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La dulce tortura

Los últimos días en Sudáfrica transcurren entre debates de sobremesa, excursiones y elogios inesperados para los jugadores argentinos.

Por Elías Perugino ·

09 de julio de 2010
JOHANNESBURGO, Sudáfrica (Enviado especial).- Los últimos días en Sudáfrica son una dulce tortura para los enviados Argentinos. Con el equipo eliminado y menos tareas diarias, el tiempo alcanza para almorzar y cenar más distendidos, anotarse en alguna excursión interesante y, por supuesto, degustar el final de la Copa del Mundo. Un torneo que arrancó a pura avaricia, amenazó con convertirse en una “pulseada táctica” y en el último tercio –siempre el más interesante- se inclinó hacia la revalorización del fútbol ofensivo, excelentemente representado por España y Holanda en la final.
 
Alemania y Uruguay también hicieron méritos para integrar el cuarteto de los distinguidos. Hasta que chocaron contra la sinfonía española, los germanos habían regalado notables pasajes de fútbol, sustentados en jugadores de gran calidad, como Ozil, Müller y el tractor Schweinsteiger. Y los orientales, a pesar de ser potencialmente menos que varios de sus adversarios, supieron hacer historia en base a orden colectivo y ambición, sostenes de una estructura que tuvo sus toques de brillantez en Forlán y Suárez.
 
¿Y Argentina? No hay consuelo para la eliminación. Todavía duele y es motivo de debate en las sobremesas cargadas de resignación. La idea de que despilfarró una oportunidad inmejorable no es sólo de la prensa argentina. La comparten los colegas del mundo, que además le clavan sus aguijones a las decisiones técnicas de Maradona, a quien consideran sin experiencia ni merecimientos para el rol que desempeñó.
 
Extrañamente, los sudafricanos y los hinchas extranjeros que vinieron a ver el Mundial no opinan lo mismo. Cuando los enviados recorren las calles y ellos leen que la credencial los señala como argentinos, las muestras de admiración hacia los jugadores es casi unánime. Messi, Tevez e Higuain quedaron instalados en escalones de máxima consideración. “Son jugadores excelentes, es un gusto verlos jugar”, nos dice el encargado de un restaurante, que jamás entenderá la idiosincrasia del futbolero argentino. Para él, deberíamos estar orgullosos por el sólo hecho de que semejantes talentos sean nuestros y hayan dejado algunas pinceladas durante el Mundial. Inútil explicarle. Jamás entendería.

Españoles, holandeses y alemanes entienden el concepto del despilfarro, lo comparten y se alivian de que así haya sucedido. Pero eso no invalida el crédito y la admiración que sienten hacia los jugadores argentinos. Nosotros sonreímos y agradecemos. Por dentro nos corre un manantial de bronca, que ni siquiera se detiene ahora, cuando, derrotados pero distendidos, podemos disfrutar de las sobremesas y las excursiones.