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El adiós a Trigili
Fue un delantero surgido en las inferiores de Argentinos Juniors, donde jugó 61 partidos, ascendió y luego fue técnico. Siguió su carrera en Vélez, pasó por Chile y dirigió con éxito en Estudiantes de Caseros.
CON LA CAMISETA de Argentinos. Como DT logró ascensos con el Bicho y con Estudiantes de Buenos Aires.
El debut en Primera le llegó muy pronto al Tano, como le decían sus afectos, y con sólo 17 años reemplazó a Correa en un encuentro contra Tiro Federal de Rosario. Fue un momento especial pero breve porque rápidamente retornó a su lugar en inferiores.
En 1955 se consolidó en el máximo peldaño y ese fue el año que los Bichos Colorados obtienen el título de Primera B. El equipo de memoria era Luz; Mascarellos e Isidoro García; Distéfano, Pedrezoli y Nappe; Carbone, Jorge y Oscar Martín, Trigili y Nacwaki. Como persona fue solidificando su temperamento en el paso del tiempo y sus convicciones basadas en la experiencia, de las que no se apartó nunca.
En Argentinos totalizó 61 partidos y 16 goles. En 1959 se concretó su paso a Vélez, donde no conformó, y llegó a jugar 11 encuentros. Allí cruzó la cordillera buscando nuevos horizontes y los encontró en Universidad Católica (dos años), pasó a Cedena y luego a Ferro Bammington hasta 1965.
Así, repentinamente dejó el fútbol, cuando su Argentinos Juniors estaba por descender y lo conovocaron para que sea director técnico. Sin haber hecho el curso, agarró el fierro caliente y mantuvo al Bicho en Primera.
En 1969 acordó su llegada a Estudiantes de Buenos Aires y realizó muy buenas campañas. Por eso retornó en 1977 para lograr el ascenso. El resto de su vida siguió ligado al Pincha, que recurrió a él en cada parada brava. Su último éxito fue en 1996, cuando dirigió al conjunto de Caseros que goleó 5-1 a Almagro y obtuvo el ascenso a la B Nacional.
Falleció el jueves 21 de enero de 2010. Sus restos fueron velados en Avenida San Martín, en el barrio donde se crió, y fueron inhumados en el Cementerio de la Chacarita. Una despedida y lágrimas para el Tano Trigili...
Por Gabriel Carrizo Koren