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Eduardo Tuzzio: "Tenía que quemar una etapa"

Por primera vez habla del golpe que significó su conflicto con Ameli, y también de su traumática salida de River como culpable de todos los males.

Por Redacción EG ·

27 de abril de 2010
Nota publicada en la edición Abril de 2010 de la revista El Gráfico

Imagen LA FOTO que simboliza como ninguna la victoria de Tuzzio: gol a Chacarita, 1-0.
LA FOTO que simboliza como ninguna la victoria de Tuzzio: gol a Chacarita, 1-0.
SI LAS FOTOS HABLARAN, el salto de Eduardo Nicolás Tuzzio que fue tapa de todos los diarios el domingo 14 de marzo lo diría todo. Pocas imágenes como el festejo del gol a Chacarita sintetizan con tanta fidelidad el triunfo de un hombre que hizo de su vida una obstinada carrera de obstáculos contra la adversidad.

El puño apretado perforando el aire, la vena hinchada, el cuello tenso, la boca abierta, la mirada clavada adelante pero viendo hacia atrás al mismo tiempo, el impulso que lo eleva, el grito que grita “gol” y algunas otras cosas más que no se escuchan pero están, conforman el cuadro de un hombre que logró salir airoso otra vez de una situación límite, casi terminal.

Hace poco menos de un año, Tuzzio era prácticamente un ex jugador, el culpable de todos los males padecidos por el River cola del Apertura 08, el “líder de salita azul” (Aguilar dixit) que iba a encabezar la purga masiva de un plantel que al final sólo lo tuvo a él como exclusivo “culpable”. Lo que pasó desde entonces es conocido: River siguió penando en los bajos fondos de las tablas y Tuzzio, al borde de los 36 años, se fue ganando un lugar cada vez más influyente en el equipo de Independiente que si no gana el actual campeonato, al menos lo peleará hasta las últimas fechas.

No fue aquella salida de River la prueba más difícil que le puso el fútbol (y la vida) por delante.
El lo sabe. Y por eso, tras dos horas de entrevista, terminará, distendido y sincero: “Es la primera vez que hablo de este tema en cinco años, pero bueno, en algún momento tenía que hacerlo”. Y lo hizo.

Aquí está Tuzzio, con este nuevo look de barba y bigote que le suma un toque intelectual a esos silencios que preceden a cada una de sus respuestas largamente pensadas, y que aparentan no desaparecer (la barba y el bigote), hasta que se cumpla el objetivo, por aquel viejo vicio de las cábalas. Carolina, primero amiga, luego novia y hoy madre de su hija Julieta, vital en la reconstrucción de la vida de nuestro personaje, ofrece café y acepta la invitación para la foto tras un cruce de miradas que preguntan y se responden “sí”, cómplices, en el aire.

Pero ya habrá tiempo para charlar de eso, porque el fútbol está primero.

-¿A Gallego lo conocías?
-No, es la primera vez que lo tengo. Yo vine con Santoro, pero se fue al poco tiempo y el Tolo me quiso desde el primer momento, así que me puso muy contento su confianza. Apenas arranqué estuve dos meses parado porque me quebré un dedo de la mano, fui al banco un par de veces, después Matheu salió por cinco amarillas, y cuando Carlitos volvió, Gallego me pidió si podía ir de cuatro, y como quería jugar, le dije que sí y quedé en el equipo.

-Total, te cambiaron tantas veces...
-Es cierto. De chico yo jugaba de cinco, siempre me gustó el contacto con la pelota, y en el medio jugás más. De hecho, a San Lorenzo me fui a probar de cinco, después me corrieron de seis, más tarde de dos, y ahí quedé, con algún movimiento hacia las bandas, hasta que llegó Pellegrini y me puso de doble cinco con Michelini, y ese lugar me encantó.

-Estábamos con el Tolo.
-No se le escapa un detalle. En nada. Venís caminando con una zapatilla desatada, te para y te pregunta: “¿Por qué tenés así las zapatillas?“. Mira todo. Y además, sabe. Antes de los partidos te dice: hay que atacar por acá, ojo con esto y después las cosas se dan tal cual.

