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Ignacio Piatti: "El objetivo es pelear el torneo"

Aprendió a pegarle a la pelota gracias a su abuelo Pedro, fana de Independiente, a quien hoy le devuelve parte de lo que le enseñó. Rebotó en varios clubes, pero no se rindió. Batistuta, Gallego, salvarse del descenso en Chaca, su frustrado pase a Boca, la salida conflictiva de GELP y su presente dorado en el Rojo, donde piensa ser campeón.

Por Redacción EG ·

08 de abril de 2010
Nota publicada en la edición Marzo de 2010 de la revista El Gráfico

Imagen CONSOLIDADO en un Independiente que pelea el torneo.
CONSOLIDADO en un Independiente que pelea el torneo.
SU ABUELO materno jamás se hubiera imaginado que comenzaba a darle identidad al futuro conductor del club de sus amores. A Pedro Perassi, probablemente, sólo lo conformaba que su nieto Ignacio supiera patear con las dos piernas de igual manera. A lo mejor, pretendía que incorporara un gesto técnico que lo llevaría a sacar una ventaja ya desde chico en el pueblo, General Baldissera y sus zonas aledañas con el fin de destacarse. Acaso, tenía en mente una idea menos pretenciosa y quería que se defendiera en cada picado callejero, que resolviera sin dormirse en espacio reducido. O, tal vez, su ilusión era que lo salpicara el sano vicio del juego sagrado, que aprendiera a tratar a la pelota como se merece, a respetarla, a acariciarla, a quererla hasta amarla en definitiva, como lo hacía él.
La casa de Pedro, entonces, simuló ser su refugio perfecto. Nacho se enganchó tanto con la redonda que hasta planteó enfrentamientos ante su hermano, Kelo, ocho años mayor que él, en el pasillo del domicilio de mamá Beatriz. Ellos establecieron las reglas: uno contra uno a diez goles; el perdedor debía secar los platos. El benjamín de la familia puso en evidencia su talento. Mitre, de Baldissera, significó su escuela. “Empecé a los siete u ocho años. Mi puesto era 9. Jugábamos frente a equipos de pueblos vecinos. Los partidos estaban buenos y disfrutaba compartir momentos junto a los chicos, en especial las vueltas en micro”, sintetiza Ignacio Piatti, responsable de la creación en Independiente, quien le devuelve en cancha a Pedro parte de lo que le enseñó.
Sin embargo, su antecesor todavía tiene una deuda a sus 84 años. Nunca vio jugar a su nieto, en la cancha, con la camiseta de la institución de la cual es hincha. La única vez que lo trajeron de Córdoba a Buenos Aires fue para el duelo ante Racing del Apertura 2009, pero surgió un imprevisto. “Llegó a un día del clásico y lo internamos de urgencia porque se descompuso”, explica Piatti.

ENEMIGO DE LAS POLEMICAS, amigo del repertorio que regala Juan Román Riquelme en el campo, pisó el predio de Villa Domínico a mediados del año pasado, tras destrabar su conflicto con los dirigentes de Gimnasia. Si bien no acredita patear un penal en el Maracaná, ni tiene títulos que le cubran la espalda, se ganó la confianza del técnico, Américo Gallego, y el cariño del hincha del Rojo a partir de su buen pie. El cordobés frotó la lámpara y salió el genio. “Fuimos un equipo parejo durante el Apertura. Perdimos el campeonato ante Banfield y estuvimos cerca de clasificar a la Copa. Hicimos una buena campaña y debemos mejorarla -anticipa-. No sé si soy el motor de Independiente; soy uno más. Acá todos tiramos para el mismo lado. El objetivo es pelear el torneo”.
La estadística no permite guardar mugre debajo de la alfombra. Cada vez que Piatti convirtió, al menos hasta la 4ª fecha del Clausura 2010 ante Estudiantes, el Rojo sumó de a tres puntos. De sus seis conquistas, nunca olvidará las dos a Colón en la reinauguración del estadio, ahora Libertadores de América. “Es un recuerdo hermoso. La gente siempre nos acompaña, pero esa noche me impactó: la cancha estaba llenísima. Hacer dos goles y que coreen tu nombre cuando salís es lindo. Demostré que quiero triunfar. Quedé en la historia de Independiente y mi deseo es meterme cada vez más”, sentencia el hombre que prefiere ubicarse de enlace. Y que ante Estudiantes sumó otro episodio histórico: su gol fue el 5000 de la historia de Independiente en el Profesionalismo.
Su caminar en el ambiente no es compatible con su presente. No dio la vuelta al mundo, pero tampoco estuvo lejos. Se probó en Newell´s a los 15 años, compitió en la Liga Rosarina, aunque regresó a Baldissera porque extrañaba al pago y a sus amigos. Se entrenó dos meses en Talleres, pero una prueba en la Roma detuvo su fichaje. Allí, en Italia, conoció a su ídolo, Gabriel Batistuta. “Soy un admirador de Bati. Veía sus partidos, sus goles. De hecho, mi hijo se llama Gabriel por él. Allá, me dieron ropa, un libro de Bruno Conti -referente del club-, entré como alcanzapelotas en un partido y hasta compartí comidas con Batistuta. Me faltó pedirle su camiseta; no me animé”, reconoce el futbolista de 25 años.
Su ciclo de 15 días en tierra italiana colapsó cuando afirmó que no tenía pasaporte comunitario. De ahí, su gira continuó. No se adaptó a la nieve y al frío de Turquía, mientras practicó en Galatasaray, y luego lo rebotaron en Nice, traducido como Niza, de Francia. La puerta del fútbol se le cerraba y la del trabajo en el campo, junto a papá Oscar y a Kelo, se le abría. Pero el amor es más fuerte. Apareció Chacarita y arregló de última. Llegó con edad de Cuarta y al principio no jugaba. Otra vez sopa. No obstante, Néstor Clausen, entrenador de Primera en ese momento, lo vio en un entrenamiento y lo subió al plantel superior. Debutó en la delicada campaña 2004-2005, en la que casi entierran al Funebrero en la B Metropolitana. El tanto de Piatti y la impotencia de Platense generaron que los de San Martín se mantengan en la B Nacional. “Los hinchas no nos apretaron, nos vinieron a hablar. Teníamos los huevos en la garganta; no sólo porque nos iban a matar a todos, sino porque un descenso es una marca para toda la vida. En el segundo partido de la Promoción, erramos un penal cada uno, clavé nuestro gol y empató Bergessio. Como habíamos empatado en cancha de ellos, festejamos nosotros”, advierte.
Su paso por Saint-Etienne, de Francia, significó un pelotazo en contra. El cambió de puesto, un denominador común en Europa, mató sus expectativas. Lo colocaron en el medio, de doble cinco, pero de marca, y no rindió. Regresó al país y la rompió en Gimnasia. Mientras su reconocimiento público aumentaba, el Lobo caía en picada libre y la relación con los actuales dirigentes platenses no tenía retorno. “No me vendieron a Boca por un tema de plata. Después, sufrí una situación desgastante. Pensaba en jugar y no en el contrato. Ellos, al contrario, vivían hablando del contrato. Los hinchas se pusieron a favor de la dirigencia y ahora me tienen bronca. Pero yo no. Mi forma de ser, de no salir a hablar, los confundió un poco -adelanta-. No estuve ni en los últimos dos partidos del Clausura 2009, ni en la Promoción ante Atlético de Rafaela, porque no me dejaron”.

