, en primera persona

La vida después del fútbol, sus inicios en la actividad, las cuatro etapas que vivió en San Lorenzo, recuerdos, anécdotas y mucho más en un mano a mano imperdible con el Beto.

Por Redacción EG ·

04 de octubre de 2010
Nota publicada en la edición septiembre 2010 de la revista El Gráfico.

Imagen HOY mirando atrás y al recordar... tiempos de gloria, días difíciles. Alberto Federico Acosta, delantero de pura cepa.
HOY mirando atrás y al recordar... tiempos de gloria, días difíciles. Alberto Federico Acosta, delantero de pura cepa.
ACOSTUMBRARSE. Cuando dejé el fútbol estuve dos o tres años fuera del medio, un tiempo que utilicé para estar junto a mis tres hijos, que habían crecido sin que yo pudiera disfrutar esa etapa, y mi señora. Fue muy lindo compartir días enteros con la familia. Otra cosa agradable fue poder viajar a Arocena a ver a mis viejos y a los amigos que todavía tengo allá. A veces me ponía a pensar por qué había dejado de jugar, calculaba que tal vez podía haber seguido un par de años más, como hizo Calderón ahora. Pero en realidad fueron momentos de reflexión, porque siempre consideré, y por eso tomé la decisión sin dudar, que era mejor retirarse a tiempo, dejar el fútbol antes que el fútbol me dejara a mí.

VOLVER un rato y ser feliz. Después, llegó el tiempo de Fénix, club al que llegué para dar una mano en el proyecto del gerenciador César Mansilla, un amigo, y ocuparme de la parte deportiva de los más chicos y apoyarlos en todo. Quería que mi nombre sirviera de respaldo para un emprendimiento muy serio que fue positivo para la institución. Además, también jugué en la Primera División, hice algunos goles y hasta pudimos haber sido campeones. Otra cosa que me llenó de alegría fue haber jugado con mi hijo, Mickael, que ahora tiene 20 años. Estar juntos en una cancha fue lo máximo. Pero todo tiene un final y cuando César decidió dar un paso al costado y alejarse del club, yo también me fui. El que sigue jugando es el pibe, en un campeonato duro como el de la Primera C.

DAR una mano gratifica. Otra cosa buena que me pasó en esa etapa de Fénix fue haber facilitado el regreso al fútbol de competencia del Pelado Almeyda. Lo habíamos charlado en Pinamar mientras veraneábamos y por suerte lo convencí. Jugó varios partidos en el club y lo hizo muy bien. Yo creo que ese paso lo terminó de decidir por el regreso grande y hoy, por su actualidad en River, está claro que no se equivocó y a mí me da placer verlo, porque Matías es un gran jugador y también una gran persona, que siempre demuestra su agradecimiento con toda humildad. Para mí fue un placer haber propiciado su vuelta a las canchas.

CUESTIONES de edad. Yo creo que la edad de permanencia en Primera de muchos jugadores se incrementó porque cambió la pirámide del fútbol en la Argentina. Hoy, a un chico que apenas asoma y hace tres o cuatro goles, enseguida ya piensan en venderlo; y si la oferta cumple con las necesidades de caja, lo transfieren. Por eso se aguanta más a los mayores, ocurre que la necesidad de vender es imperiosa y de ahí que no haya tiempo de formación en los equipos; eso determina que el promedio de edad aumente, porque los más veteranos, si están bien físicamente, tiran sin problemas, bancan el recambio y se retiran mucho más grandes.

UNA DUDA técnica. Es difícil mantenerse fuera del fútbol para alguien que estuvo ligado a la pelota desde la niñez. Pero tampoco es tan sencillo integrarse. Yo, igual que muchos de los jugadores que se retiran, tengo algunas actividades que no están vinculadas, como la de operaciones inmobiliarias. También podría ser técnico, pero no me decido; hice el curso que dura dos años, en una escuela de Pilar, pero no se me da por terminarlo, me cuesta. El problema está en el manejo del grupo. Por personalidad sería entrenador, pero en la Argentina sobre todo, es difícil hacer proyectos a largo plazo. Además, en cuanto a la relación con los jugadores, la cosa no es fácil, muchas veces se confunden los roles y hay ocasiones en que los ex jugadores puestos a técnicos pretenden ordenar cosas que cuando jugaban no admitían y hay jugadores que pretenden saber más que los técnicos. Muchos me dicen que veo bien el fútbol, pero insisto que la cuestión es en la conducción de los grupos humanos y también en la diferencia generacional. Si hubiera querido ya habría trabajado: siempre me llaman de Chile, de la Católica especialmente, y también de Portugal por mi paso por el Sporting. Ni hablar de San Lorenzo, que cada vez que hay un cambio de técnico, enseguida aparece mi nombre en la lista de candidatos. Pero no, todavía no me veo para estar en el banco.

