Las Entrevistas de El Gráfico

El Tanque Rojas, en primera persona

Alfredo tiene 72 años y para El Gráfico cuenta sus invalorables anécdotas. Jugó 253 partidos, convirtió 124 goles. Fue figura en Lanús, Gimnasia y Boca. Jugó dos Mundiales.

Por Redacción EG ·

29 de septiembre de 2009
Nota publicada en la edición agosto de 2009 de la revista El Gráfico.

Imagen "Se me decis Alfredo, no me doy vuelta", cuenta el Tanque.
"Se me decis Alfredo, no me doy vuelta", cuenta el Tanque.
EL PIANO JAMÁS. Eso que soñé alguna vez con saber tocar el piano, pero me quedé con las ganas. El fútbol pudo más. No debe haber nada más hermoso que poder tocar una melodía.

MANTENGO LAS CONEXIONES. Siempre hablo con mis ex compañeros, cada vez que viene uno de Chile o España, los recibo y son como familiares. Mi celular está siempre abierto. Yo me hablo con Luis Del Sol en España, o el Cholo Ledesma en Uruguay o con Carballito en Chile... Eso te abre nuevas fronteras, parece que vivieras en esos países.

ENAMORADO DE BOCA. ¿Qué otra cosa se puede decir de semejante club y de tamaña hinchada? Me crié en Lanús y viví ahí hasta hace unos diez años, es mi barrio, es mi gente; pero Boca, para el jugador de fútbol, es otra cosa.

ENAMORADO DE MI MUJER. Conocí a Licia cuando yo tenía 17 años, ella estudiaba pintura y decoración, yo jugaba en la Cuarta de Lanús y era bobinador del Ferrocarril en Plaza Constitución. Nos veíamos a escondidas. Allá por el 60 le mandé una carta desde España: “Llego tal día para casarnos”. Y así fue. Y aquí estamos, juntos desde entonces.

EL SECRETO DE LA BOMBONERA. Es la única cancha donde no se puede ver el cielo a menos que mirés para arriba. Entonces es como que te falta una referencia, estás encerrado y con la presión del público a favor... ¡Mamita!

OBSERVO TODO. Ya pasé los 70. Me gusta disfrutar el día por día, observar a la gente, los edificios, el cielo. Siento que estar horas frente a una computadora es perder el tiempo.

ME DI TODOS LOS GUSTOS. Concreté todas mis fantasías. Primero, jugar en Primera... después, pasar a un grande como Boca... Jugué dos Mundiales... Les hice un gol a los ingleses en el Maracaná... Ganamos la Copa de las Naciones... ¿Qué más puedo pedir?
SIEMPRE SOY EL TANQUE. Me bautizó José María Muñoz, el relator de radio Rivadavia, por mi forma de bancarme a los defensores ingleses en la Copa de las Naciones. Hasta mis hijos me llaman así. Creo que pocos se acuerdan de que me llamo Alfredo. Si alguien me llamara así por la calle, creo que no me doy vuelta.

CUANDO PUEDO, ACONSEJO. Mauricio (Macri) llamó a varios históricos para asesorarse cuando quería ser presidente de Boca. Y algunos de mis colegas me pidieron que me acercara a él, porque soy un tipo político y medido, porque me gusta hablar en público. Y, claro, algo de experiencia tengo. Y estoy feliz de haber agarrado viaje.

LA MEJOR UNIVERSIDAD, EN LA MESA. Así siempre decía mi madre, que era belga. Ella sostenía que en el respeto durante las comidas, el diálogo y el ejemplo de los padres a los hijos es como estos aprenden. Y tal vez parezca anticuado, pero yo sigo pensando igual.

DEPENDER DEL ALMACENERO. Antes, hacer una llamada internacional costaba mucho. Encima, los teléfonos estaban en los almacenes o las farmacias, no en las casas. Un día, jugando para el Bilbao le hice dos goles al Betis. Era por el 59. Llamé como dos días después, dependiendo de que el almacenero no tuviera clientes y la llamara a mi madre. ¿Cómo contarle esa emoción, los pañuelos blancos del público? Hice el contacto a través de un radioaficionado de Sevilla que llamó a uno de Liniers y de ahí a Lanús. Hoy, esto parece mentira, ¿no?