-¿Con Menotti habías tenido contacto?
-Tampoco, nunca había charlado con él, y la verdad: hablar con el Flaco es un sueño, terrible, no te cansás de escucharlo. Y habla de todo, no sólo de fútbol sino también de la vida.

-¿Qué te marcó a vos?
-Me recalcó que, por mi experiencia, todas las cosas que haga van a ser observadas por los más jóvenes, que los chicos miran todo el tiempo. El Flaco transmite mucha tranquilidad.

-¿Cómo evaluás tu nivel? ¿Estás mejor de lo que imaginabas o nunca dudaste de vos?
-Me siento muy bien, contento, sumamente agradecido a Independiente por darme esta oportunidad. Después de salir de River, para mí era un desafío muy grande...

Imagen EL NUEVO look de barba y bigote, que ya es cábala. Asistencia perfecta hasta la fecha 10.
EL NUEVO look de barba y bigote, que ya es cábala. Asistencia perfecta hasta la fecha 10.
-Sobre todo por cómo te fuiste de River.
-Es cierto: más por cómo me fui, era un desafío no sólo para mí sino para el presidente Comparada, también para Santoro, y creo que estoy haciendo las cosas bien, me siento cómodo y querido por la gente de Independiente.

-En general, te hiciste querer en todos los clubes; siempre con tu perfil bajo.
-Puede ser, sin hacer tantas declaraciones, porque no soy de hablar mucho, me hice un lugar en la gente. Acá ya me ovacionaron un par de veces. Imagino que será por la entrega, por el sacrificio y las ganas. También está el azar, si uno se lesiona y no juega, se complica.

-En River te alentaron hasta cuando metiste un gol en contra.
-Gol no, ¡golazo! Contra Banfield, vino la pelota, Carrizo me gritó, no lo escuché y se la tiré de cabeza a un palo, pero él venía saliendo por otro lado. Mis compañeros me cargaban: decían que la paré como Zidane, porque era un pelotazo largo que bajé en el aire, y que definí como Tuzzio, abajo. Fue el 1-1, después terminamos ganando, pero en ese momento la gente coreó mi nombre para respaldarme. Siempre me sentí apoyado por la gente.

-¿Físicamente, cómo estás?
-Bien, me cuesta un día más la recuperación. Cuando al otro día del partido estoy cansado y nos dan libre, salgo a trotar para lavarme un poquito, para sentirme mejor al día siguiente, que es el peor, porque el cansancio se nota a las 48 horas del partido. También a esta altura, ya cerca de los 36, se sienten más los golpes, porque no sólo los delanteros y los habilidosos ligan, los defensores también recibimos, eh.

-Diste la vuelta en River y San Lorenzo, ¿percibís que en Independiente se está gestando un equipo campeón?
-Estamos muy bien, se nota que vamos por el buen camino, el ánimo lo tenemos bien alto, somos casi los mismos del torneo pasado. Falta concretarlo.

CONCRETAR UNA ENTREVISTA con Tuzzio no es sencillo. Nunca lo fue. Es una figurita difícil en el álbum. Puede dar fe una larga lista de periodistas, que suman más rebotes que Manu Ginóbili.

-En el archivo hay sólo dos recortes tuyos desde que llegaste a Independiente, ¿estás enojado con la prensa?
-No, no estoy enojado, es algo interno que tengo, por ahí es un error mío, no sé.

-¿Te piden notas y vos decís que no, o ni siquiera te piden?
-Las dos cosas, porque me imagino a los periodistas que me piden notas y se deben cansar de que les diga que no. Tiene que ver con mi timidez, por un lado, también con que si le doy a un programa le tengo que dar al otro del mismo nivel porque si no se ofenden, y porque tampoco me banco demasiado las reglas del juego, que digan que sos un fenómeno si jugás bien un partido o que no podés patear más una pelota si anduviste mal, que te suban y te hundan con tanta liviandad. Debo admitir, además, que frente a las cámaras me pongo nervioso. Tendría menos nervios en la final de un Mundial que ante una cámara.

