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Un Angel se le fue a San Lorenzo

Spadafore falleció a sus 100 años. Fue jugador amateur y después siguió ligado al club toda su vida. Lo recordamos con una nota publicada en El Gráfico por el centenario del club de Boedo.

Por Redacción EG ·

28 de julio de 2009
En la madrugada falleció Ángel Spadafore. Una leyenda de San Lorenzo no sólo por haber pasado su vida en el club, primero como jugador en la época del amateurismo y después como colaborador y masajista de muchos planteles de Primera, sino que también por su calidez como persona.

Lo recordamos con una Nota publicada en Marzo de 2008, en el especial del Gráfico por los 100 años de San Lorenzo.

[GCK]

Imagen SPADAFORE era historia viva de San Lorenzo. Tenía un gran cariño por el Ciclón.
SPADAFORE era historia viva de San Lorenzo. Tenía un gran cariño por el Ciclón.
El otro Centenario
Angel Spadafore nació el 9 de octubre de 1908. Compartió un destino común con el club, en el cual trabajó durante medio siglo. Cada tanto camina hacia la Ciudad Deportiva.

El destino los juntó casi desde el comienzo mismo. A unas pocas cuadras del lugar donde se había fundado el Club Atlético San Lorenzo de Almagro, seis meses después de aquel suceso, precisamente el 9 de octubre del ya muy lejano 1908, en un típico hogar de barrio sobre la calle Rondeau nacía Angel Spadafore.

Como muchos de los pibes de la zona, Angelito –como lo llaman casi todos en la actualidad– se encariñó con el azul y el grana, mamó desde chico el sentimiento y, obvio, se hizo hincha de San Lorenzo. En ese entonces no se le hubiera ocurrido imaginar que medio siglo de su casi centenaria vida lo pasaría trabajando en ese club del que se había hecho simpatizante por mandato barrial. “En San Lorenzo empecé a trabajar en el año 58 y siempre estuve ahí”, rememora don Ángel hoy, con sus lúcidos 99 abriles a cuestas. Y sigue: “Entré como masajista de las inferiores y en el 72 pasé a trabajar con la Primera hasta el 84, cuando volví al fútbol amateur. Ahora sigo yendo cada tanto. Camino de acá hasta allá despacito y voy saludando a los vecinos por el camino. ¡Sabés cómo me aprecian los pibes! Y a mí eso me pone contento. A los de Primera también los voy a ver. Me saludan todos, me quieren todos…”
 
Habría que ser una persona bastante extraña para no quererlo. Basta escucharlo unos pocos minutos hablar con su voz bajita, su tono pausado, su modo sencillo, para darse cuenta de que Angelito es buena gente, un tipo leal, humilde, de barrio. En su casa de Cobo y Avenida La Plata, esa que comparte con Hilda, su única hija, recibe a El Gráfico con una sonrisa, pura amabilidad. Antes de las mil y una anécdotas que contará a lo largo de la charla, muestra su santuario Cuervo. En el comedor, junto a un espectacular tapiz que se trajo de recuerdo de su viaje a Marruecos (acompañó al equipo en una gira, en 1972), hay una vitrina inmensa, totalmente decorada de azulgrana. Adentro, se puede encontrar de todo: plaquetas recordatorias, fotos de diferentes épocas, medallas, trofeos, banderines y, sobre todo, muchas camisetas. La mayoría son de años más bien recientes. Las hay de Silas, de Tuzzio, del Beto Acosta, de Michelini, una de la Selección regalo de Rinaldi, y las firmas podrían seguir un rato largo… 
Con todo de vuelta en su lugar después de las cuestiones fotográficas, don Angel activa su privilegiada memoria y entonces sí, entre gaseosas y sandwichitos de miga, la tarde se llena de historias, todas ellas relacionadas con estos cien años de vida de San Lorenzo.

Imagen CON el uniforme oficial de integrante del cuerpo técnico y el maletín de los elementos.
CON el uniforme oficial de integrante del cuerpo técnico y el maletín de los elementos.
“Yo vi pasar infinidad de jugadores. Tantos, que ahora a veces vienen, me saludan y no me acuerdo quiénes son. Con uno de los que mejor me llevé fue con Villar, cada vez que viajábamos a algún lado salíamos a tomar café los dos solos. Estuvo tanto tiempo en el club… Número cuatro que aparecía en las inferiores, número cuatro que se tenía que ir a otro lado porque en ese puesto él era inamovible. Lo mismo pasaba con Telch y los número cinco. Ahora cada vez que andan por el club se acercan al consultorio para saludarme.”

Como el Sapo, Angelito también era lateral derecho. Llegó a jugar en Reserva, pero dijo basta cuando se dio cuenta de que las cosas no eran tan claras ni sencillas como él ve la vida. “Me retiré porque en la Tercera el delegado había puesto tres chicos de él que eran troncos. Ahí dije basta”. Un tiempo antes, cuando era el capitán de la Cuarta, llegó a prueba un pibe que jugaba de… sí, justamente de cuatro. “No hay problema, le dije al delegado, ponelo que yo me voy de tres. Galeano, que así se llamaba, la rompió, llegó a Primera y creo que fue campeón. Así es la vida, vio”. Y en esa vida que está a punto de cumplir cien años, también tuvo el orgullo de conocer al padre de la criatura. “Sí, al cura Lorenzo Massa también lo conocí. El nos decía ‘primero vamos a misa y después jugamos’. Practicábamos ahí, en la iglesia”.

