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Recordando a Antonio Alegre

Entrevistado por El Gráfico en 1985, a dos días de haber asumido como presidente en Boca, confiaba en sacar adelante al club, revelaba detalles de su amistad con Alfonsín y repasaba sus inicios como empresario.

Por Redacción EG ·

26 de febrero de 2010







El gremio periodístico, con una dosis de humor y otra de malicia, suele identificar a ciertos personajes con dos palabras: “Fotos no”. Son aquellos que buscan la cámara casi con desesperación: la frase es una cortina, quieren figurar. Pasa en el fútbol y en todas las actividades imaginables. Es una debilidad, humana al fin.

Pero hay excepciones, por ejemplo, este hombre. Se llama Antonio Alegre (61 años, casado en segundas nupcias, cinco hijos), nacido en Chacabuco, de estilo campechano, simple, malhablado de a ratos, millonario y todavía trabajador. Un día lo llamaron a colaborar en Boca, en 1979: primero pavimentó una playa de estacionamiento en La Bombonera, después hizo arreglos en la isla N° 7 de la Ciudad Deportiva y, por fin, sacó 720.000 dólares de su bolsillo para que Boca comprara a Maradona, entre otros gastos. Nadie le conocía la cara, por lo menos en el ambiente del fútbol. No había un recorte de archivo en esta casa, en la Editorial Atlántida, lo que ya es mucho decir. Este Antonio Alegre es fotos no sin comillas y sin exagerar. Ahora, como presidente de Boca, se entrega al ritual, pero hay que convencerlo, explicarle y después disparar una pregunta.
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-¿Usted compró la presidencia de Boca?
-Dejate de joder. Yo me iba a tomar 15 días de vacaciones después de muchos años y mirá en el baile en que estoy metido. Llevo dos días como presidente y ya estoy tomando pastillas para poder dormir cinco horas. Boca es un desastre, está desorganizado por donde se mire, tiene la cancha clausurada y, como si esto fuera poco, un pasivo de cuatro millones de dólares…
-¿Por qué aceptó el cargo?
-Me lo pidieron ocho fracciones, vi la unidad, esa es la verdad. Y porque es Boca, y porque estoy seguro de que vamos a salir adelante. Lo mío seguramente va a ser muy corto, lo que dure este mandato de dos años, y si todo va bien y se encarrila, por ahí me voy antes…
-¿Y los 720.000 dólares?
-El primer documento vence el 15 de marzo de 1985, es por la mitad, el segundo un año después. El primero seguramente lo vamos a renovar, y el otro va a quedar en el club… para siempre.
-Usted y Martínez Sosa son los principales acreedores del club, y por ahora no piden nada, ¿pero qué pasa con el resto? ¿Es exigible ya mismo?
-Creo que sí, digo creo porque todavía hay que analizar los números a fondo.
-¿Boca se va a presentar en convocatoria de acreedores?
-Por el momento no, queremos conversar con la gente para llegar a un acuerdo.
-Sin embargo se habla de un club de deudores y alguien aventuró la existencia de una maniobra dirigida por un ex presidente.
-A mí no me consta. A Corigliano lo respeto como ser humano, como presidente se equivocó, y espero que no nos ponga piedras en el camino.
-¿Quiénes eran sus padres?
-Antonio y Tomasa. Soy descendiente de libaneses, católicos libaneses.
-¿Y su apellido? Suena a italiano…
-Mi abuelo era Faraj y cuando vino a la Argentina, con mi padre, se cambió el apellido, hizo la traducción: Faraj quiere decir Alegre…
-¿Qué hacía su padre en Chacabuco?
-¿Y qué querés que hiciera siendo libanés? Tenía una tienda…
-¿Buen pasar?
-Correcto, vivíamos…
-¿Usted estudió?
-Hice la primaria y parte de la secundaria, no terminé porque iba a un colegio privado y me gustaba la mensualidad en la timba, póquer, pase inglés…
-¿Nada de deportes?
-Ese era mi deporte, la timba, pero se terminó allá lejos y hace tiempo…
-¿El viejo no se enojaba?
-Sí, pero no había drama, porque si la cosa se ponía demasiado fea siempre quedaba la casa de un tío para ir a comer. Eso se terminó a los 20 años, cuando me vine a Buenos Aires con una valija de cartón. Aquí ya no tenía familiares que me ayudaran y empecé a trabajar como peón de albañil, tres pesos con cincuenta por día, y cuando se terminaba el laburo había que comprar “La Prensa” para leer los clasificados.
-¿Cómo aparece Boca?
-Por esas cosas que uno no sabe, te hacés hincha y listo, como era fana de Chevrolet por Fangio y Eusebio Marcilla. En Chacabuco escuchaba los partidos en una radio a galena y me emocionaba con los goles de Cherro, Benítez, Cácerers; después vino Marante…
-A Marante ya lo vio en Buenos Aires…
-Sí, como hincha iba a todas partes, y siempre a la popular, nunca tuve platea.
-¿Fanático o tranquilo?
