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Colores adoptivos

Algunos lo deciden por cuestiones económicas, otros por problemas políticos, hay quienes se ven forzados por situaciones familiares y también están los que reciben una invitación y simplemente la aceptan; lo cierto es que son muchos los deportistas que eligen representar a países en los que no nacieron.

Por Redacción EG ·

03 de noviembre de 2009
Imagen El somalí Mustafa Mohamed encontró en Suecia una cobija y cambió de camiseta.
El somalí Mustafa Mohamed encontró en Suecia una cobija y cambió de camiseta.
UN NORUEGO que no parece noruego. Un ruso que no parece ruso. Una española que no aparenta ser española. La globalización llegó al deporte para quedarse. Lo que era algo totalmente impensable décadas atrás, hoy es una realidad; pero sobran los ejemplos de atletas que cambiaron su bandera de origen por la de otro país. Los motivos son propios de cada circunstancia personal, aunque la mayoría se inclina por mejores condiciones de preparación para obtener resultados deportivos superiores.


El atletismo es una de las disciplinas con mayor cantidad de nacionalizados. La sudafricana Zola Budd fue una de las primeras en representar otro país en los 80. Nacida en tiempos del apartheid, la fondista no pudo competir internacionalmente hasta contar con pasaporte británico. El keniata Wilson Kipketer también se pasó de bando: se radicó en Dinamarca para estudiar ingeniería electrónica y adoptó la roja con la cruz blanca en los 90.

Otro caso resonante fue el de Bernard Lagat. Compatriota de Kipketer de nacimiento, el campeón mundial de los 1.500 y los 5.000 en Osaka 2007, adoptó la ciudadanía estadounidense en mayo de 2004 y pasó a tener un pasaporte diferente. El atleta se mudó a ese país en 1996 para continuar sus estudios en la Universidad de Washington State. “Me había quedado en los Estados Unidos por un tiempo largo y pensé que era hora de asentarme en algún lugar,” explica Lagat desde Tubinga, Alemania, por teléfono. “Estaba contento con lo que había hecho por mi país. Corrí por Kenia desde 1998 hasta 2004. Pero después quería acomodarme en los Estados Unidos y quería empezar mi vida ahí, comenzar a construir mi familia. Fue un proceso largo. Lo consulté con mis padres y finalmente fue una decisión que todavía me hace sentir feliz de haber tomado”.

Lagat aclara que no abrazó la bandera de las estrellas y las barras, por dinero. El mismo lo explica: “No lo hice porque alguien me haya mostrado un billete en la cara. No hubo nada de eso, fue algo personal, algo que quería para mí, más allá de que pudiera seguir corriendo o no”. Distinto parecería ser el caso de otro keniata llamado Saif Saaeed Shaheen. El especialista en 3.000 metros con obstáculos habría recibido una importante cifra en dólares para vestir los colores de Qatar en las competencias internacionales. Se intentó consultar al ahora qatarí para saber su versión de primera mano, pero no fue posible.

A pesar de estar a gusto con su decisión de ser estadounidense, Lagat no olvida su país de origen. “En mi corazón, me sigo sintiendo keniata. Tengo un orgullo enorme de correr por Estados Unidos, pero dentro de mí siento que todavía soy keniata. Mi cultura, todos los valores que aprendí, todo es de Kenia. Eso es algo que creo nunca cambiará”.

ABIERTO AL MUNDO
Imagen El argentino Mariano Pernía jugó para España el Mundial 2006.
El argentino Mariano Pernía jugó para España el Mundial 2006.
Los países africanos son los que más sufren la sangría de deportistas de élite. Del otro lado están las naciones europeas y, entre ellas, la campeona es España. Desde los tiempos del porteño Alfredo Di Stéfano, futbolista excelso, admirable y venerable como persona, la península ibérica se caracterizó por reclutar talento importado. Especialmente a partir del plan de preparación para los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, los españoles recibieron a atletas de distintas disciplinas y de diferentes latitudes, dispuestos a enarbolar la bandera roja y amarilla.