¿PRESIDENTE? Ni loco. No sería presidente de un club, creo que ni de San Lorenzo; no me veo, hay que estar muy preparado. El fútbol acá ha cambiado para mal en todo sentido. Hoy, hay muchos intereses en juego. No es que antes no los hubiera, pero se manejaban de otra manera. Hay tanto dinero en movimiento que todos quieren ganar y agarrar su tajada. Y así ensucian a todos, jugadores, dirigentes, periodistas y te matan por nada. Es lamentable, pero ocurre y por esas maniobras, salvando tres o a lo sumo cuatro casos, los clubes argentinos están en serios problemas financieros y económicos. Por eso, sentarse en el sillón presidencial para mí no es nada atractivo.     

Imagen CON LA AZULGRANA frente a Boca. Juan Simón quedó en el piso y Giunta solo puede mirar. En San Lorenzo jugó más y mejor.
CON LA AZULGRANA frente a Boca. Juan Simón quedó en el piso y Giunta solo puede mirar. En San Lorenzo jugó más y mejor.
ADIOS a los códigos. Al haber tantos jóvenes en los equipos de Primera se han acabado los códigos que nosotros conocimos. Hoy el jugador suele tener mucha afinidad con los periodistas y se aprovechan los medios modernos de comunicación para ventilar intimidades. Los mensajes de texto, los correos electrónicos sirven para tener una primicia o hacer sensacionalismo. Uno escucha y se entera de cada cosa que mete miedo. Es un gran chimenterío. Antes nos movíamos de otra manera, sabíamos cosas, pero respetábamos los códigos de ética y los periodistas también. Vos le comentabas a alguno un off the récord (traducido, “queda entre nosotros”) y se cumplía a muerte. Hoy se acabó la privacidad, los medios se multiplicaron y vale más un título para vender que mantener una palabra empeñada.

EL ROL de manager. En la Argentina ser manager es difícil porque la actividad no está bien considerada, es como si no se comprendiera esa función en un club. Hay pocos casos, como el de Christian Bassedas en Vélez, o César Menotti en Independiente; también ahora en San Lorenzo está Jorge Berrios, a quien conozco desde hace tiempo. Pero Carlos Bianchi estuvo en Boca y no le fue bien. Creo que cuando más grande es el club y más pesado el nombre de quien ocupa el cargo, más rápido te apuntan. Pude ser manager de San Lorenzo el año pasado, porque iba de la mano de Marcelo Tinelli, pero no tenía el respaldo de los dirigentes salvo de Rafael Savino, con quien tengo buena relación. No era un buen momento en el club y además la mayoría de la dirigencia no estaba de acuerdo; por eso, todo se complicó y decidí no hacerme cargo. Tuve razón, porque a los quince días Tinelli dejó de estar ligado al fútbol profesional de la institución. La parte económica tiene mucho que ver, pero además hay temas políticos, muchas internas, que perjudican la evolución de los proyectos. En San Lorenzo siempre fue así, ojalá en algún momento se pueda cambiar. Igual, insisto en que la tarea del manager, en nuestro fútbol en general, no es para nada gratificante, y si no podés tomar decisiones propias, con el nombre y la trayectoria sola no va, porque a la primera mala te caen encima con todo.

IMAGENES cruzadas. Vivo en Pilar, en un lugar muy tranquilo; tengo de vecino al Flaco Passet, y muchas veces en el remanso diario se me cruzan imágenes de la infancia en Arozena, mi pueblo, ubicado entre Rosario y Santa Fe sobre la ruta 11. Por suerte allí tengo todavía a mis viejos, Federico, de 83 años, y Erminda, de 76. Cada vez que puedo voy a visitarlos y aprovecho para agrandar los recuerdos de pibe. Veo el campo y me acuerdo del trabajo de papá, que no estaba casi nunca, ocupado en tareas agrícolas y ganaderas o colocando alambrados al costado de la carretera. Inevitable mirar a la vieja y rememorar sus cuidados para los tres hijos, mi hermano, mi hermana y yo, y los trabajos que hacía como una verdadera ama de casa. El más regalón era yo, por ser el más chico. Rebobinando, pienso en mis hijos y muchos chicos de acá, que viven en un barrio privado, para poder andar tranquilos en bicicleta, por ejemplo, algo que antes hacíamos normalmente en cualquier lado. Era todo mucho más sano.