-Después del último River-Boca, casi te vas a las manos con un periodista de Olé.
-Era un momento complicado y de repente veo que sale bien grande en el diario la frase... eh... ¿se puede decir?... “Tuzzio, la concha de tu madre”, como que me lo había dicho Ojeda a mí por perder la marca de Viatri en el gol. Entonces, primero que no fue así. Y segundo, o primero en realidad, que yo tengo a mi vieja, imaginate que lo lee, lo que puede sentir. No me quiero hacer el Riquelme tampoco, eh (se ríe, demuestra que por un momento puede salir de su habitual seriedad y formalismo), pero fue muy feo. Mi vieja es un ejemplo de vida: sigue trabajando en una escuela del Barrio Illia, cerca de Flores, el barrio donde yo me crié. Le hablo para jubilarla, pero ella no quiere saber nada. Hace de portera, de secretaria, lleva cosas, no falta nunca.

-Estuviste a un paso de las piñas, se te hubiera complicado todo...
-Sí, estaba muy caliente y vi pasar al periodista que lo escribió, entonces lo encaré, me le puse cara a cara y le grité: “¿Qué pasa si yo te digo 'la concha de tu madre?'”. Me sacaron mis compañeros y se terminó, después me arrepentí y le pedí disculpas, pero en ese momento me zafé, pocas veces me pasa, porque soy una persona tranquila. Hubiera sido complicado si me agarraba a trompadas con un periodista.

-¿En River pagaste los platos rotos por el último puesto?
-Y... sí, a alguien le tenían que echar la culpa, alguien se tenía que hacer responsable del último puesto. Alguna cabeza tenía que rodar y fue la mía, sí, pero bueno, el tiempo después... Estuve mal, muy mal, como 20 días.

-¿Por qué?
-Estaba triste, sentía una gran tristeza por la forma en que me fui. River me dio muchísimo a mí, y en el balance ganan ampliamente las cosas positivas sobre las negativas, los recuerdos, los amigos, los títulos, pero la negativa fue la última y fue muy fuerte, me tuve que ir aunque me quedara un año de contrato.

-¿Te pidieron que te fueras?
-Ningún dirigente me dijo nada, todo fue por intermedio de la prensa. Así me enteraba de las cosas, leía que estaban cansados de los líderes de escritorio. Eso salió de adentro del club, también el periodismo tenía que echarle la culpa a alguien y yo, como capitán, debí asumirlo y me tuve que ir.

-¿Vos decidiste irte?
-Con lo que se comentaba iba a tener que luchar contra todo el mundo, contra los medios, contra los dirigentes, estaba claro que ya no querían que siguiera y yo tampoco quería estar en un lugar donde no me quisieran.

Imagen EN FAMILIA. Con Carolina, su nueva mujer, y sus tres hijos: Franco, Julieta y Juan Ignacio.
EN FAMILIA. Con Carolina, su nueva mujer, y sus tres hijos: Franco, Julieta y Juan Ignacio.
-Pero nunca te lo dijeron.
-No, no tuve ninguna llamada de los dirigentes. Nadie vino a decirme: “Mirá, Eduardo, no queremos que estés más acá”, como pasa en general. No hubo ni una llamada, ni un “Gracias”, ni un “Hasta acá llegaste”. Nada. Eso me dejó mal, porque yo tenía un trato fluido con ellos. Así que me junté con Leo (Rodríguez) y me aconsejó que lo mejor era salir.

-Ahí quedaste como el malo de la película, pero River siguió por el tobogán y vos te recuperaste, ¿lo tomaste como un triunfo?
-Independiente me hizo revivir como jugador, como persona, me hizo sentir que servía, que podía seguir jugando al fútbol. Yo dudaba. Después de tantos años en una institución como River, había pensado en retirarme ahí, me habían renovado por tres años el contrato, todavía me quedaba uno... Fue difícil,  estuve 20 días mal, muy triste, pensé en no jugar más al fútbol, se te cruza todo por la cabeza, pero por suerte no se concretó. Apareció la chance de Independiente, también de México, Garnero me pidió para Arsenal...

-¿Y por qué elegiste Independiente?
-Porque es un equipo grande y porque además Pusineri, Mareque y el Rolfi, a los que conocía bien, me llamaban para que fuera. Y la verdad es que no me equivoqué... Y no se equivocaron ellos tampoco (risas). Hice un contrato por dos años y me lo acaban de renovar por uno más, así que tengo hasta fines del 2011.

