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Del hospital al Centro

Este Quedado Especial arrancó en el Hospital de Niños y después no pudo con el genio y se fue a la calle-que-nunca-duerme.

Por Carlos Irusta ·

17 de junio de 2010
Camino por Sánchez de Bustamante. Está frío, soleado, alegre y lindo el día, aunque sean las ocho de la mañana. Para un porteñazo de ley, tanguero y algo chapado a la antigua, es hora de regresar al hogar y no de salir. En tiempos mejores, la luz del amanecer solía iluminar mis pasos después del Tibidabo o el Nacional, entre otras lindezas.
Pero hoy es hoy, y este cuerpo se moviliza para llenarse de ternura, porque entro al Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez. ¿Qué me ha movido a meterme aquí? Seguramente para verle la otra cara al Mundial. Cuando llego a la puerta de la Sala de Guardia, me estremezco viendo una gigantesca pirámide de churros. El vendedor, sonriente, está sintonizando una radio. Vende churros con la misma rapidez que si los regalara.
Adentro, más de cien personas aguardan, sentadas y cómodas, casi en silencio, más allá de los gritos de los niños, más allá de la ansiedad, más allá del momento. Una sola televisión, un solo aparato. Y, cuando comienza el partido, alguien se comide para levantar el volumen.
Vendrá el primer gol y el festejo casi unánime, el grito que despierta a más de un bebé, así que se mezclan los llantos de los cachorros con la alegría y las risas de mamás y papás que, por momentos, parecen olvidarse de los infantes. Claro que dura muy poco, porque los bebés se imponen con los gritos, acallados en algunos casos por unas oportunas mamaderas y pechos con leche materna de verdad.
Entre tanto piberío, médicos, personal de limpieza y algún curioso como este Quedado se quedan prendidos a la tele. Sólo que, cuando llega el descuento de los coreanos, parece que entra un poco de más de viento frío por la gigantesca puerta.
Por las dudas, este Quedado Especial decide volver a la redacción, pero antes, ¿Por qué no un poco de calle Corrientes? En Ouro Preto habrá lugar para un café de parado, para las quejas incipientes, para el naciente temor de la complicación. Que si no está Verón, que Diego, que...
Después vinieron los goles de Higuaín, el festejo, el abrazo con los desconocidos, los autos que aparecieron quien sabe de dónde, los bocinazos, la confianza recuperada –si es que alguna vez se perdió-, los cálculos sobre lo que vendrá y, por supuesto, las banderas y el giro alrededor del Obelisco.
Y, si, ahora empieza lo mejor. Y mientras nos vamos pateando un poco por Corrientes, recién notamos que empiezan a abrir las librerías y otros negocios. Y es cierto, ¿para qué antes? Si este jueves 17 de junio a la mañana solamente hubo lugar para el sol alegrando la mañana y para la Selección, llenándola de goles.