(sin categoría)

Viatri: "Ojalá sea el sucesor de Palermo"

Mientras un ídolo de la estatura de Palermo recorre el final de su carrera, Boca duerme tranquilo porque ya tiene la cuota de gol garantizada. El Narigón la peleó desde abajo y hasta tuvo que emigrar al exterior para foguearse, pero su producción en el Apertura 08, sumada al olfato y la capacidad técnica, lo dejaron en la dulce espera

Por Redacción EG ·

08 de abril de 2010
Nota publicada en la edición Marzo de 2010 de la revista El Gráfico

Imagen DESDE que debutó, Viatri gritó 14 goles con la camiseta de Boca.
DESDE que debutó, Viatri gritó 14 goles con la camiseta de Boca.
ERA IMPOSIBLE que debutara en la Primera de Boca. O mejor dicho: sólo una fatalidad podría haberlo generado. Aquí no entraban en discusión sus condiciones, su potencial, su agilidad para resolver en la zona caliente, su olfato goleador, ni nada. La raíz del problema pasaba por otro lado. Resultaba una locura que se plantara, aunque sea por un ratito, unos minutos al menos, como nueve xeneize. Dos pesos pesado figuraban delante de él: Martín Palermo –capitán, referente, símbolo, ídolo, eterno demoledor de redes–, y Mauro Boselli, otro que lleva el gol en la sangre, que estaba ahí, listo para tener continuidad, aquella que nunca llegó de manera real. El mecanismo no escondía secretos. Mientras el Titán agigantaba su estadística y se perfilaba para pelear por el trono de mayor goleador de la historia del club, el pobre Mauro la veía pasar desde el banco, pese a que rendía cada dos por tres. Tan tapado como un jacuzzi preparado para un baño de inmersión, la situación se tornaba más grave aún porque no jugaba ni en Reserva. Lucas Pratto era el elegido. El sistema había colapsado en Casa Amarilla. “Sos chico, mirás para arriba y decís acá no me van a poner nunca. Debía buscarme otro club. Los dirigentes no me pusieron ninguna traba, al contrario. Fui a préstamo al Emelec de Ecuador, hace tres años, y ahí realicé mis primeros partidos en Primera. A los seis meses, caí en Unión Maracaibo, en Venezuela. Aprendí a desenvolverme en torneos duros y me trataron bárbaro”, recuerda Lucas Viatri, que aceptó las reglas sin chistar.  
De regreso en el país, se entrenó como siempre en el club de sus amores y lo sorprendieron como nunca en marzo de 2008. “Creyeron que había robado en una peluquería y me comí un mes preso, por error. No se lo deseo a nadie. Es lo más feo que existe. Sabía que no había hecho nada y estaba tranquilo. Por suerte, lo compartí con mi hermano y un amigo. No sufrí porque no me iban a dañar. Por más que no sea conocido, soy jugador de Boca y el escudo del club se respeta. Mi familia la pasó feo, pero salimos adelante. Fue una piedra que me puso la vida y la gambeteé –adelanta–. Ahora tengo que cumplir el año y pico que me falta para terminar con las tareas comunitarias. Colaboro con los chicos del club El Gringo, que está en el barrio Libertador. Estoy con ellos, les regalo conos, pecheras; comemos juntos. Mi idea es que se sientan reflejados en mí. De chico era como ellos y hoy juego en Boca”.
Ni el más optimista hubiera pensado que se le abriría una oportunidad tan rápido en el equipo. Pero de la ilusión también se vive. El Narigón, como lo conocen en el plantel, dio señales a cuentagotas recién en mayo: se presentó en sociedad xeneize ante Racing y marcó su primera conquista frente a Vélez, a cinco minutos de sustituir a Leandro Gracián.
Como si fuera un paracaidista que se ubica, quizás sin querer queriendo, delante de la puerta divina, estuvo en el lugar justo en el momento indicado a mediados de 2008. Con el pase consumado de Boselli a Estudiantes, el camino comenzó a simplificarse y los hechos sucedieron en efecto dominó. En agosto, le anotó a Barcelona en el Camp Nou y luego Palermo se rompió los ligamentos cruzados, por segunda vez en su carrera. “Se dio una desgracia con suerte, porque se lesionó Martín, a quien nosotros respetamos al igual que el hincha que tanto lo quiere. Y dentro de la mala, se produjo una experiencia nueva para mí. Imaginaba con qué me iba a encontrar. Tuve a un entrenador como Ischia, que me dio confianza, y a compañeros que me apoyaron”, asegura. El encuentro de vuelta de la final de la Recopa Sudamericana ante Arsenal no sólo le valió el título, sino también significó su bautismo sin el fantasma del Loco. Fiel a su estilo, Martín accionó como en la cancha, como un fenómeno. “Me llamó y me dijo que no tenía que ser héroe, que no reemplazaba a nadie y que jugara tranquilo. Fue un respaldo impresionante”, revela el atacante, que está próximo a cumplir 23 años.
Así como se metió entre los titulares, se le abrió el arco en el Apertura 08. Sus ocho goles colaboraron para encaminar a la institución hacia la corona. “Primero elijo el gol a River, porque estábamos en un mal momento, a 11 puntos de San Lorenzo, el líder, y era ganar para repuntar o perderlo todo. Después, no me olvido del gol a San Lorenzo en el triangular final. Demostramos que los pibes también podemos ganar campeonatos. Igual, tuvimos a jugadores experimentados como Román, Ibarra, Battaglia. Había que parar la oreja y hacerles caso”, afirma.     