Imagen EL ANILLO con las iniciales es su fetiche. ¿Una obsesión? Salir campeón con Independiente.
EL ANILLO con las iniciales es su fetiche. ¿Una obsesión? Salir campeón con Independiente.
SU ESTILO DE JUEGO ofrece toque, movilidad, sorpresa, gambeta y control. Afirma que se puede corregir demasiado en los entretiempos y no se fija en la belleza de una definición en un partido decisivo. Gallego, viejo zorro, conocedor de vestuarios, padre del último Independiente campeón, no come vidrio y sabe con qué clase de futbolista cuenta. “El Tolo me pide que maneje al equipo, que pise el área, que haga goles. No me presiona saber que Gracián y Patito Rodríguez están ahí. Al revés, hay más variantes. Ellos son grandes jugadores. Nadie tiene el puesto asegurado. Si el entrenador no me ve bien, no me pondrá. Es viable formar una sociedad con Gracián, sea él como enganche y yo como volante por derecha, o ambos como enlaces en una oportunidad que no esté Gandín”, declara. 
Apasionado del black jack en la concentración roja, entiende que no es el único responsable de mover los hilos del equipo. “No es que si Piatti juega bien, Independiente anda bien. Si Piatti, si Acevedo, si Gandín, si Silvera y si todo el resto anda bien, nos irá bien. Si no, se nos complicará”, dice. Igual, es consiente de que a él le pedirán más que a otro por su talento. “Uno tendrá más habilidad y otro, más marca, pero todos somos útiles. A los que estamos en la creación siempre se nos exigirá un poco más”, señala. Respecto a la madurez del Rojo, argumenta: “Ya no estamos en formación. Intentamos tocar por abajo, sin tentarnos a tirar pelotazos, tratando de abrir la cancha y desbordar. Siempre vamos al frente. Mi sueño es salir campeón con Independiente”.
El Tolo, un íntimo de las declaraciones picantes, comprende tanto de fútbol como del ida y vuelta con la prensa. Sus frases despiertan sensaciones en propios y extraños. “Es un gran entrenador, un tipo ganador. Nunca nos dijo que nos metamos atrás. Cuando estamos en ventaja, quiere que sigamos atacando. Tiene personalidad. Cuando escucho lo que dice ante los periodistas, a veces, me río con respeto y no burlándome de él”, apunta.  
Su once ideal se construye de atrás para delante. No obstante, cuenta la fórmula que los pone en aprietos. “A todos aquellos que se les mete atrás un rival, se les hace difícil. No tenés espacios; si vas por afuera, tirás un centro y están todos amontonados; si vas por adentro, cuesta entrar. Los equipos cerrados son complicados. Por eso, debemos buscar sin descuidarnos atrás”.
Admite que Andrés Silvera está a la altura de los mejores delanteros del torneo local y que el hincha no tolera la derrota. “Errar es humano. Quizás desperdiciamos chances y es difícil de explicar cómo no la metimos. Pero fallar, se falla. No sé si nuestro fútbol es una picadora de carne, aunque el hincha es especial. Uno baja su nivel y no sirve más, y otro es figura y ya lo alzan como si fuera Maradona. El fútbol es así. Lo ideal es mantenerse”, enfatiza.  

SU PACTO con el diablo termina a mitad de año, aunque su deseo es extenderlo. Revela que el jugador nace y después se hace, que no se siente tocado por el programa Botineras, que existe tanta improvisación como pizarrón en el fútbol, y que lo aburre analizar adversarios a través de videos. Ignacio Piatti transforma en simple lo que para otros es complejo. Se desenvuelve a uno o dos toques; combina inteligencia y calidad en sus maniobras. Aporta cambio de ritmo, profundidad y goles. No abusa de los firuletes improductivos y brinda pincelazos de fantasía. Si le das espacios, te pinta la cara. Aún le falta regularidad para que lo asocien con el paladar negro. Juega y hace jugar. Su abuelo Pedro, donde quiera que esté, siempre le agradecerá.

Por Darío Gurevich / Fotos: Emiliano Lasalvia