SIEMPRE arriba. Nunca se me cruzó por la cabeza jugar de otra cosa que no fuera delantero. El primer equipo fue Libertad de Arocena, en fútbol de 7, club que después dejó de practicar fútbol, luego en 9 de Julio, también de siete jugadores y por fin pude hacer fútbol en cancha grande en Belgrano de Coronda, una ciudad que está a 13 kilómetros de Arocena. De allí pasé a Unión de Santa Fe, pero sin haber hecho Inferiores, a los 15 años. Siempre como delantero y por el medio. No me enloquecía por el gol, pero lógicamente me gustaba hacerlos. La primera vidriera fue el Proyección 86, un torneo juvenil que se televisaba y que me permitió jugar una final contra River, en cancha de Vélez, vistiendo la camiseta de Unión. Para ellos jugaban Pipo Gorosito, Caniggia; y para nosotros: Passet, Altamirano, el Huevo Toresani, una camada de jóvenes muy buena que había armado Leopoldo Luque. Después de eso, el debut en Primera en la Liga Santafesina y luego en la Tercera División, ya en los campeonatos de AFA. A veces me arrepentía de no haberme movido de Arocena para hacer Inferiores en algún club más grande de Santa Fe o de Rosario, pero no quería dejar de divertirme con la pelotita en mi pueblo y tampoco quería comprometer a mi familia para los traslados. Por suerte, igual se me dio todo bien y pude debutar en la Primera de Unión en el 86; con el profe Jorge Castelli como técnico, que se la jugó por mí.

NADA es fácil. En San Lorenzo pasé cuatro etapas diferentes. Ya dije que es el club que llevo en el corazón por más que no era hincha, pero también digo que fue muy complicada la relación con los hinchas en el tercer desembarco tras mi paso por Boca en el 93/94. Nunca olvidaré cuando vinimos con la Católica de Chile a jugar un amistoso con San Lorenzo, que inauguraba uno de los codos del Nuevo Gasómetro. Ese día la gente me insultó todo el partido, tocaba la pelota y me mataban a silbidos y puteadas. Yo había tenido una idea de lo que podía pasar cuando se anunciaron las formaciones y al llegar a mi apellido se desató una silbatina infernal. Me acuerdo de que Fernando (Miele) me iba a entregar una plaqueta en la mitad de la cancha y lo paré diciéndole que el clima no era el ideal y que mejor me la diera en los vestuarios. Ese obsequio era en reconocimiento a mis dos pasos anteriores por el club, pero la reacción de la gente, en cierta manera entendible, me puso un signo de interrogación sobre el regreso. Igual volví un año después, en el 98, cuando el técnico era Castelli –cuya muerte lamenté mucho– y Pipo Gorosito, la figura. A los dos les dije que no iba a ser fácil esta nueva incursión y encima tenía que jugar al lado del Pampa Biaggio, flor de goleador, y la gente me comparaba con él para mal. De todas maneras, tragué saliva y le di para adelante y por suerte en dos meses, a fuerza de hacer goles cambié los insultos por los aplausos y los hinchas comenzaron a comprender que yo quería muchísimo la camiseta azulgrana.

Imagen JUNTO a su hijo Mickael, que sigue jugando en Fénix. A los 20 años, el pibe quiere hacer su propio camino.
JUNTO a su hijo Mickael, que sigue jugando en Fénix. A los 20 años, el pibe quiere hacer su propio camino.
RECONOCIMIENTO. Guardo un cariño especial por los hinchas de la Católica y obviamente por los de San Lorenzo, que sé me consideran como un ídolo, pero durante mi etapa en Japón, en el Yokohama Marinos, valoré la cordialidad de la gente, su enorme respeto, y me maravilló la cultura de un pueblo que habiendo pasado por la dureza de una guerra perdida y de un estallido nuclear en menos de 50 años reconstruyeron su país y son un ejemplo para la humanidad. A mí me encantó haber estado allí junto con mi familia. Pero en materia de reconocimiento y de homenaje, lo de los hinchas y dirigentes del Sporting de Lisboa supera todo lo que yo podía suponer. Para el festejo de los 100 años de la institución había un partido de Pre-Champions y me invitaron. Yo estaba jugando fútbol-playa y me hice el tiempo para estar presente. No sabía de qué se trataba, pero ellos conservaban la imagen del título que conseguimos después de 18 años y me tenían en un gran concepto, pero no creía que tanto. Esa noche, se apagaron las luces del estadio, me enfocaron a mí, me entregaron presentes y tuve que hablar para todos y casi ni podía articular palabras por la emoción. Además, hay una gigantografía mía en el estadio y figuro en la galería de los 50 ídolos máximos del Sporting, lugar que ocupa con mayor privilegio el Chirola Yazalde, que es una figura inolvidable.

