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Victoria con récord

Con el triunfo 4-1 ante Corea, Argentina alcanzó un hito en su recorrido mundialista: 8 partidos sin perder. Ilusiones y cautela.

Por Diego Borinsky ·

17 de junio de 2010






Este 4-1 a Corea del Sur no sólo sirve para acariciar la clasificación sino que marca un nuevo hito en el recorrido mundialista de Argentina: acaba de hilvanar 8 encuentros sin derrotas, superando la marca vigente de México 86, los 7 partidos enmarcados entre la derrota de despedida en España 82 y la derrota de bienvenida en Italia 90. Sumando el triste empate con Suecia de 2002, los 5 partidos invictos de 2006 y las dos victorias de esta Copa, se consuma este nuevo record. ¿Somos la nueva potencia mundial del universo? No. Apreciando la mitad vacía del vaso, se puede decir también que en esa racha, no se pudo superar a ningún “pesado”. Dos victorias por la mínima ante africanos, un par de empates insulsos y el 6-0 a Serbia y Montenegro. No se logró vencer a Alemania hace 4 años, como tampoco doblegar a México en los 90 reglamentarios, como tampoco se consiguió ganarle a Inglaterra ni a Holanda en el 98 y ni siquiera a Rumania en el 94.


Del éxito a la agonía oscila nuestra historia, canta la Bersuit. Esquizofrénicos, bipolares, los argentinos vemos esta primera tanda de partidos de los 32 equipos y creemos, o comentamos, con aire de superioridad: no hay nada, no hay cucos, ¡es fácil ganar el Mundial! Un segundo más tarde, miramos en el espejito retrovisor los últimos 24 años y clavamos el freno: ¡Es muy difícil ganar un Mundial! Sí: es difícil.

Argentina siempre presentó buenos, muy buenos y hasta excelentes jugadores en los últimos 4 Mundiales. Nunca tuvo un fuoriclasse. Hoy sí lo tiene. Con Messi entero, el barrilete no puede menor que subir y volar a la altura de las ilusiones. Pero ojo: si la mínima distracción ante un rival limitado pone el partido en zona de riesgo (no olvidemos que el 2-2 podría haber llegado tranquilamente), para levantar la Copa pesa tanto la Sociedad Eléctrica de los Talentos Abundantes que te liquida en un arranque vertigonoso como la rigurosidad y concentración de los acompañantes.