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Basta de barbarie

La violencia irracional se cobró una nueva víctima. Fernando Cáceres fue baleado cuando intentaba huir de una banda de asesinos. Como el Negro es un figura notoria, las caras de siempre aparecieron para explicar lo inexplicable.

Por Carlos Poggi ·

02 de noviembre de 2009
Esta vez le tocó a un jugador de gran trayectoria en el fútbol argentino y español. El Negro Cáceres fue baleado cuando intentaba huir de una banda que quiso asaltarlo. Como el ex futbolista se dio cuenta del hecho, pretendió escapar, y en ese momento lo balearon con una 9 milímetros; el proyectil ingresó por un ojo y se alojó en el cerebro. El estado del nuevo integrante de una vasta lista del horror es gravísimo y ningún parte médico emitido desde el domingo por la mañana hasta este lunes al mediodía dio señales de optimismo por su recuperación . 

Cáceres, de 40 años, fue otra víctima del grado de inseguridad que reina en todo el país y especialmente en la Capital Federal y el conurbano bonaerense. Quien más quien menos hemos sufrido en carne propia el atropello a la razón de bandas criminales en su mayoría integradas por menores que  le hacen el trabajo sucio a los ideólogos mayores con la idea de inimputabilidad por la edad de quienes salen a matar sin importarles nada.

La vida ya no vale ni un céntimo y nadie parece reaccionar para cambiar un cuadro de situación lamentable. Lo que le pasó a Cáceres, horrible y lamentable, es lo que debieron afrontar ciudadanos anónimos que ya pagaron con su vida la indefensión a que han sido condenados por un Estado que aparece inerme ante tanta barbarie.

Tal es el desamparo, que uno de los funcionarios que concurrió al Hospital Carrillo, donde es atendido Cáceres, dijo muy suelto de cuerpo que "el problema es que no sabemos dónde están los delincuentes". Sin ser policías, ni mucho menos, nosostros sí sabemos cuál es el lugar donde las bandas pergeñan sus tropelías. Ocurre que buena parte de esos asesinos son los que integran el dossier del clientelismo político.

Utiles como barras bravas y como sostén de campañas electorales, los impunes delincuentes siguen haciendo de las suyas y sembrando el terror sin importar la hora, el día, el lugar o el destinatario. La muerte se ha hecho moneda corriente en la Argentina y lejos de devaluarse se ha revaluado hasta límites a esta altura imposibles de soportar. 

Ojalá el querido Negro Cáceres pueda sobrevivir, esto es hoy lo que más nos interesa, pero al mismo tiempo su desgraciada situación nos mueve a pedir a voz en cuello: basta de barbarie, basta de tanto desatino. Y por sobre todo, basta de promesas, vayamos de una buena vez en búsqueda de la solución para que un pueblo demasiado manso no estalle y haga justicia por su propia mano.