BAUTISMO de fuego. Cuando gané la primera copa internacional con San Lorenzo pasó algo increíble. Fue en diciembre de 2001, en plena crisis institucional del gobierno de De la Rúa. Habíamos empatado con Flamengo en Río de Janeiro 0 a 0 y teníamos toda la idea de lograr la Mercosur en casa. Estábamos concentrados en el Gasómetro, esperando la hora del partido. Pero de pronto cambió todo, llegaron las primeras noticias de la revuelta popular, de los muertos y entonces pasamos a preocuparnos todos. Era el 19 de diciembre, una fecha nada grata para festejar por el dolor de mucha gente. En un momento, pensé que no podría celebrar el primer gran título con San Lorenzo. Por suerte, Flamengo aceptó jugar en enero de 2002 y ahí nos dimos el gusto. Pero de lo complicado que fue, nadie tiene una idea cabal. Con el Gasómetro repleto, fuimos a los penales y erramos los dos primeros tiros. Después, Saja se convirtió en el héroe atajando, pero como la gente se confundió pensando que ya estaba la definición, hubo que esperar casi diez minutos para que el Coco Capria pateara el penal que nos podía dar la Copa. Nosotros estábamos en la mitad de la cancha con los nervios de punta y él lo más tranquilo, como si nada y encima, nos dijo: “Tranquilos, que se lo meto de rabona o se lo pico. No hay problema, muchachos“. Un fenómeno de personalidad. Cuando sonó el pito yo tenía la mirada en el piso, no quería ver nada, solo esperaba la explosión de la gente. Y así fue. El festejo, por todo eso, fue impresionante y realmente conmovedor de la gente y de nosotros. Todavía me emociono al recordarlo.

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TODO UN SHOW. A los 44 años, disfruto el Show Bol. Ahí, junto a Redondo, el Goyco, Caniggia, el Mago Capria. Es muy lindo para los que dejan el fútbol y pueden seguir ligados a la actividad que eligieron desde chicos. Hay menos presión, porque las presiones las tuvimos siempre jugando en primera, nos concentramos con ganas, vamos a los mejores hoteles, estamos entre amigos con muchos de los cuales hemos jugado en la Selección. Ahora que se está disputando la Copa América vamos a ir  jugar con Estados Unidos el último partido de la fase. Después, creo que en la Rural de Palermo, jugaremos la semifinal y si podemos la final. Es divertido y apasionante al mismo tiempo. También este tipo de torneos me permitió compartir momentos con Diego Maradona. Para mí, un fenómeno en todo sentido.

BUENA COSECHA. Estuve poco en Boca, pero me fue bien, sobre todo porque le marqué goles a River, eso me lo recuerdan siempre los hinchas xeneizes. Yo particularmente recuerdo el que le hice a Goycochea, en octubre del 93, justo el dia de su cumpleaños. El profesor Habegger me puso faltando quince minutos y tuve suerte de hacer el gol del triunfo, una victoria que en un clásico como es de una importancia superlativa. Pobre Goyco, después me confesó que le había arruinado la fiesta del cumple, que igual se hizo pero no fue lo mismo por la derrota. Para mí en cambio fue un regalo extra porque estaban bautizando a mi hija (Sol, la del medio) en Arozena y también tenía a mi papá internado. A ellos les dediqué el gol y el éxito. Fue un domingo inolvidable.

DIGO, DIEGO. Para mí, Maradona tenía que seguir al frente de la Selección mínimo hasta la Copa América. Nadie más que él merecía la oportunidad de dirigir al equipo nacional, por las ganas que tiene y como quiere a la camiseta. El de Alemania fue un partido fatídico, nadie esperaba un resultado de 4-0, creo que si juegan 40 partidos más no se puede dar ni de casualidad. Por eso, no se podía echar a Diego. Además iba haciendo toda la experiencia necesaria, Eliminatorias, el Mundial y la Copa América, una experiencia necesaria y él, que es inteligente, seguro que iba a aprovechar los errores para cambiar.  Dejo de lado los rumores de las internas y todo lo que se dijo porque no sé si fue verdad, yo tengo amigos dentro del equipo y nadie me contó nada ni me lo van a contar si es que pasó algo.

UN GOL GRABADO. Tengo muchos goles grabados en la memoira, pero más que nada recuerdo uno que me quedó marcado en la primera etapa en San Lorenzo. Fue en la final de la Liguilla pre-Libertadores 88/89, en la cancha de Huracán, frente a Boca. Ganamos 4 a 0 y yo hice dos, pero el que registré para siempre fue el primero al Mono Navarro Montoya, con una volea desde afuera del área. Todos en San Lorenzo hablan siempre de ese golazo. Y yo también. Después, hice goles lindos en la Católica y en el Sporting de Lisboa, además de los que marqué en la última etpa en San Lorenzo siendo ya más pensante, más reflexivo para no patear de primera, ni fusilar, si no viendo mejor el lugar de la definición, hasta picando la pelota. Pero claro, 300 goles en primera no son fáciles de recordar uno por uno, hubo lindos e importantes, yo me quedo con éstos, como aquel frente a Boca.


Por Carlos Rodríguez Musso / Fotos: Emiliano Lasalvia