-¿Llegás? Vas a tener 37...
-Espero que sí. Por ahí necesito ponerme varias cintitas más como las que tengo en la rodilla, una en el hombro, otra en la cintura, en las piernas, yo qué sé, espero mantener el nivel y llegar bien, seguir lo más arriba posible.

DE CHICO, el niño Eduardo, el mayor de seis hermanos, también aspiraba a llegar lo más arriba posible. No en el sentido figurado. El fútbol todavía aparecía demasiado lejano en su horizonte, apenas si era un pasatiempo de barrio, pero el niño Eduardo soñaba con aviones, con arreglar los motores de esas máquinas que veía surcar el cielo. Por eso hacia allí apuntó sus estudios y se recibió de técnico mecánico. A los 18 años, sin embargo, debió pilotear su primer aterrizaje de emergencia.

-Tu vida tiene mucho más de sacrificio que de flores, de remarla antes que de disfrutarla, ¿no es cierto?
-Siempre, sí, es verdad.

-¿Cuál fue el golpe más duro?
-La muerte de mi viejo. Yo tenía 18 años, estaba en la tercera de San Lorenzo y todavía estudiaba. El viejo fumaba mucho, se le taparon los pulmones y tuvo un paro cardiorrespiratorio. En ese momento yo era un pibe, a los 18 años uno se lleva el mundo por delante, no le importa nada y es feliz, pero de repente sentí que se me movía todo la estantería, el piso donde estaba parado, no encontraba explicación, no tenía nada porque mi viejo se me había ido, así que dejé el colegio, dejé San Lorenzo, dejé el fútbol, y me encerré en mi casa. No quería ir a ningún lado.

-¿Te seguía mucho tu viejo en el fútbol?
-Sí, sí, iba, lo que siempre me acuerdo es que por ahí jugábamos muy bien los partidos, yo me sentía re bien y cuando volvíamos me comentaba: “Viste la jugada esa en que te pasaron por acá; bueno, ahí no cerraste bien”. Estaba en todos los detalles, por eso ahora yo sigo pendiente de todos los detalles.

-Te dejó ese mensaje.
-Claro, me dejó ese mensaje. Lo único que me quedó como bronca es que no me pudo ver jugar en Primera División, porque él falleció en el 92, cuando estaba en Tercera, y yo debuté en el 93, unos meses después. Una pena, no llegó por poquito, pero seguramente desde algún lado me debe haber visto.

-¿Cómo saliste de esa?
-Venía mucha gente a casa, gente del colegio, de San Lorenzo, el técnico de las Inferiores, Peti Domínguez; también compañeros, me decían “Venite, no seas boludo”. Yo no tenía ganas, no sentía hacer nada, pero me habló mi mamá, me dijo que tenía que levantar la cabeza por mis hermanos, porque somos seis y yo era el más grande, pensá que tenía hermanitos de 4 años en ese momento, y me fui dando cuenta de que debía dar el ejemplo y no podía estar así, bajoneado, entonces volví.

-¿Tu hijita de un año ya está bien?
-Sí, por suerte sí, ¡pobre Julieta, tragó líquido amniótico en el parto y tuvieron que ponerle oxígeno! Cuando se lo sacaron, le quedó como una costrita en la garganta y la tuvieron que operar, aunque por suerte fue una operación sencilla. ¡Qué susto! Ahora está todo bien. Franco, que tiene 10, y Juan Ignacio, de 7, mis otros hijos, la miman mucho.

-Y en el fútbol, ¿cuál fue el golpe más duro?
-Y... lo de River, cuando me tuve que ir, me costó. Si hasta pensé en dejar de jugar, como te comentaba antes.

-¿Cuánto te afectó el conflicto que tuviste con Ameli en 2005?
-Ahí me fui a Mallorca, que fue muy importante para mí. En ese momento yo sentía que me tenía que ir del país sí o sí, estaba muy mal, necesitaba salir, cambiar de aire. Mirá que dejaba a mis hijos y todo, eh, porque me fui solo, pero era una decisión que debía tomar, no tenía alternativas.

-El ambiente estaba pendiente de todo lo que hicieras.
-Sí, miraban todos, viste, fue difícil.