Imagen EL CAMBIO polémico. Viatri reemplaza a Martín Palermo en el empate ante Atlético Tucumán.
EL CAMBIO polémico. Viatri reemplaza a Martín Palermo en el empate ante Atlético Tucumán.
EN EL MUNDO BOCA, su apellido suena fuerte. Ya no es el pibe al que opacaron en Reserva; ahora es el pibe que se vistió de goleador xeneize en el último título del club; ahora es el pibe que hizo delirar a La 12; ahora es el pibe que debe aguardar su turno porque adelante tiene a un monstruo como Palermo, que denota vigencia; ya es el futuro nueve boquense. “Ojalá sea el sucesor de Martín. Es difícil jugar teniéndolo a él. Ahora me toca esperar, tener paciencia. Espero que la gente del club piense en mí el día que él decida retirarse. Tenemos características similares: somos nueves de área y podemos jugar juntos, si se arma un esquema que nos favorezca. Quizás a mí me gusta tirarme un poquito más atrás, pero él está donde cae la pelota, y sabés que va adentro... Es un goleador espectacular, un manual en el puesto. Lo miro y me fijo en sus movimientos, en sus descargas rápidas, en sus cabezazos. Cuando uno lo tiene al lado, le llama la atención. Así como lo veo a Martín, también lo miro a Román. Son grandes jugadores que ganaron todo acá”, sentencia.
Asombra la capacidad de pases a la red del Loco. Diego Maradona, entrenador de la Selección, quien reconoció que está en un 80 por ciento en su lista mundialista, lo definió en cuatro palabras: “Palermo tiene un imán”. Lucas, sin duda, coincide con la óptica del Diez: “Pareciera que lo tiene en la cabeza y en los pies. Se lo voy a pedir cuando no juegue más”. Si bien su estadística aún no llega a los talones del Titán, son parte de la misma raza, exclusiva para privilegiados. “Goleador se nace. Uno lo trae de chico para trabajarlo de grande”, resume.
El sinuoso presente xeneize acumula fastidio. La Bombonera tiembla, pero de reproches. Abel Alves, entrenador que reemplazó a Alfio Basile en el cargo antes del arranque del Clausura 10, tiró al tacho los números frente a Atlético Tucumán. Afuera Palermo, que no salía hace 12 años con Boca igualando en cero, y Viatri adentro. “Me sorprendió el cambio cuando me lo dijeron. El Chueco está al frente del grupo y habrá visto que debía sacar a Martín y no a otro jugador. Son decisiones que se toman rápido dentro de un partido apretado, que necesitábamos ganar”, sostiene.
Más allá de la curva descendente que atraviesa el equipo, Viatri es autocrítico: “Estamos en un mal momento. Tenemos juego, un gran plantel; defendemos bien, pero no se nos dan los resultados. Sería bueno conseguir dos o tres victorias para levantar. El hincha nos banca, porque si no hoy nos insultaría, y eso no pasa. Me da bronca no darle triunfos a la gente; me cuesta no vernos en la Libertadores. Boca la ganó un montón de veces, nos clasificábamos como si nada, y ahora no participamos. Es la realidad que nos toca y hay que vivir con eso”.
Amante de la pesca y la caza, acredita un balinazo en la espalda –obra casual a su hermano Sebastián, a través de una pistola de aire comprimido– y el permiso para portar una escopeta en momentos de recreación. Su vínculo con el fútbol no sólo se gestó a los tres años, cuando corría detrás de la pelota, sino también por herencia familiar. Papá Raúl aguantó hasta la Reserva de Estudiantes de Buenos Aires y abandonó por trabajo. “El soñaba con que alguno de sus hijos estuviera en la Primera de algún club”, señala. Unión Cultural lo cobijó desde la cuna. Después, ancló en Parque y conoció a Ramón Maddoni, que lo llevó de Argentinos a Boca, una vez que Mauricio Macri lo contrató para dirigir a las Infantiles. “Soy hincha de Boca y ni lo dudé cuando Ramón me lo propuso. El me encontró el puesto. Jugaba en el medio en el baby y en Argentinos, ni bien pisé la cancha de 11, me puso de nueve”, lanza.

