¡Habla memoria!

Argentina 1978

Un proyecto a largo plazo, un plan a conciencia y futbolistas que captaron y aplicaron el mensaje que bajó Menotti, pilotes fundamentales para levantar la primera Copa del Mundo.

Por Redacción EG ·

10 de agosto de 2010
Imagen CAMPEONES. De izquierda a derecha. Parados: Passarella, Bertoni, Olguín, Tarantini, Kempes y Fillol. Abajo: Gallego, Ardiles, Luque, Oscar Ortiz y Luis Galván.
CAMPEONES. De izquierda a derecha. Parados: Passarella, Bertoni, Olguín, Tarantini, Kempes y Fillol. Abajo: Gallego, Ardiles, Luque, Oscar Ortiz y Luis Galván.
La frase popular dice que siempre hay una primera vez. Y llegó nomás. En el camino diez Mundiales, Argentina apenas había alcanzado una final en su estreno en la Copa -por entonces Jules Rimet-, allá por Uruguay 1930. De local, llegaría la recompensa.

Un proyecto revolucionario, una idea sostenida en el tiempo, un grupo de jugadores que supo capitalizar y llevar a la práctica el mensaje, algunos de los motivos para que los de camiseta blanca a bastones celestes horizontales sean los mejores del mundo.

La pelota era el motor que movilizaba al equipo. A partir de ahí, el conjunto corría menos riesgo en el arco propio y generaba acciones de peligro en campo contrario. Cuando le prestaba el balón al rival, la presión y el achique constante que ejercían los once, resolvía el resto. A la esencia de la gambeta y el potrero argentino, el Flaco César Menotti le anexó la dinámica física europea.

La diagramación en el pizarrón fue un sencillo 4-3-3. En el fondo descansaba una línea de cuatro con jugadores que cuando podían se sumaban a la mitad de la cancha. El que más se jugaba al ataque era Olguín. En la izquierda, Tarantini pasaba menos tiros porque estaba más avocado a la marca. En el medio, el único volante para contener -el “volante tapón”- era Gallego. Su función era recuperar el balón y hacer los relevos con un número ocho al lado -Ardiles- de ida y vuelta que iba hasta el área, pero con la obligación de bajar y pararse al lado del cinco para colaborar en la marca. Kempes arrancaba recostado en la izquierda y arriba acompañaban tres delanteros: Bertoni y Ortiz bien abiertos y Luque por el centro.

Escribía el periodista Duval: “Parecería un fútbol de autor, aunque en realidad, desde los años 70 César Menotti ha sido un restaurador. Un mentor de ideas recuperadoras de la memoria histórica. Una apuesta al orden y a la aventura”.

Y el propio Menotti acrecentaba la idea: “El equipo lo había elegido para jugar en base al conocimiento técnico y la capacidad de los jugadores que eran muy dotados técnicamente. Y elegimos como recuperación de la pelota el esfuerzo colectivo desde la ocupación de espacios. Y cuando teníamos la pelota, que Dios ayudara a los rivales porque la mayoría de los jugadores estaban capacitados para gambetearse a un tipo como si fuera una silla. Por eso me da bronca cuando le ponen un manto de sospecha o me dicen que recibimos ayuda de los militares”.

El volumen futbolístico del equipo fue de menos a más, ecuación certera y letal en una Copa del Mundo. Arrancó con victorias 2-1 ante Hungría y Francia y cayó en su última presentación por el Grupo 1 por 1-0 ante Italia. Al terminar segunda, Argentina debía abandonar el Monumental y mudarse a Rosario.

La ilusión era grande. Recordaban varios jugadores que integraron el plantel: “Nos levantábamos y lo primero que veíamos en el pizarrón era la frase del Profe Pizzarotti: ´Faltan tantos días para ser campeones del mundo´”.

Y En el Gigante de Arroyito comenzó a moldearse el sueño. Con Kempes más Matador que nunca -fue el goleador del certamen con seis tantos y todos los consiguió en la segunda ronda- los de Menotti empataron uno y ganaron dos. Vencieron a Polonia 2-0, pardaron sin goles con Brasil y golearon 6-0 -debían hacerlo por cuatro goles como mínimo para acceder al partido cumbre-  a Perú en un polémico encuentro.

El día de la final, miles de papelitos cayeron al campo de juego. Con el partido empatado en uno, un sacudón de Resenbrick que amortiguó el palo de Fillol, estremeció millones de corazones cuando se moría el partido. Los 90 reglamentarios terminaban 1-1. Así, se definía en el alargue...

“Antes del suplementario, el Flaco nos habló con todo. Ellos estaban tirados, los masajeaban y nosotros caminábamos por todos lados. El Flaco dijo: ´¡Dense vuelta y miren cómo están!´. Éramos bestias enjauladas. Si seguíamos, les hacíamos varios goles más”, rememoraba Jacinto Luque. Y la premonición se cumplió: Kempes y Bertoni sellarían el 3-1 definitivo.

