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El legado del campeón

Es el mejor equipo de los últimos años, con un récord de efectividad sorprendente, pero donde el músculo está al servicio de la técnica. Con una cuidadosa ingeniería de ataque y defensa, Vicente Del Bosque confió en los jugadores de buen pie y los puso donde más rinden. Un estilo inspirador, basado en la posesión de la pelota.

Por Redacción EG ·

03 de septiembre de 2010
Nota publicada en la edición agosto 2010 de la revista El Gráfico.

Imagen LA COPA envuelta en la bandera española, en la noche de Soccer City. España dejó un estilo a imitar y lo refrendó con el título (Foto: AFP).
LA COPA envuelta en la bandera española, en la noche de Soccer City. España dejó un estilo a imitar y lo refrendó con el título (Foto: AFP).
VALE DECIRLO AHORA, antes de empezar: España fue el campeón con menos goles a favor en la historia de las Copas del Mundo. Hizo apenas 8 y sólo con tres jugadores: Villa metió cinco; Iniesta, dos; Puyol, uno. Sólo logró meterles más de un gol a dos equipos: Honduras y Chile. Todos los demás, ganó 1-0. Aquel que quiera bajarle los decibeles al título o interpretar que fue un campeón chato y aburrido, tendrá, en estas primeras líneas, los argumentos principales para hacerlo.

Bien, tema terminado, entonces.

Detrás de esos datos concretos se esconde también un campeón que llegó a lo más alto abrazándose a un estilo, algo que no se veía desde hacía muchos Mundiales. Demasiados. “No hay mejor medalla que la de ser reconocido por el estilo”, dijo alguna vez Johann Cruyff. De esta España se habría dicho lo mismo, ganara o perdiera la final. La medalla ya estaba colgada. Por eso, también, el título vale más.
Embanderado en una forma de jugar, el equipo de Del Bosque tenía su librito y a la hora de entrar a la cancha, se sabía todas las páginas de memoria. Para España, el todo fue más que la suma de las partes. Los individualismos no tuvieron lugar en un equipo en el que prevaleció siempre el juego asociado, la construcción paciente y la búsqueda constante de interlocutores. Para España, el toque no fue un objetivo, sino que fue un lenguaje. Esta generación de jugadores lo lleva adquirido como una forma de expresión.

El buen pie y la sorprendente técnica de la mayoría de los 23 citados no se puede aprender de un día para el otro. Ahí se ve el trabajo de base de muchos clubes españoles, con el Barcelona como buque insignia y faro del resto. No es casualidad que el Mundial lo haya definido Iniesta, en una acción para la que un jugador de otra camiseta hubiera necesitado (como mínimo) tres toques: control para dominar el pase, segundo toque para acomodar la pelota y tercero para el disparo. Iniesta lo resolvió sólo en dos: dominó la pelota de modo tal que le quedara picando para el tiro. Si hubiera hecho tres movimientos, Van der Vaart tal vez habría llegado a tiempo para cerrar.

Jugadas como esa se repitieron en todos los rincones de la cancha. Muchas, en apariencia imperceptibles, fueron de manual –gratuito- para las divisiones inferiores del fútbol mundial. De qué forma un jugador logra simplificar sus movimientos hasta llegar a un grado prácticamente binario. Para jugar a un toque hace falta saber cómo poner el cuerpo antes de recibir. En los pocos entrenamientos argentinos que el periodismo logró ver, la indicación era jugar a dos toques. A un toque, en Argentina, se juegan sólo los locos. Pero España demostró que no es tan de locos explotar la técnica y constuir un estilo alrededor de la posesión. Por momentos tan abrumadora como monótona.