Entre la lista de convertidos en ciudadanos de la madre patria figuran deportistas de primer nivel como Iván Pérez, un jugador de waterpolo cubano que decidió obtener pasaporte hispano. “Fui a jugar a España”, relata Pérez desde Roma, ciudad en la que se encontraba al momento del llamado, en plena disputa de los Campeonatos Mundiales de Natación con su seleccionado, “Luego me propusieron jugar para la selección española y como llevaba tiempo suficiente en el país, lo hice”. El delantero del Brescia Leonessa Nuoto de Italia adoptó la doble ciudadanía en 1997.

Sobre los motivos de su cambio, afirma: “Como lo mío es jugar waterpolo, en su momento decidí seguir jugando por Cuba, pero desde allí dijeron que si jugaba en el extranjero no podía jugar por la selección cubana. Estuve tres años sin poder jugar por Cuba y cuando agarré la nacionalidad, por ley podía jugar por España. Como ya llevaba el tiempo suficiente sin jugar por Cuba, jugué por España”. Con el combinado europeo fue campeón mundial en dos ocasiones: Perth 1998 y Fukuoka 2001. El cambio tuvo beneficios importantes para Iván como el crecimiento como jugador, los logros con su nueva selección y un mejor pasar. “¿Desventajas? Ninguna”, declama el deportista que tiene una esposa española y dos hijos españoles.

EN LAS GRANDES COMPETICIONES
La tierra de Cervantes es una nación netamente importadora, si cabe el término. Entre los devenidos españoles hay cubanos, rusos, ecuatorianos, chinos, alemanes, kirguises, nigerianos, letones y también argentinos. El futbolista Mariano Pernía y la atleta Cora Olivero son algunos de los albicelestes que optaron por defender el escudo español.

“Quería quedarme a vivir acá, tuve en cuenta que también estudiaba además de entrenarme. Creo que fue un poco la suma de todo. Lo creí oportuno y consideré que tenía el apoyo necesario de toda la federación española. Me gustó el apoyo, el ambiente”, reconoce Olivero desde Barcelona. Su cambio de nacionalidad le permitió a la especialista en 400 metros con vallas entrar en las competiciones europeas, muy superiores a las sudamericanas. Gracias al nivel que alcanzó, pudo entrar en la selección española de atletismo y correr en los campeonatos mundiales y continentales.

La atleta nacida en Las Varillas, Córdoba, también trabaja como médica en Barcelona, luego de haber estudiado esa profesión en una universidad de Salamanca. “Ya hace doce años que me fui de nuestro país y prácticamente me siento más española que argentina”, admite Cora en un español de Castilla que se mezcla con pinceladas de acento celeste y blanco. “Tengo mi corazón partido, una porción está en la Argentina porque nací allá, pero todo lo he hecho aquí en España”.

La selección de fútbol de España tiene una vieja historia de argentinos que fueron a reforzar sus planteles, desde hace muchísimos años, aunque sólo cuatro llegaron a disputar campeonatos mundiales: Alfredo Di Stéfano (viajó a Chile 1962 lesionado, por lo que no jugó ni un minuto y también disputó partidos defendiendo los colores de Colombia, después de haber formado parte de la Selección Argentina), Rubén Cano (fue el héroede la clasificación para llegar al Mundial 78), Juan Antonio Pizzi (jugó en Francia 98) y Pernía (Alemania 2006). Pero, además, hubo otros diez argentinos que se pusieron la camiseta de España para enfrentar partidos internacionales: Arbide, Errazquín, Juan Carlos Heredia, Jesús y Roberto Martínez, Rial, Sagi, Touriño, Valdez y Garate.

A Pernía lo convocaron a poco de haber emigrado desde Independiente. Después de un paro por el Recreativo de Huelva, lo contrató el Getafe y desde la selección lo descubrieron como un buen candidato a cuidar el costado izquierdo de la defensa. El hijo del Tano lo meditó y se sumó al equipo nacional español.