CONSEJOS SON DE MADRE. Yo me acuerdo mucho de ella, cuando empecé en la Novena de Lanús fue la que más me apoyó y cuando estaba en el Secundario, en el Industrial, ella me dijo: “Jugá, que para estudiar hay tiempo”. Ahí agarré la Primera División...

JUGADOR SE NACE. El técnico te acomoda en la cancha, te enseña a ver y a leer el partido. Si sos inteligente, aprendés más. Con jugar solo, no basta; jugar bien, tampoco, hay que ganar en sabiduría. Estoy seguro de que el fútbol no se aprende. Las escuelas son para probarte, no para enseñarte.

SIN ESFUERZO NO HAY NADA. Yo me especialicé en una cosa, en cabecear. Con un promedio de diez, doce goles por año, me aseguraba de estar en Primera. Entonces me perfeccioné, practiqué mucho, laburé mucho. Y mal no me fue. Porque es difícil sacar al goleador del equipo, y si no fijate en Palermo... Hay un corner y lo llaman a él.

NOQUEADOR Y GOLEADOR, IGUALES. En el boxeo, el que es capaz de definir de una mano siempre tiene una chance, como lo fueron Malvárez, Martillo Roldán o ahora El Chino Maidana. En un segundo te hacen un desastre.

PEDERNERA, UN MAESTRO. Yo tenía 23, 24 años; era fuerte, era sano.  Fue con Gimnasia del 62, cuando nació lo de El Lobo, cuando estuvimos a punto de ser campeones. Un día me dijo: “Hoy no se entrene, vamos a darles ventaja, venga a caminar conmigo”. Me dio manija, ahora me doy cuenta... Eso me valió como si hubiera corrido toda la mañana. Me lleva a dar una vuelta y me aviva: “Escúcheme: ya que usted es tan noble en el área, por que no para y se tira un poquito atrás y recibe de Eliseo Prado, no la tenga, devuélvasela, así queda de frente al arco y puede definir”. Me avivó y ese consejo me sirvió para siempre. Un fenómeno, Adolfo.  Para mí fue volver a vivir, jamás lo olvidaré...

NO SIEMPRE SE PUEDE. Venía de España, y tuve un paso fugaz por River. Néstor Rossi era el técnico y yo no jugaba. Después, y también con Rossi, jugué en Boca y salimos campeones y yo fui el goleador. Ese Boca me tuvo de 9.

YO ERA EGOISTA. No quería que nadie llegara primero al área, era un celoso del área. Si llegaba un compañero mío primero, pensaba ¿Y este qué hace acá? No me quería ir nunca.
Imagen En Boca jugó del año 65 al 68 y metió 47 goles.
En Boca jugó del año 65 al 68 y metió 47 goles.


EL HINCHA TE CONTAGIA. Y no solamente la fuerza, sino también el miedo. Por eso, cuando juega Boca, el hincha del otro le marca el territorio a su equipo. Si le tienen miedo, empiezan perdiendo...

SABER LO QUE SE HACE. Perfumo era un fenómeno, pero del lado izquierdo, yo lo amagaba por ahí y me le iba por su derecha. Lo volvía loco. ¡Y era Perfumo! Si no tenés inteligencia, no sirve. Yo estudiaba a los rivales. En cambio, Basile y el Panadero Díaz me costaban más, porque encima eran cabeceadores. El Tano Roma hacía lo mismo con los shoteadores de los penales, tenía un álbum de fotos de revistas para ver cómo le pegaban y lo estudiaba por las noches...

EL MAS DURO, ALBRETCH. Todavía tengo la lesión de cuando me agarró sin la pelota, en el suelo. El jugaba en San Lorenzo. Yo seguí jugando, no paré. Tenía masa muscular grande y aunque me iban a operar, no lo hicieron. El menisco lo debo tener roto o algo, pero fue la única patada grande que recibí y no tuve lesiones, porque ni esa me impidió jugar al otro domingo.

LA VIRTUD DE ANTICIPAR. Hablo mucho con Palermo, aunque a veces hacemos bromas nada más, por eso de que hacía goles de cabeza como él. Pero Martín es muy anticipador, muy vivo, está siempre bien ubicado y más que nada, hace los goles a la carrera, sin saltar.