Imagen CINCO de las camisetas que usó en su carrera, en una sala de su casa.
CINCO de las camisetas que usó en su carrera, en una sala de su casa.
-Tuviste un cruce con Barijho en la cancha.
-Esas son cosas del fútbol que quedan adentro de la cancha, afuera no pasa nada.

-Pero ahí habrás pensado: me tengo que ir.
-Sí, para estar bien y equilibrado, dije “Me tengo que ir”. Insisto: fue una decisión durísima, pero me hizo muy bien, me hizo crecer como persona. Fui solo, después tuve a mis hijos unos 20 días. Mi mujer fue, pero ya nos habíamos separado. Me hizo muy bien estar allá. Obviamente me ayudaron muchos mis compañeros, sobre todo los argentinos. Estaban Guille Pereyra, Maciel, el Kily Peralta, Jonás Gutiérrez, que es un personaje muy divertido, chistoso, las familias de todos me ofrecieron sus hogares para que me alojara.

-¿Cómo te recuperaste? ¿Cómo renaciste?
-Y... es que allá nadie sabía nada, entonces era uno más, mis compañeros me acompañaron y fue pasando, fue pasando, y después ya vine muy bien y quedó superado el tema, porque crecí también, crecí bastante, de eso me di cuenta. Tenía que quemar esa etapa, superarla. Y por suerte pude hacerlo.

-No jugaste mucho en España.
-Llegué y al poco tiempo me pisaron el tobillo en un loco, y me rompí uno de los tres ligamentos, y el otro se rompió parcialmente, zafé por poquito de la operación pero tardé más de dos meses en volver a entrenarme. Y al poco tiempo me desgarré y otra vez afuera.

-Te pasó la factura el estrés, por lo vivido.
-Claro, todo influyó, obviamente.

-¿Quiénes fueron de fierro?
-Y... mis amigos del fútbol. Leo, claro, que es amigo y hoy es mi representante, Michelini, Pusineri, Romeo, también mis amigos de toda la vida, los de barrio Illia, Pedro, Fredy, Jorge, Fabián de Lanús. Y Carolina, por supuesto, que primero fue amiga y puso la oreja, y supo escucharme y bancarme, y hoy es mi señora y la madre de Julieta.

-¿Con Ameli no volviste a hablar?
-Nunca más.

-¿Te sorprendió que, salvo unos pocos partidos en Colón, no jugara más al fútbol? Como que el ambiente del fútbol le hizo la cruz.
-Es un tema de él, no es un tema mío.

-¿Con Astrada cómo quedaste? El declaró que estaba enojado con vos y con Ameli.
-A Astrada lo vi en el casamiento de Franco Costanzo, después de volver de Mallorca, estuvimos bien, charlamos, pero no tocamos ese tema. El fútbol es así: tuvo que tomar decisiones y las tomó. Y yo las respeté.

-¿Vos sentís que el periodismo trató con respeto este tema o más o menos?
-De entrada era una bomba todo, obviamente, después se fue apagando, apagando y bueno, ya está, ya pasó, era cuestión de tiempo también, como todo en la vida, como todo lo malo que te pasa es cuestión de tiempo. Hasta ahora nunca había hablado de este tema tampoco, pero bueno, en algún momento debía hacerlo.

ASI LO HIZO, con naturalidad, como si se sacara al mismo tiempo un peso de encima. Lo contó sin estridencias ni detalles morbosos, con su estilo, porque Eduardo Nicolás Tuzzio habla poco, y lo hace en voz baja, pero pisa fuerte, con determinación. La misma que empleó allá lejos y hace tiempo para salir del encierro de su casa y marcarles el camino a sus hermanos pese a la muerte del padre, la misma que lo impulsó a irse de River aunque aún tuviera un contrato vigente y nadie se animara a echarlo de frente, la misma que lo llevó a cortar de raíz con su esposa y uno de sus mejores amigos porque de ciertas traiciones no se puede volver jamás, la misma que lo estimuló a construir esta nueva vida después del abismo y a lanzarlo a ese salto de gol, que lo dice todo en una foto.

Por Diego Borinsky / fotos: Jorge Dominelli