A LA ARGENTINA POR TRABAJO
Donald Jones hizo el viaje contrapuesto a Cora Olivero. Desde su Estados Unidos natal, el basquetbolista recaló en 1985 en Córdoba para jugar por la Asociación Deportiva Atenas en la primera edición de la Liga Nacional de Básquetbol. Con el equipo verde logró los títulos de 1987 y 1988. Dejó una marca imborrable en la historia del club cordobés con su garra debajo de los aros. Pasó por otros clubes, pero siempre en la Argentina y en 1996 decidió nacionalizarse. Para él, fue algo conveniente porque ya tenía su familia en el país y llevaba muchos años jugando en la Liga: “Así podía jugar más años. Si yo no estuviera nacionalizado ahora, no podría jugar porque ocuparía plaza de extranjero. Es así”, explica con sinceridad.

Donald admite que su corazón es y será estadounidense aunque le tiene cariño a su patria adoptiva, lugar en el que conoció a su esposa. “He logrado jugar muchos años acá, tengo muchas amistades y me han tratado muy bien”, reconoce. Sobre el tema, da el ejemplo inverso al suyo: “Es lo mismo que si mañana Emanuel Ginóbili se nacionalizara estadounidense. Siempre va a tener en su corazón a Bahía Blanca. Eso no significa que en los Estados Unidos la gente no esté tratándolo bien”.

Padre de dos hijos argentinos de 12 y 17 años, con 47 años es todavía un jugador en actividad. Su último club fue Ciudad de Puerto Madryn. El más reciente entre más de 15 instituciones. Jones está agradecido de estar siempre bien físicamente y no haber sufrido lesiones graves en su carrera. Ahora, desea quedarse en La Docta esta temporada porque no quiere perderse de pasar tiempo con sus chicos.
Así es la historia de los que adoptan colores, cada uno por sus motivos particulares, todos agradecidos a quienes les abrieron las puertas.

Son escandinavos
Imagen LIU SONG viajó desde China para instalarse en Argentina. Gracias al ping pong representó al país en tres Juegos Olímpicos.
LIU SONG viajó desde China para instalarse en Argentina. Gracias al ping pong representó al país en tres Juegos Olímpicos.
SI ALGUIEN le dijera que Mustafa Mohamed es sueco y que Jaysuma Saidy Ndure es noruego, usted pensará que es una broma. Porque ni Mohamed ni Ndure son rubios ni de ojos claros. La historia del primero comienza en Mogadiscio, Somalia, lugar donde nació. Mohamed, corredor de 3.000 metros con obstáculos, era un refugiado que se radicó en Suecia junto a sus padres cuando tenía 12 años. “Suecia tiene muchos inmigrantes”, sostiene Anders Ryden, director deportivo de la Asociación Sueca de Atletismo, “casi todos los inmigrantes son refugiados que solicitan asilo político. Es sólo por cuestiones políticas que vienen aquí”. Ryden sostiene que su asociación no recluta deportistas y que el somalí es la excepción a la regla: “Obtener la ciudadanía sueca es muy difícil. Uno tiene que quedarse aquí por cinco o siete años para poder competir por Suecia”, agrega.

El de Noruega, por su parte, se estableció en Oslo con 18 años. El especialista en 100 y 200 metros llanos nació en Bakau, Gambia, una nación africana pequeña y con pocos recursos. A pesar de entrenar en excelentes condiciones Ndure está todavía lejos de los registros del jamaiquino Usain Bolt.

EL CASO DE LIU SONG es muy inusual. Nació en 1972, en la provincia de Guangxi, China. Como muchos de sus compatriotas, comenzó a jugar al tenis de mesa desde niño. Hasta ahí, todo normal. Su historia ordinaria cambió cuando en 1995 se mudó a Buenos Aires para seguir a sus padres y pudo continuar con la práctica de su deporte preferido. En 1998 recibió el pasaporte argentino y comenzó a competir por el país. Desde Burdeos (Francia), su lugar de residencia actual, Liu explica sus sentimientos: “Siento que la mitad de mi sangre es argentina porque gracias a la federación de tenis de mesa pude extender mi vida en el deporte”. Participó como argentino en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, Atenas 04 y Beijing 08.

Por Hernán Alvarez / Fotos: Archivo El Gráfico y AFP

Nota publicada en la edición septiembre de 2009 de la revista El Gráfico.