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¡Socorro, Polokwane!

Parece que para asistir al próximo partido de la Selección hay que prepararse como si se jugara en el polo. ¿Será por eso que el nombre de la ciudad empieza con esas cuatro letras?

Por Elías Perugino ·

18 de junio de 2010
PRETORIA, Sudáfrica (Enviado especial). – Desde que el frío pretoriano nos castiga sin piedad, los enviados argentinos venimos repitiendo un latiguillo: “¡Lo que va a ser Polokwane a las ocho y media de la noche!”. Podría decirse que sonaba simpático instalarnos en ese hipotético papel de víctimas pensando en el día que la Selección tenga que vérselas con Grecia. Pero desde que la televisión reprodujo la imagen de Tití Henry y sus compañeros franceses cubiertos por decenas de frazadas en el banco de suplentes, la noche que perdieron con México, el esforzado grupo de prensa ha entrado en pánico. Lisa y llanamente en pánico. Encima, el diario del día siguiente confirmó aquello que rompía la pantalla: ¡la sensación térmica en Polokwane fue de 10 grados bajo cero!
 
“¡Qué les dije! Tan errado no estaba”, infló el pecho Mazur, que un día antes había descubierto una de sus cartas: “Estoy evaluando llevar una frazada del hotel para taparme en el palco”. Y nos reímos en su cara. En su mazo tiene varias cartas más. ¿Sopas instantáneas? Ya compró y ya probó: “Me da un calorcito bárbaro en el cuerpo”. ¿Medias térmicas? Descartó las que trajo de Buenos Aires –“El día de Sudáfrica-Uruguay no me sirvieron para nada”- y en el shopping de Pretoria consiguió unas nuevas que parecen hechas para el Yeti. ¿Un jogging debajo del pantalón? Lo tiene puesto desde que pasamos el control de migraciones. ¿La bufanda? No se la saca ni para bañarse. Ahora anda en una búsqueda más sofisticada: alguien dijo que se venden unos guantes térmicos con una textura especial en las yemas de los dedos, imprescindibles para manejar el mouse de la netbook sin tener que andar con la mano al aire libre. Todavía no los consiguió, pero no es un chico que se rinde fácilmente…
 
Del Bosco, que se jacta de ser más patagónico que los corderos, trajo un vestuario de invierno propio de una diva como Susana Giménez. Lo que le pidan, tiene. Hombre previsor, desembarcó con un envidiable kit térmico: botas, pantalones, medias, buzos y camperas como para escalar el Himalaya. Demagogo, aquí adquirió un gorrito de los Sprinboks para cubrirse la cabeza y, sobre todo, las orejas. Y también se trajo unos guantes con la punta de los dedos cortadas. Aunque es un elemento típico de los pescadores, a él le sirve para sacar la levemente el índice y disparar su cámara. De todas maneras, el verdadero secreto lo tiene debajo de los pantalones. Que las chicas no se ilusionen: allí abajo apenas hay unos calzoncillos largos. O unos calzoncillos largos con dobladillo, porque el muchacho no pasa del metro sesenta.
 
El Canal del Tiempo no ayuda demasiado. Ofrece el pronóstico extendido de varias ciudades sudafricanas, pero no de Polokwane. Por eso se produce un silencio sepulcral cada vez que el Confesore sudafricano anuncia el tiempo para el día siguiente. Ahora mismo lo está dando, y aunque no nombra la ciudad, en el mapa digital que tiene detrás se ve que en PLK (la sigla de Polokwane) la mínima de mañana y pasado será -2. “Hay que tener cuidado con las baterías de las cámaras. A veces se bloquean con el frío. Le pasó a Alfieri en el Soccer City”, informa Del Bosco. Es una mala noticia: si los dedos se entumecen y no podemos escribir, probablemente tampoco tengamos fotos para llenar las páginas de la revista. Sería la hecatombe.
 
“El problema no es el frío, sino el viento”, diagnostica Del Bosco mientras sube la calefacción de la habitación a 30 grados. ¿Tendrá raíces patagónicas este muchacho? ¿Ni un cachito se banca el frío? “El problema es el viento”, repite mientas deja dos latitas de energizante y una botella de agua mineral en el marco externo de la ventana. La falta de frigobar no es problema: en menos de una hora estarán heladas. En Polokwane, probablemente el líquido se cristalice.  Si el problema es el viento, estamos al horno. Mejor dicho, al freezer. Quien escribe –friolento al punto de andar con polera en Río de Janeiro- no se banca la curiosidad y se mete en el Google Map. Ubica el cursor hasta el estadio Peter Mokaba y lleva el hombrecito amarillo hasta la esquina de la cancha. ¿Nunca probaron hacerlo con las principales ciudades? Es buenísimo. Están filmadas y permiten que uno las recorra como si estuviera caminando por allí. La compu tarda un poco en cargar, hasta que se abre la imagen y es… desoladora. Alrededor del estadio no hay nada, solo campo. Queda afuera, bien afuera de la ciudad. Y no hay absolutamente nada que repare al estadio del viento. Para colmo, es una cancha abierta, con codos al estilo cenicero. Si hace frío y sopla el viento, sonamos.

Sin consuelo, nos cruzamos con un fotógrafo de Telam. Anda de estreno. Lleva un gorrito de lana que le cubre la cabeza, el cuello y las orejas, además de tener una extensión que permite atarse la cabeza hasta dejarla como un matambre. "Me lo compré para Polokwane", dice. "Lo que va a ser Polokwane a las ocho y media de la noche", agrega. Pero ahora no nos causa gracia a ninguno de los cuatro...