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Supermercados River

Promociones, regalos y empanadas. Un paseo por el Monumental para disfrutar en familia.

Por Diego Borinsky ·

20 de agosto de 2009


Acercarse al Monumental en tiempos de elecciones (faltan más de tres meses para los comicios, pero indudablemente son tiempos de elecciones) remite a aquellos viejos tiempos en que se podía ir a los supermercados para consumir gratis entrada, plato principal y postre (éramos tan pobres…). Venís por Udaondo de Libertador hacia Figueroa Alcorta y a dos cuadras del playón te encontrás primero con unas chicas con camiseta de “Santilli presidente” que te regalan gorritos rojiblancos. Dos pasitos más allá, la inauguración del búnker de campaña. Y para celebrar: empanadas de carne (canilla libre) y palito bombón helado para cerrar con un toquecito dulce. “Vuelve un ganador”, es el slogan de cabecera, y el gancho es apuntar al inolvidable 1986.
 
Cincuenta metros más allá, el búnker de Antonio Caselli: gigantografías del candidato, de elegante sport y también con saco y corbata, para atraer arriba y abajo, el apellido de Alfredo Davicce como adherente y carta de seducción, el proyecto de techar el Monumental… y más empanadas, aunque de otra casa.
 
Ya en la esquina de Figueroa Alcorta, un módico afiche de un indiscutible futbolista: “Preparado desde siempre para defender a River”. Passarella no regala nada, confirmando la fama de duros de invitar de la raza de futbolistas, y tampoco aparece en la campaña, salvo una esporádica entrevista en Clarín de hace dos semanas. Lógico: desde distintos sectores aseguran que lidera las encuestas. Para qué hablar, entonces, si va ganando. ¿Para que sus adversarios políticos, que ya tienen en sus carpetas las fotocopias en la que el protagonista se declara hincha de Boca, salten a escena?
 
Ya casi en el ingreso a la tribuna de prensa, el que ofrece su merchandising es Mariano Mera Figueroa: son máscaras de Burrito, para homenajear al ídolo en el inicio de su cuarto ciclo con la Banda, aunque algunos susurran que es para ocultarse de la vergüenza por los hechos más recientes, como prueba indiscriminada de jugadores y retorno de símbolos retirados de la competición hace 5 años (con perdón de Matías Almeyda, una excelente persona y ex volante central).
 
Y del otro lado del corredor de madera para que se retiren los simpatizantes de Lanús, otro búnker más, el de Rodolfo D’Onofrio, el mismo en el que citaban para encuentros periodísticos jugadores de diferentes épocas del club, nos referimos al emblemático Café Del Aguila, sobre Figueroa Alcorta. Ahora es otra cosa. Se lo comió la política. La gran carta de D’Onofrio, más allá de su experiencia empresarial, es Enzo Francesoli como manager. El Príncipe ya se expidió.
 
¿El partido? Ah, el partido, sí. Muy buena actuación del Burrito: aguantó los 94 minutos, aunque por momentos recuperó aire allá arriba, enganchó como en los viejos tiempos, le puso pausa a la confusión general, las pidió todas y resolvió casi siempre bien. Pateó al arco, puso buenos centros y hasta mostró un altruismo impropio en él, pasándola de primera en muchas ocasiones en vez de empeñarse en su gambeta. Si la inactividad y la edad no le pasan facturas, o sea, si no se lesiona, va a ser muy importante. Recuperado Buonanotte, jugando en otra posición: del medio a la derecha, ya no por la izquierda, vistiéndose de conductor por momentos. Aprobados con creces los chicos Coronel y Musacchio, insinuando con sus prestaciones calidad y personalidad. En general, un River más concentrado, más atento en la marca, más confiable, y haciendo circular el balón con velocidad y precisión. El Ogro metió la más difícil que tuvo y no la más fácil, River estaba para ganar, pero al final, en apenas 10 minutos, se le vino encima la mufa, o la fatalidad, o la maldición por tanto desatino dirigencial de los últimos tiempos, como quiera decirle. Película repetida.