Hilda, que lo conoce como nadie y sigue atenta a toda la charla, sabe cómo funciona el asunto. Basta con que ella tire un nombre para que don Ángel arranque su relato. “Contales del Bambino, pa”, sugiere. “Uh, el Bambino, el Manco Casa, el finadito Doval… Esos hicieron las mil y una. Una vez volvieron de una gira en la que, parece, habían hecho de las suyas. Entonces a Veira lo mandaron a jugar con la Quinta División. Era muy amigo mío, entonces viene y me dice: ‘¿Te parece, Angelito, yo, que soy jugador de Primera, en Quinta?’ Le digo andá y jugá porque si no te dan el raje. Me hizo caso, jugó contra Huracán en Quinta, hizo tres goles y a la semana siguiente ya estaba de nuevo en Primera. Era un jugadorazo, cómo le pegaba a la pelota, un fenómeno. Pero cómo le gustaba salir de noche. Venía con anteojos negros porque llegaba sin dormir”. 

“¿Y lo de Chilavert, papá?” “El paraguayo vino un día y me regaló cinco dólares. El billete lo tengo por acá, autografiado. Algunos años después, cuando él estaba en Vélez, un día vino a jugar contra San Lorenzo y resulta que yo lo llamaba y él no me daba bolilla. Hasta que se dio vuelta y me vio. En el acto se sacó la camiseta y me la regaló. Yo siempre lo tuve en muy buen concepto por una acción que presencié un día en el vestuario: tres capos de la hinchada fueron a conversar con los jugadores. Querían saber quién había dicho que si querían plata fueran a trabajar. Todos se quedaron calladitos, hasta que se levanto él y les dijo ‘fui yo, fui yo’. ¡Sabe la que se armó! Chila es un excelente muchacho, un tipo derecho”.

Imagen NACIÓ el mismo año que el club y pasó una vida allí.
NACIÓ el mismo año que el club y pasó una vida allí.
“Otro que se portó muy bien fue Silas. Me regaló una camiseta y un día, cuando ya se había ido del club, me llamó para el cumpleaños. Una excelente persona, igual que el Beto Acosta, Michelini, todos. La verdad es que con los jugadores siempre me llevé bárbaro”.

¿Y con los técnicos, don Angel? “También, yo nunca tuve problemas con nadie. El Toto Lorenzo me quería dar el dos (echarlo), nunca supe bien por qué, pero los muchachos le hablaron, le pidieron que me dejara y después nunca tuve ni un problema con él. Tim fue un señor, un señor –enfatiza–. El tenía un pizarrón chiquito. Si en el primer tiempo se había jugado mal, en el descanso agarraba su pizarrón, se llevaba a dos o tres jugadores, les decía así, así y así y el equipo iba y ganaba. Pellegrini, otro señor. A mí me quería mucho. A veces me esperaba en el coche, me llamaba y me daba unos pesos. Una gran persona, un excelente hombre. Con Bilardo también tuve una buena relación y Ramón Díaz, desde el día que nos presentaron, cada vez que me cruza, se acerca y me saluda”.

Y pensar que Angelito, que nació el mismo año que San Lorenzo y pasó allí la mitad de su vida, arrancó en la contra. “Sí, fui socio de Huracán en la época de Ducó. Me anoté para hacer gimnasia y después fui profesor durante un tiempo. Pero yo siempre fui hincha de San Lorenzo, eh”.

También estuvo cerca de mudarse a La Boca: “Al principio, en San Lorenzo no cobraba un centavo, entonces un muchacho me dice ‘vamos a Boca’. Conversé con el cuerpo médico y me dijeron que empezara cuando quisiera. Pero resulta que había tres divisiones de San Lorenzo que tenían que jugar las finales y les pedí permiso en Boca. No quiero abandonarlos ahora, les dije.”

“Llegué al club y a la semana me agarra el vicepresidente, un muchacho amigo, y me dice ‘¿qué pasa que te vas a ir a Boca?’. Le contesté que era porque me daban un sueldo. Ahí conseguí treinta pesos de San Lorenzo, mi primer sueldo. Y me quedé para siempre...”

Don Angel, que vio todo lo que pasó en San Lorenzo casi desde el primer día, destaca a los  campeones invictos de 1968 y 1972 como los mejores equipos de la historia. Dice que “San Lorenzo para mí es todo alegría”, pero no se olvida de las malas: “Cuando vendieron Avenida La Plata (sic) no se puede imaginar lo que fue”. “Y cuando nos fuimos a la B estuvo tres días sin dormir”, acota Hilda desde la cocina. “Ahora que leo y repaso la historia –agrega él– me trae tristeza, porque me doy cuenta de lo que podía haber sido San Lorenzo si seguía en Avenida La Plata. Y quedó en la nada. Los malos dirigentes, los malos dirigentes…”

Imagen UNA escultural pose de Angelito en sus años de gimnasta.
UNA escultural pose de Angelito en sus años de gimnasta.
A modo de cierre, deja una expresión de deseo: “Llegar a los cien y festejarlos con la Libertadores”. Que se le cumpla, Angelito.

EL BESO DEL CAMPEONATO
En tantos años en el club, Angelito vio mucho de todo, también de cábalas. Y recuerda con afecto una que lo tuvo como protagonista principal: “Cuando el Bambino era técnico, tenía una conmigo. Yo tenía que ir a saludarlo todas las semanas. Y parece mentira pero salimos campeones, ¡salimos campeones! Si no iba, me mandaba a buscar por el Tano García Ameijenda. ‘Angelito, dame el beso que si no el domingo no podemos salir a la cancha”, me decía.

Por Aquiles Furlone / Fotos: Emiliano Lasalvia