-No, soy un tipo de gritar un gol y nada más, jamás insulté a un referí, cosa que también se lo inculqué a mis hijos varones. Yo quiero el fútbol fiesta. A veces puede haber un escándalo, siempre los hubo, pero como una excepción, un accidente. Por eso mientras yo sea presidente voy a sancionar a los dirigentes que vayan a una comisaría a sacar un hincha, lo mismo que sean expulsados por faltarle el respeto a un juez. Boca está en emergencia y lo tienen que entender hasta los hinchas. Cada uno en su lugar. No habrá entradas de favor para nadie. A los dirigentes dos plateas y si quieren más que pasen por la boletería.
-¿Cuándo conoció a Alfonsín?
-En 1966, en Chascomús, y me afilié a Renovación y Cambio en 1970.
-¿Cómo es el Presidente?
-Un hombre bueno, pobre, y los argentinos pueden tener la absoluta seguridad de que seguirá siendo pobre cuando termine su mandato. Lo conozco muy bien, es humilde, no tiene ambiciones, pero en cambio posee una gran virtud como político: quiere mucho a su pueblo, comprende sus problemas. El país está como Boca, deteriorado, falta credibilidad, y por eso es difícil solucionar los problemas. Hay que pasar este año, 1985, que va a ser duro, y después se van a notar signos de mejoría. Hay que tener un poco de paciencia.
-Habíamos dejado al peón de construcción que ganaba tres pesos con cincuenta por día. ¿Cómo llegó a esta posición de hoy?
-Hice de todo un poco: fui empleado del Ministerio de Agricultura, de la Municipalidad de Buenos Aires, y por esa época hacía extras con un corretaje de fajas que achicaban la cintura, porque todas las mujeres que se querían parecer a las chicas que Divito dibujaba en “Rico tipo”.
-¿Cuándo nace Alegre Pavimentos?
-Hace veinte años, después de trabajar en otros ramos de la construcción.
-¿Se puede medir la producción en kilómetros?
-Nosotros hablamos de cuadras: en la Capital Federal, solamente, hicimos alrededor de 1.200. Ahora la
construcción está en crisis, como todo el país; en el momento de más trabajo llegamos tener 600 obreros.
-Usted tiene la aureola de millonario...
-Sigo siendo un tipo de pueblo. Si algo tengo lo hice trabajando, y muy duro, porque cuando había que empujar camiones metí fuerza como el peón más humilde y agarré la pala muchas veces, pero muchas veces. Ahora la empresa la manejan mis hijos mayores y yo me puedo dedicar a ayudar un poco a los demás: el PAN en la provincia de Buenos Aires, una comisión de apoyo en el Liceo Militar (mis hijos menores son cadetes) y ahora este baile de Boca.
-Volver a jugar en la Bombonera, eso por sobre todas las cosas. En marzo vamos a rehabilitarla parcialmente, y en mayo en forma total. Ya acordaremos los trabajos con el arquitecto Carlos Costa.
-¿Y los recursos, don Antonio?
-Hay que generarlos, hay muchos planes a poner en marcha y mientras tanto vamos a pedir la colaboración de los socios. El día que asumí hablé de una campaña: 1000 o 2000 socios que puedan cargar cuotas mensuales de 5000 0 10000 pesos. A las pocas horas ya había 100 inscriptos. Ya estoy palpando una vocación de ayuda en todos los boqueases, de Buenos Aires y del Interior del país. Vamos a poner el club en marcha, empezando por balancear los gastos operativos. Boca va a pagar los sueldos de sus empleados y jugadores al día. Esa pesadilla terminó. Boca es fútbol pero también tiene un deber con la comunidad de Boca y Barracas, no hay otro club en el sur de la Capital Federal. La Bombonera y la Ciudad Deportiva tienen que cumplir su función social.
-¿Qué piensa del caso Ruggeri?
-Boca les hizo una oferta muy seria, la conoce todo el mundo, y no es para andar tironeando. Aquí todo el mundo debe comprender que estamos frente a una situación de emergencia. Si llegamos a un acuerdo por River, por uno o por dos, perfecto, y en caso contrario Gareca y Ruggeri ya conocen nuestra posición, que no es dura ni parte de posiciones inflexibles, sino de un razonamiento lógico, que será de ahora en más la actitud frente a todos los jugadores.
-¿Van a comprar jugadores?
-De ninguna manera, es una época de austeridad. Si aparece algún inversor interesado en la vidriera que puede darle Boca, vamos a escucharlo, siempre y cuando el jugador sea aprobado por el cuerpo técnico. Boca tiene un buen plantel y un gran semillero. Eso quedó  demostrado en la última parte del campeonato, cuando las cosas se tranquilizaron con la intervención: los jugadores se dedicaron únicamente al fútbol y sobre seis puntos sacaron cuatro.
-Don Antonio, ¿no lo van a marear las fotos, el poder, lo que significa Boca en este país?
-Mirá, cuando me casé por primera vez me dieron dos piezas, tuve que hacer la cocina con mis propias manos, y después de muchos años y muchas cosas, todavía me siento con gusto en la misma mesa de mis obreros. Yo vivo en Barracas, todos los días saludo al diarero y le doy un beso a la mujer que vende flores en la esquina de mi casa. A mí no me cambia nada ni nadie.
Por Natalio Gorín (Archivo El Gráfico 15 de enero de 1985)