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Ángel Sánchez, bonus de confesiones

Más recuerdos y memorias del éx arbitro, que hoy se desempeña como conductor de televisión.

Por Redacción EG ·

04 de agosto de 2010






Peleas DT.  Con los entrenadores me peleé mas de una vez. Con Chiche Sosa tuve un desafio para pelearnos que al final no se concretó. Enzo Trossero también una vez me invitó a intercambiar trompadas, tras un partido que Independiente perdió con San Lorenzo 1 a 0 por un penal que cometió Cascini. Cara a cara le dije que yo no lo había perjudicado, que en realidad había perdido por sus jugadores. Lo convencí, porque movió la cabeza y se fue. Otra vez me agarré con mucha bronca con Oscar López, que hacía la dupla técnica con Oscar Cavallero dirigiendo a Banfield, también en la cancha de Independiente. Ya cansado de las protestas lo expulso y en lugar de irse por el lugar más cercaano, cruza despacito toda la cancha en diagonal para demorar más el juego. Entonces, le grito al comisario de la 1ª. de Avellaneda, a cargo del operativo: “Padró, deténgalo”. Enseguida me puse a pensar “¿quién soy yo para hacer detener a nadie?”. Era la calentura del momento, provocada por protestas continuas para iriritar al juez, en este caso, yo.
Escuchar a los que saben. Siempre me gustó aprender y por eso no me perdía la oportunidad de escuchar a los que saben. Me acuerdo que cuando dirigía a Independiente, el Flaco Menotti miraba la reserva desde el túnel de los árbitros. Allí, él hablaba con sus colaboradores de la técnica de los jugadores, de cómo se movían y a mí me encantaba, por eso iba temprano a la cancha para poder escucharlo. Me enriquecía.
Con todas las letras. El árbitro sabe cuando se equivoca, si es árbitro con todas las letras sabe cómo manejar las circunstancias cuando aparece el error. Muchas veces les reconocío a los jugadores que me equivoqué en algun fallo. Los jugadores, vivos, te lo recuerdan a cada rato: “¿cómo, a mí sí y a aquel no?”, pero uno tiene que decirles “si, yo me acuerdo igual que vos, pero ya está dale para adelante, lo que viene es otra cosa. Tenés que tener temple para no perder el hilo conductor del juego. Ese aplomo lo va dando el tiempo, uno aprende a manejarse con los aciertos, pero más con los errores. Ayuda mucho ser futbolero, haber jugado al fútbol, eso te da un manejo diferente de las situaciones. A mí me sirvió muchísimo.
Ganarse el mango. Antes para ser árbitro tenías que tener otro medio de ganarte la vida. En el 82, en la escuela de árbitros ya había psicólogo, el licenciado Greco. Si eras socio de un club te tenías que borrar y tener un laburo. Yo ya trabajaba como radiólogo, había mucho respeto por la actividad y también entre nosotros, los jueces y los aspirantes a serlo. Yo debuté como línea de primera con Juan Carlos Crespi que fue quien me incitó a que fuera árbitro. Casualmente cuando el deja la placa de juez internacional me la entrega a mí. En un momento perdimos la relación de dependencia y empezamos a ser contratados, con un mínimo garantizado y pagos por partido. Hoy, los árbitros hasta tenemos, tienen, publicidad y por supuesto paga. Yo empecé con camisetas libres de esponsors, pero alcancé a tener varios beneficios. Ahora, los árbitros no cobran como los jugadores, pero hay un buen dinero por practicar la profesión.
Hablar de otra forma. A los árbitros hay que hablarles cara a cara. Decirles claramente en qué estuvieron bien y en cuáles fallos se equivocaron. Hay que decirles las cosas de otra manera. Hay que tener una ideología que se pueda transmitir. Suele haber mucha disparidad en los niveles de diferentes jueces y hasta un mismo árbitro puede estar en un buen nivel hoy y mañana no tanto y suele ocurrir hasta en un mismo partido. Hay que trabajar en lo mental, porque se duda mucho de la integridad moral. A mí me intentó sobornar un árbitro, que era juez de línea de la primera B y lo denuncié como correspondía.  Uno se sorprende porque cree que no le va a pasar, pero pasa, acá y en todos lados, como Brasil, Uruguay y toda Europa. Lo bueno y lo malo está en todos los estamentos de la sociedad, los sobornadores o delincuentes son una amplía minoría, pero hacen mucho daño y generan desconfianza. Por eso, hay que hablar permanentemente para aclarar todos los temas con sinceridad. Las reglas las conocen todos, el que llega a primera o es internacional las conoce de sobra, hay que hacer hincapié en otros valores. 
Mi museo. El museo que tengo en mi casa de Parque Chacabuco fue una idea de mi mujer, Marita, porque en 1999 cuando fui al mundial juvenil de Nigeria, extrañaba mucho y como teníamos problemas de comunicación la nostalgia se agrandaba. Entonces ella decidió empezar a juntar cosas bien futboleras y vinculadas con mi profesión. Empezó en un pequeño lugar, cerca de la cocina y después, cuando arreglamos la casa, armó todo en una pieza que es un verdadero orgullo para mí y para toda la familia. Hay más de 600 camisetas de fútbol, todo tipo de pelotas, botines del Beto Alonso y de Palermo, tablones de la vieja cancha de Lanús, de Estudiantes de La Plata y de All Boys y camisetas de Riquelme y Francescoli, por ejemplo. Todo tiene nombre y fecha. Lo bueno es que estoy tan entusiasmado que el lugar sigue creciendo sin prisa, pero sin pausa.
Casamiento gay. Muy complicado el tema, pero no le escapo a a la opinión. No estoy de acuerdo en que se cercen las libertades. No tengo una concepción religiosa, no tomé ni la comunión y no me ato a eso. Trabajé muchos años, y aun trabajo, en el ambiente médico que es propicio para los homosexuales y conocí gente de primera, limpios, respetuosos. Sabían que no eras de su mundo te respetaban como si fueras la mujer de otro. También hubo casos en el arbitraje, en primera y en el ascenso. Como el tema de la corrupción esta presente en cualquier ámbito de la sociedad. Es una cuestión de amor. Yo amo a mi viejo, a mis hijos, a mi tío y somos del mismo sexo. Es una cuestión de elección. Es mejor que elijan sere homosexuales que asesinos o ladrones de bebés. Basta de someter todo a la voz de la Iglesia, como si fuera el sumo del poder.

Tarjetas ovaladas. Las use durante cuatro años, fui el primero que las usó por sugerencia de Fabián Pérez, un tipo inteligente y emprendedor que a través de Regla 18 nos vistió a los árbitros. El nombre de la marca tiene que ver con la regla 18, que es la no escrita  según un arbitro francés que lo escribió en FIFA Magazine porque apela a la inteligencia para conducir un partido, algo no reglamentado pero fundamental. Fabián se agarró de eso y lo patentó. Cuando me mostró las ovaladas, yo que soy innovador, las tomé y me animé a mostrarlas. Abel Gnecco, otro juez famoso, decía al verlas: “ahí está Sánchez con las ostias en las manos”. Una vez hasta amonesté a un fotografo que se negaba a cambiar de posición, pese a todas las escupidas que recibía. En la AFA me querían matar por esa decisión. Pero en realidad había sido para distender la situación.