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De terror

Los controles de seguridad dan pena. Parecen funcionar sólo para mostrar que se trabaja, pero en realidad tienen displicencia y groseras fallas.

Por Martín Mazur ·

12 de junio de 2010
Imagen ABURRIDOS. Tres policías en el centro de prensa de Ellis Park. De fondo, el detector fantasma.
ABURRIDOS. Tres policías en el centro de prensa de Ellis Park. De fondo, el detector fantasma.
Control de seguridad para entrar al estadio Soccer City. Una señora, con una mascota de peluche de un metro de largo, nota que el muñeco no entra en la cinta para el escáner de rayos X. La fila, mientras tanto, se va haciendo larga. “Sonamos, de acá no nos vamos más”, pienso. Pero como la mascota no cabe sin una mutilación múltiple, el muñeco finalmente pasa por un costado, sin control alguno.

“Venga, pase por acá”, me indica una señorita en ese inglés con mucho acento africano. “Por acá” es otro de esos detectores de metales como los de los aeropuertos, que acababa de abrir para descomprimir el atasco. El aparato es el último de una fila de cuatro. Me pide que me saque el celular del bolsillo. También dejo las monedas, en una bandejita. Hasta ahí, todo normal. Lo raro es cuando noto que la cinta del escáner aquí directamente no funciona. “El bolso, por acá”, me dice, extendiendo las manos para que se lo dé. “Sonamos, control manual, de acá no nos vamos más”, pienso mirando a nuestro fotógrafo, que venía detrás con tres bolsos repletos de equipo. Paso por debajo del detector. No suena.

Del otro lado, la chica me espera para entregarme el bolso. Sin revisar, como si fuera la monedita de 5 Rand que acababa de dejar en la bandejita. El mismo procedimiento –ridículo por donde se lo mire– se repite con el fotógrafo, con Perugino y con los que vienen detrás. Al rato, para ingresar al centro de prensa, se da otra situación extraña: a varios hinchas les abren un portón para salir a una de las calles aledañas. El portón queda abierto. “Vení, probemos por acá”, le digo a Perugino. Pasamos como por un tubo, sin que nadie nos pida ni la credencial. A nuestra derecha, vemos que para ingresar a esa zona, en realidad había que pasar otro checkpoint de seguridad, con los famosos detectores de metales. Nosotros ya estamos adentro con dos bolsos cada uno.

Al regreso al auto, luego del partido, el fotógrafo nos dice: “¿Ven esta foto de unos hinchas con la camiseta de Boca? Estaban enloquecidos, no lo podían creer. ¡Se habían colado! Dicen que se fueron metiendo, mirando para abajo, cerca de otra gente, y que de repente quedaron adentro de la cancha. ¡En el partido inaugural de un Mundial!”. El asombro de ellos es el nuestro.

Ya es día siguiente y estamos entrando al Ellis Park para ver a Argentina. El equipo de El Gráfico llega seis horas y media antes del partido. Y los aparatos de seguridad aún no están prendidos. “Pase, no funciona”, nos dice el guardia, cuando comenzábamos a vaciar nuestros bolsillos. Un par de horas más tarde, en el mismo punto de control, algunos cronistas tienen que abrir sus bolsos, mostrar sus computadoras, anotar el número de serie. Un periodista de televisión miente: “No, en el bolso no tengo computadora”. Y lo dejan pasar sin abrírselo.

Así funciona la custodia del evento deportivo más visto en el mundo. La primera reflexión y la última no son muy distintas: Así, sonamos.