TUVE SUERTE DE PIBE. Cuando empecé formba parte de aquel Lanús del 56 y tuve varios muchachos, mayores que yo, como Osvaldo Gil, Dante Lugo, El Nene Guidi, Alvarez Vega... fue un equipo glorioso y todos ellos me aconsejaron sobre el fútbol y sobre la vida y me ayudaron muchísimo... Estuve tres años siendo amateur. Y eso que en esos tiempos los chicos no nos juntábamos con los grandes, ni los tuteábamos... A Pepe Nazionale, que era de mi barrio, creo que no lo tuteé nunca...

SI SUPIERA INGLES... Pero no aprendí. ¿Sabés lo que es ser amigo de un Bobby Charlton y no poder hablar con él?

VEINTE AÑOS ES DEMASIADO. Yo terminé saturado del fútbol porque en 20 años, de los 17 a los 37, jugué siempre, hasta cuando me lesionó Albretch. Entonces, un día, decidí que había que colgar los botines. Y lo hice con la tranquilidad de haberlo hecho todo.

NO ME HABLEN DE CLASICOS. Estuve en Boca con River, en Gimnasia con Estudiantes, en Peñarol con Nacional, en Vigo con el Celta frente a La Coruña, con Atlético de Madrid contra el Real Madrid, en el Betis frente al Sevilla -que es un clásico fatal- y Universidad Católica contra la Universidad de Chile; y encima, Lanús-Banfield. Unos cuantos, ¿no? Pero como Boca-River, imposible.

EL RATA ME SUPO ACONSEJAR. “Si podés no dirigir, no lo hagas”, me dijo Rattin. Y en parte es cierto, cuando uno ha sido ídolo, toda una carrera se te puede venir abajo con resultados en contra. Y aunque tengo la licencia de técnico, preferí dejarlo. Como asesor me fue muy bien.

CRUCE LOS ANDES EN AUTO. Puse los botines al lado del volante, salí de Santiago y fui repasando la película de mi vida... Los Mundiales... El gol a los ingleses... Los clásicos... Fui despacio, pensando en lo que iba a hacer. Y lo hice. Cuando llegué a Buenos Aires, estaba decidido. Y dejé de jugar.

UNA BUENA ESPOSA VALE DOBLE. Mi mujer, Licia, fue extraordinaria compañera y lo sigue siendo. Casi no me vio jugar. Nunca disfrutamos de un domingo juntos durante mi época de jugador. Me bancó siempre cuando llegaba, a veces, nervioso por una derrota, o feliz por un triunfo. Eso ayuda mucho. Encima me dio tres hijos: Silvana, que vive en Mar del Plata y que es madre de mis dos nietas, Delfina y Lucy; Claudia, que vive en España; y Alfredo, kinesiólogo. Puedo decir que soy un tipo feliz.

ACERCATE A LOS JOVENES. Cuando estás con gente de tu edad, como yo a los 72, te hablan de operaciones, de exámenes médicos, de achaques... Los pibes, en cambio, hablan de otras cosas y a mí me hace bien, estoy muy seguido con los jugadores y me mantengo joven de la cabeza, que es lo más importante.

NO LE TENGO MIEDO A NADA. Vivo bien, tengo mis ahorros... Vivo en Recoleta, que es como vivir en París. Un día, mi mamá me dijo: “Comprate un buen departamento en el mejor lugar de Buenos Aires, jamás se va a desvalorizar”. Y tenía razón.
 
NINGUN PARTIDO SE JUEGA DOS VECES. A mí no me puso Lorenzo en el Mundial de Inglaterra. Eso me valió estar donde donde estoy hoy, porque tuve que controlar la mente. ¿Si yo hubiera andado bien esa vez? No lo sabré nunca.

LA CABEZA, PARA PENSAR. Muchos dicen que Angelito Rojas era un gran habilidoso y tienen razón; de la misma manera que muchos elogian mi fortaleza, pero había algo más. Yo era inteligente. Usaba la cabeza para hacer goles, es cierto; y era fuerte, pero ante todo pensaba el partido, estudiaba a los rivales, leía lo que pasaba en la cancha.