Lo explicó Xavi, estandarte máximo de esta escuela, en una entrevista con El País antes de la semifinal, cuando le preguntaron por qué España no lograba darle más fluidez a su juego. “Hay 10 atrás presionando, basculando tres encima del que lleva el balón... Es un agobio, pero eso te exige jugar a un toque y con esta pelota y estos campos... No es fácil. Pero ahí estamos. Algo hemos hecho bien. Somos campeones de Europa y la gente no es tonta. Vienen a presionarnos arriba y muerden como lobos. Estamos encontrando espacios donde no los hay. No puedo girar. Es pared, pared, pared o estás muerto. No sabe cómo nos aprietan. Si controlas, te la quitan porque te aparecen dos. No tengo tiempo de pensar desde que empezó el Mundial”. Y desafiaba: “¿Qué creían? ¿Que ganaríamos todos los partidos 3-0? Yo alucino… Jugamos igual que el Barça, solo que yo me meto más entre líneas. ¡Y no hay líneas! No hay un metro. Nos tapan todas las salidas. Lo que hemos hecho tiene un mérito enorme. Nos creamos los espacios de la nada”.

Imagen CAMPEONES, campeones... La coronación luego de derrotar a Holanda en el alargue (Foto: Alejandro del Bosco).
CAMPEONES, campeones... La coronación luego de derrotar a Holanda en el alargue (Foto: Alejandro del Bosco).
La española fue una victoria ideológica, como la de Grecia en la Euro 2004, justamente el campeón que precedió a España en Austria-Suiza 2008. Claro que los planes de aquel equipo de Otto Rehagel poco tenían que ver con la pelota, despreciada a niveles inconcebibles.

Pero los que pensaban que España era un tac-tac sin pólvora se vieron obligados a sumarle algunos méritos a medida que pasaban los partidos del Mundial. El gol de Suiza, en el debut, se gritó en el centro de prensa por enviados que de Suiza no conocían ni la fondue. Traducción: siempre era mejor que España cayera. Y motivos no faltaban. Desde febrero de 2007, el equipo de Luis Aragonés (hasta la Euro 08) y de Del Bosque (desde entonces) había despachado a todos, en fila y sin distinción de credo futbolístico: de los últimos 48 partidos tenía ganados 44, empatados 3 y perdidos sólo uno, ante Estados Unidos. Un récord impresionante, potenciado por el hecho de que ningún grande se le había resistido: les había ganado dos veces a Inglaterra y a Francia, una vez a Italia, Alemania y Argentina. Solamente le faltó jugar contra Brasil.

Con Fernando Torres aún en un bajo nivel físico tras la operación en su rodilla sufrida antes del Mundial, el esquema de España mutó del 4-2-2-2 (o 4-3-3 con Iniesta como falso wing) al 4-2-3-1, sin Torres en la cancha y con el ingreso de Pedro, para acentuar todavía más la movilidad y la búsqueda de espacios. En los papeles es el mismo dibujo con el que el Inter de Mourinho ganó la Champions League. Y el mismo esquema con el que el Bayern Munich de Louis Van Gaal llegó a jugar la final de Madrid. En el Mundial también fue uno de los módulos tácticos más usados: Alemania y Holanda fueron dos de los que lo adoptaron esta disposición. Pero ojo, que cada uno de todos los nombrados tenía partituras diferentes. La identidad que forjó la selección española precede a cualquier dibujo táctico. Por eso, para Del Bosque cambiar de esquema no fue alterar el ADN ni rebajar sus pretensiones.

Como dijo Cruyff en El Gráfico en 1992: “Cuando me preguntan cómo juega el Barcelona, doy una formación clásica, un 3-1-2-2-1-1 para que los periodistas puedan tener una idea aproximada. Pero eso es para los periodistas... Cuando comienza el partido, los jugadores del Barcelona son hombres de toda la cancha. Siempre buscarán una zona para ubicarse en trío y hacer valer su superioridad numérica”.

Ese Dream Team que trazó una época no logró encontrar el mismo grado de expresión a nivel selección. En aquel entonces, España era la Furia, y los mismos jugadores que brillaban en el Barça de Cruyff o en el Real Madrid de Benito Floro, no lograban conectar en la Selección de Javier Clemente y su megatelaraña defensiva que los obligaba a jugar con el freno de mano puesto.