Imagen UNA POSE divertida en el Museo del Hincha, a metros de la bombonera.
UNA POSE divertida en el Museo del Hincha, a metros de la bombonera.
LAS MALAS actuaciones a nivel individual y colectivo, el desgaste de un cuerpo técnico que mutó de salvador a villano, la división de aguas del propio plantel, la fecha de vencimiento que les etiquetaron a los históricos y la feroz interna de los dirigentes, explotó este año. Renunciaron Basile, sus colaboradores y Carlos Bianchi, el manager. Asumió Alves y no demoró en correr del once inicial a dos experimentados: Roberto Abbondanzieri, que ya partió hacia Inter de Porto Alegre, y Hugo Ibarra, que da batalla desde el silencio, pese a que Román lo avale como el mejor lateral por derecha de la Argentina en sus declaraciones. “Son decisiones del entrenador. Hay que respetarlo y mirar para adelante. El equipo atraviesa una situación delicada”, explica Lucas.
 -¿Palermo y Riquelme son intocables?
-No, no. Cada vez que les tocó salir no hubo ningún problema. Previo al cambio frente a los tucumanos, la gente decía que tenía que entrar yo y que también se quedara Martín. Al Chueco le pareció otra cosa. Son decisiones y listo.
-¿Qué le brinda Román a tu juego?
-Le aporta más al equipo que a mí. La pelota pasa por sus pies. Es la cabeza, un crack, un distinto. A uno le da gusto mirarlo por lo que hace en el campo. Piensa un segundo antes que cualquiera, ya sabe a quién dársela antes de recibir. Como delantero, hay que estar atento porque te pone unas pelotas raras que nadie espera.  
-¿Te duele que no vaya al Mundial de Sudáfrica por su renuncia a la Selección?
-Y, sí. Es una gran figura del mundo, uno de los mejores que tiene la Argentina hace muchos años y hoy en día. Pero él ya dio su opinión.
-¿El hincha cree que Boca tiene más material de lo que hay?
-No, no. Contamos con un potencial bárbaro. Son rachas: cuando uno viene torcido, cuesta un poco más. Sólo debemos mentalizarnos en que podemos ganar cualquier torneo que afrontemos.
-En el fútbol argentino, los hinchas se desahogan en la cancha, proyectan sus angustias y las descargan en ustedes, los jugadores. Da la sensación de que si no sos campeón, no sirve. ¿Es así?
-Boca ganó durante un largo tiempo. Si estamos seis meses sin conseguir victorias importantes, comienzan las molestias. Y con eso hay que aprender a convivir, respetando a la gente. Quizás acá los jugadores mal acostumbraron al hincha, en el buen sentido. Nosotros, por ejemplo, dimos la vuelta a fines del 2008 y parecía que no habíamos obtenido nada a principios del otro año.
-¿Qué te falta mejorar?
-Muchos aspectos, en especial la confianza. Cuando me toca entrar, debo rendir al máximo. Algunos dicen que soy joven, pero eso hay que dejarlo de lado para tomar todo de manera más seria todavía. Quiero que sepan que yo también puedo salvar partidos, ser goleador en este club y darle alegrías a la gente.

PADRE de Lautaro -de apenas cuatro años-, le restan siete materias para ponerle punto final a la Secundaria. Jura que es un chico de barrio, sano, al que no lo entretienen la noche, ni los vicios oscuros, y aclara que jamás compartió un plantel de Primera con alguien que vaya para atrás. Familiero, amigo de sus amigos, sencillo, valora la sapiencia de su maestro, Maddoni. “Ramón nos decía lo lindo que es vivir del fútbol, que se viaja mucho, que vas a hoteles importantes, que andás en los mejores autos. Tenía razón. Al margen de mi hijo, lo mejor que me pasó en la vida es jugar en Boca”, apunta.
Respecto de la temporada que hay por delante, Viatri desnuda su anhelo deportivo: “El objetivo es salir campeón, y si no, clasificarnos a las copas internacionales. Queremos ganar y que el hincha se vaya contento. La gente sabe que uno deja todo”.
El futuro llegó hace rato, por más que algunos intenten negarlo. Lucas Viatri no se desespera y entiende que es una cuestión de tiempo. Su destino se pinta en azul y oro. La sucesión ya empezó a tramitarse en Brandsen 805. Nadie sabe cuándo se hará efectiva, excepto un Loco suelto que aún tiene cuerda.

Por Dario Gurevich / Fotos: Emiliano Lasalvia