EL MARACANA ES UNA ESTANCIA. Así me dijo Valentín Suárez, el verdadero técnico de la Copa de las Naciones del 64. Y agregó: “Si vos me ocupás a dos defensores ingleses, planteo el juego en nuestro campo y ahí, con 9 contra 8, ganamos”. Entonces, le pregunté si quería que hiciera un gol. “Estaría bueno, si te animás, entre los 20 y los 30 minutos del segundo tiempo”. En ese partido nos estaban matando, la agarré en el segundo tiempo, desparramé a un inglés que vino –escondí la pelota con la izquierda, lo aguanté con la derecha y de paso le metí el dedo en la garganta– y cuando salió Banks, se la toqué a un costado. Golazo. Al año siguiente, Valentín dijo por televisión que yo era el mejor jugador del mundo y me escondí bajo la sábana, de vergüenza.

SABER ESTAR. Yo viajo mucho con los jugadores y siempre estoy cerca de ellos, pero ojo no es lo mismo que estarles encima, que se sientan vigilados. Ellos saben, sí, que cuando me precisen, ahí estaré.

LLEVO 14 AÑOS EN BOCA. Es parte de mi vida, pero sería un engrupido si dijera que lo sé todo. Entré gracias a Mauricio Macri y me gané mi lugar trabajando, que es la clave de todo.

EL ORGULLO DE PERTENECER. Para mí fue un honor jugar en aquel Peñarol del Pardo Abaddie, Rocha, Gonçalvez, Spencer, Joya, Matosas, Elías Figueroa, Caetano, Forlán, Mazurkiewicz. ¿Por qué? Porque era un equipo de hombres, porque cuando el equipo no aparecía, cuando el fútbol no salía, el tremendo amor propio que teníamos daba vuelta cualquier resultado. Encima, ahí me hice amigo de Ermindo Onega, un fenómeno.

HAY QUE CUIDARSE. Si no, no sirve. Yo jamás fumé, ni tomé alcohol, y siempre anduve bien con las comidas, pero ojo: nunca fue un gran sacrificio, porque hice lo que me gustaba, eso era todo.

NO SE MANEJAR UNA COMPUTADORA. Disfruto de otras cosas, de vivir por ejemplo, de dialogar con mis amigos, de pasear, de trabajar; en realidad no quiero, ya tengo los años que tengo, no quiero perder tiempo con las máquinas.

SUFRI MUCHO EN EL 66. Yo quería jugar en Wembley contra Inglaterra; los conocía bien a los ingleses, porque ya les había hecho un gol en el Maracaná. Pero Lorenzo no me puso, aunque Valentín Suárez me dijo que iba a estar. Jugaron Pinino Más y Artime, dos jugadores bárbaros, pero me tenía una fe enorme, sabía que les iba a hacer un gol de vuelta. Pero no me pusieron.

FUERTE Y A LO HOMBRE. Así les decía a los que me venían a marcar, fuera quien fuera, nada de quejas, si me daban, me levantaba y seguía. Daba y recibía, pero sin quejarme nunca.

ANTES, LOS DIEZ ERAN GOLEADORES. Me gustaba el gol y todavía estaban Simes, de Racing, Labruna, de River, yo empecé de 10, estaba Sanfilippo, a mí me gustaba esa posición. Yo quería ser como ellos...

NUNCA DISCUTO CON LOS JUGADORES. Y ojo, eso es inteligencia, porque así como sé aguantarme algunas bromas que me hacen, también es importante que sepan que conmigo tienen alguien con quien confiarse, hablar y hacerse entender.

SUERTE QUE NO SABÍA JUGAR. Siempre digo eso cuando me cargan los amigos, porque claro: hice realidad todos los sueños de un pibe. Jugar en Primera, estar en Boca, en dos Mundiales, ganar una Copa de las Naciones, haber actuado en tantos y tantos clásicos internacionales... Y entonces me río y digo: ¡Suerte que no sabía!

HAY QUE JUGARSELA. Cuando llegué a Boca, tuve que reemplazar nada más ni nada menos que a Paulo Valentim. Pedernera me pidió que pateara los penales, porque encima que no estaba Valentim, no había shoteador. A los diez minutos del debut, en 1964, me toca uno. Nunca había pateado, pero no dudé. Ese penal fue clave, porque comprendí la importancia de jugársela. Al rato, hice otro gol y ganamos 2-0.

Por Carlos Irusta / Fotos: Maxi Didari