Imagen EL NIÑO SIN GOL. Jugó 292 minutos, recorrió 31,8 kilómetros y no le tocó convertir.
EL NIÑO SIN GOL. Jugó 292 minutos, recorrió 31,8 kilómetros y no le tocó convertir.
Hoy, la situación es muy distinta. El Barcelona marcó el camino, pero Del Bosque tiene también algún mérito en haber querido seguirlo e imitarlo. Contra Alemania, en el mejor partido de su equipo, siete de los once que salieron a la cancha (contando al recién adquirido David Villa) eran blaugranas. Con el mismo cargo y funciones que desempeñan en su club. La simpleza de tener la casa ordenada, sin jugadores fuera de posición, ayudó a que España bajara al que hasta ahí era el mejor equipo del Mundial. Lo hizo por demolición, quitándole la pelota para no sufrir la velocidad de los alemanes. Los hicieron correr y correr sin lograr lastimarlos, pero al mismo tiempo evitando ser lastimados. El segundo tiempo fue todo de España, que inclinó la cancha buscando el desnivel y lo terminó encontrando por el incuestionable mérito de la pelota parada (Ramos, Piqué y Puyol sacaron mucha ventaja en cada corner). En el camino hacia el título, España nunca logró ponerse en ventaja rápidamente y eso la obligó a transitar el camino más difícil, el del desgaste sin perder la paciencia ni resignar el estilo. Y en ese punto también se lleva un sobresaliente. 

En abril de 1966, Alfredo Di Stéfano le decía a Juvenal, de El Gráfico: “El Real Madrid era un equipo tan veloz y combativo como cualquier otro de la Liga española. Pero les llevábamos una gran ventaja: nosotros mandábamos sobre la pelota”. Este equipo de España tuvo la misma ventaja que aquel Real Madrid. No le faltó ni fuerza ni juego áreo ni agresividad, pero sobresalió en el manejo.

El mismo Juvenal escribió en 1997 un párrafo que describe perfectamente a esta selección que jamás lograría ver: “Los equipos que ganan, los que dejan una huella profunda en el alma del espectador y en la estadística, siguen siendo los que mejor manejan la pelota. Tocándola con precisión, haciéndola circular en sentido cambiante, con fina técnica y exquisito buen gusto. Es cierto que el fútbol cambia todos los días, pero hay circunstancias que permanecen inmutables a través de los tiempos. La pelota, que es siempre redonda y siempre se entrega al que sabe tratarla con más cariño y mejor técnica, sigue siendo el factor dominante y positivo. Controlar el balón, hacerlo circular con calma, sin urgencia, con participación de todo el equipo para tenerlo, manejarlo, tocarlo, sustraerlo del contacto físico, de la lucha hombre a hombre. Hacer valer su posesión. A través de los años y los cambios de estilos y estrategias, hay un sistema táctico que nunca falla: mandar sobre la pelota” (El Gráfico N° 4036)

España mandó sobre la pelota, la cuestionada e incontrolable Jabulani, al punto de amaestrarla y lograr que los cambios de frente no fueran una utopía. Maradona había vaticinado su desaparición, como también había dicho que si los arcos estuvieran en los costados, España ganaría todos los partidos 10 a 0. Fue luego de la victoria de Suiza.

“No vamos a cambiar nuestro estilo. Eso no se negocia”, adivirtió en ese momento Xabi Alonso. El equipo de Del Bosque hasta en eso tuvo que mostrar que era más que toque anodino. Llegó con la etiqueta de máximo candidato, con 12 victorias consecutivas en el bolso, con el título de campeón de Europa por primera vez y señalado como futuro campeón por la mayoría de la prensa, como se reflejó en la encuesta internacional de El Gráfico previa a la Copa. Perdió su primer partido (nunca le había pasado a un campeón) y aun así logró recomponerse. Aprendió a jugar al límite y a soportar el juego brusco, sin perder la línea. Y sí, es cierto que más allá de la fenomenal velocidad de Villa en espacios cortos, y la constante búsqueda de abrir caminos de Iniesta, no tuvo todo el cambio de ritmo que al Barcelona de Guardiola le da Messi, pero uno como Messi le faltó a 31 de las 32 selecciones que participaron. La única que lo tuvo no supo cómo aprovecharlo y lo hizo jugar fuera de posición.

