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Técnicamente incorrecto

Se juega mal en la Argentina, país futbolero por excelencia. Una pretemporada extensa como pocas no sirvió para prepararse como la gente. Y los entrenadores no son los únicos responsables, que quede claro.

Por Carlos Poggi ·

23 de agosto de 2010
Se jugaron tres fechas y las alarmas empezaron a sonar por el lado de los directores técnicos. Caruso Lombardi, Rivoira, Cocca y hasta Sensini son mirados de reojo. Ni hablar del Bichi Borghi, campeón con Argentinos Juniors hace tres meses, que debe dar explicaciones y hasta dar por cumplido un mini ciclo en Boca.
 
Las urgencias no suelen ir de la mano de los verdaderos protagonistas que son los jugadores, quienes suelen escudarse en "no entiendo el mensaje", "nos afectó la pretemporada", "la gira nos mató" y otras excusas poco creíbles a la hora de justificar tan bajas actuaciones. Salvo excepciones no hay, en este comienzo del Apertura, motivos mayores para el aplauso. Claro está que los resultados como los que obtiene River, todavía sin el promocionado toque-toque de Cappa, que le han permitido pensar más en el cielo que en el infierno, le otorgan al certamen un toque de atracción tribunera. Pero es solo una euforia millonaria.

Porque al margen de tablas, promedios y otras disquisiciones muy matemáticas, pero poco futboleras, lo cierto es que el flojo nivel técnico local causa desazón. Algunos jóvenes demuestran ser más más pibes de lo que parecen y cierta apatía que no se corresponde con la edad, hacen fruncir el ceño. Tampoco los más veteranos, incluídos varios de los que volvieron usando el marketing por sobre la real capacidad, le otorgan garantía de entretenimiento al espectáculo semanal.

Claro que hay excepciones. Y ahí está el Vélez de Gareca para testimoniarlo. Un canto a la estructura colectiva y engalanado con aportes individuales de mucha calidad. Algún escaloncito más abajo, Estudiantes, Godoy Cruz y  Banfield muestran algunas ráfagas de fútbol bien jugado.  Saludables excepciones, que sin embargo no pueden convertirse en árboles que no dejen ver el bosque.

El despertador debe sonar cuanto antes, y el sonido, y su eco, deben generarse desde los hombres vestidos de pantalón corto, porque de ellos depende el mejor nivel de los partidos. No sirve de nada esconderse en el fusible que suelen ser los DT, porque es a esta altura es perogrullesco sostener que es más fácil cambiar a uno que a veintidós.