Gallego definía a la perfección el espíritu de equipo: “Nadie se sentía más que nadie, por más que algunos veníamos del interior en vaquerito y otros andaban con cadenas de oro”. Con la humildad y el trabajo como punto de partida, Argentina se consagró en la cúspide mundial.

Imagen HISTORICO. La tapa de El Gráfico del 27 de junio de 1978.
HISTORICO. La tapa de El Gráfico del 27 de junio de 1978.
La otra cara de la pelota - Contexto político
Estrategia política de un puñado de militares con Jorge Rafael Videla a la cabeza para perpetuarse y arraigarse en el poder a través de un fervor popular, se traduce al Mundial 78. Empapar tanto medios gráficos como orales con victorias nacionales, manteniendo a la gente en vilo con este importante evento deportivo y así solapar innumerables violaciones a los derechos humanos, fue algo premeditado.

La competencia consistió en un elemento de distracción para soslayar una buena imagen a escala nacional y mundial. Se vivían dos realidades paralelas: la euforia total de un equipo y un pueblo que buscaba la gloria futbolística y, del otro lado de la moneda, desaparecidos y un genocidio sin escalas. Mientras tanto, la redonda seguía girando.

El fútbol es un juego y como tal hay que jugarlo. Utilizar el deporte con fines políticos ha dado grandes réditos a lo largo de la historia a gobiernos que se enaltecieron en el poder a través de sucesos ilegítimos. Fue una maniobra familiar la que implementó la Junta Militar nacional. La Alemania Nazi, con Adolf Hitler como mandamás, supo utilizar los Juegos Olímpicos de  Berlín 36 en pos de  afianzar una campaña de exterminio total mediante una propaganda y un embuste constante. Inspirados en el Führer, tal vez, la aventura Argentina 78 ya era una realidad.

Los golpes de Estado se habían vuelto plagas en América latina durante la década del 70. El periodista
Eduardo Van der Kooy, analizaba: “En Chile el general Augusto Pinochet consolidaba su poder con un tramposo plebiscito convocado para rechazar las presiones extranjeras. En Uruguay, la dictadura funcionaba con el disfraz de un civil, el insípido Aparicio Méndez. En Brasil, Joao Figueiredo intentaba abrir a la política las puertas del régimen militar. En Paraguay, Alfredo Stroessner continuaba impertérrito. En Bolivia Hugo Banzer empezaba a tambalear por una huelga de hambre de los mineros de estaño. En la Argentina, en ese 1978, las Fuerzas Armadas encaraban una fase decisiva de lo que denominaban la solución final: su eternización en el poder y la definitiva domesticación de la sociedad”.

Daniel Bertoni, autor del gol definitivo en la final, cerraba el concepto: “Me da bronca que nos desmerezcan por algo extrafutbolístico, es injusto. Nosotros nos rompimos el culo adentro de la cancha jugando contra equipos durísimos. No merecíamos eso. Yo era futbolista. No era ni militar ni montonero. Que el Mundial se usó como cortina de humo puede ser, pero eso pasó siempre”.

Camino a la cima

Primera fase
2/6/78 Hungría 2-1 Goles: Luque (A), Bertoni (A) y Csapo (H).
6/6/78 Francia 2-1 Goles: Passarella (A), Luque (A) y Platini (F).
10/6/78 Italia 0-1 Bettega (I)

Segunda fase
14/6/78 Polonia 2-0 Goles: Kempes (2).
18/6/78 Brasil 0-0
21/6/78 Perú 6-0 Goles: Kempes (2), Tarantini, Houseman, Luque (2)

El día de la consagración (Síntesis de El Gráfico)
25/6/1978

Argentina (3): Fillol (10); Olguin (9), Galván (10), Passarella (7), Tarantini (4); Ardiles (4) (x), Gallego (8), Kempes (10); Bertoni (7), Luque (6), Ortiz (6) (xx). DT: César Luis Menotti.
(x) Reemplazado por Larrosa (6) a los 66´
(xx) Remplazado por Houseman (5) a los 74´

Holanda (1): Jongbloed (7); Jansen (5) (x), Brandts (6), Krol (7), Poortvliet (4); Willy Van de Kerkhof (8), Neeskens (5), Haan (7); Rep (4) (xx), Rensenbrink (5). DT: Ernst Happel.
(x) Reemplazado por Suurbier (5) a los 72´.
(xx) Reemplazado por Naninga (7) a los 58´.

Arbitro: Sergio Gonella, de Italia (bien).
Goles: 37´ y 103´ Kempes (A), 81´ Naninga (H) y 114´ Bertoni (A).
Cancha: Estadio Monumental.
Campo: regular.

La palabra del DT:
“Con ese equipo me permití cumplir el sueño de todo entrenador: el de poder deleitar a los hinchas, los propios y extraños. Era el equipo del pueblo. Y el que sentó las bases para que la Selección fuera respetada y tuviera mejor organización”.

Mauro Gurevich