Imagen CONCEPTO ESPAÑOL. Xabi alonso se prepara para descargar en Iniesta, que pica por atrás (Foto: Alejandro del Bosco).
CONCEPTO ESPAÑOL. Xabi alonso se prepara para descargar en Iniesta, que pica por atrás (Foto: Alejandro del Bosco).
Defensivamente, España también sacó mucho más que un aprobado. Le hicieron sólo dos goles y en primera ronda. Igualó el récord de Francia 98 e Italia 2006. Y lo que no paró la defensa, lo resolvió el genial Casillas. Muchas veces se ven equipos volcados al ataque que hacen agua cada vez que pierden la pelota. Xabi Alonso y Busquets, con una disciplina espartana, ayudaron a que eso no sucediera incluso cuando el equipo tenía la cancha inclinada y 70 metros para repartirse entre 5 hombres.

No es una selección que vaya a quedar en la historia por haber modificado la genética del fútbol moderno, pero sí por haber traducido una idea sin perder fidelidad. Del Bosque supo hacer lo mismo que había hecho en el Real Madrid, y que luego, con los estrepitosos fracasos, se probó que no era tan fácil como se pensaba: no distorsionar el equipo ni erosionar las relaciones del vestuario, interferir poco y ganarse el respeto de todos. Ganó 6 títulos en 4 años con el Madrid, incluidas las dos últimas Champions League que llegaron al club.

Nadie mejor que él para tomar la posta tras la salida de Aragonés y animarse a retocar aquel campeón europeo (con Piqué y Busquets, por ejemplo), con una gestión siempre de tono paternalista que supo ganarse el máximo respeto de aquellos que no habían sido dirigidos por él. Del Madrid lo echaron en un pasillo, como a un perro, tras 35 años en el club. Y ni siquiera entonces perdió las formas ni los modales. Su equipo actual es un reflejo de su personalidad, y España, la nación, también hoy es suya. A 48 horas de la victoria en Johannesburgo, en la redacción del diario As lo esperaban con ansias, preocupados por el operativo de seguridad. Quizás aguardaban una comitiva previa o un faltazo. Pero de repente se anunció alguien en recepción. Era Del Bosque, que había estacionado el auto en una calle cercana y llegó a pie como cualquier mortal. “El triunfo del hombre bueno”, graficó El País en un reportaje que destaca sus valores por sobre sus cualidades como entrenador. El honor, precisamente, fue uno de los temas preferidos del Siglo de Oro.

Allá lejos, hace cuatrocientos años, las glorias culturales del barroco español transformaron a la nación en un punto de referencia inevitable para comprender la época de esplendor y también de ansiedad e inequidades. Una de las obras cumbres fue La vida es sueño, de Calderón de la Barca. El protagonista, Segismundo, vive angustiado en las sombras y recién cuando es capaz de conocerse a sí mismo y aceptar su identidad, encuentra el triunfo, la luz. Durante la obra, Segismundo por momentos no sabe si sueña o está despierto. Cualquier similitud con este equipo de Del Bosque es pura coincidencia.
A nivel deportivo, España atraviesa su Siglo de Oro, con deportistas líderes en casi todas las disciplinas y una sensación de que la vida es sueño, pero también realidad.

Faltaba esta estrella, la primera en la camiseta de la selección, para terminar de redondear el reconocimiento global. El mayor legado que deja su coronación es el hecho de comprobar qué fácil resulta construir cuando las bases de un proyecto son sólidas y las convicciones igual de fuertes.

Por Martín Mazur / Enviado especial a Sudáfrica