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Pequeño pero poderoso

Bernie Ecclestone, con 78 años y una imagen de aparente debilidad, maneja los derechos económicos de la F1 desde hace décadas. Suma aciertos y escándalos en su historial.

Por Redacción EG ·

28 de julio de 2009





Un magnate polémico por donde se lo mire administra y controla el mundo Fórmula 1 desde hace más de 30 años. Bernard Ecclestone es el patrón de un agitado planeta que, aunque parezca contradictorio, no marcha sobre ruedas. Desde escándalos personales hasta diferencias económicas que amenazan la continuidad de la categoría, son las noticias que trascienden semana a semana.

El hombre de 78 años nacido en Inglaterra dejó de lado el estudio a los 16 para dedicarse tiempo completo a su pasión por las motocicletas. A principios de la década de los 50 corrió algunas carreras de Fórmula 3 (500cc.) pero abandonó en 1951 tras sufrir un accidente.
Imagen El mundo del automilismo gira alrededor de él. Recorre y supervisa todo.
El mundo del automilismo gira alrededor de él. Recorre y supervisa todo.




A partir de ese momento, adoptó el rol de manager. Primero del equipo Vanwal para tiempo después ser representante de Karl Jochen Rindt, un piloto que murió en 1970 en Monza y que fue declarado campeón póstumo.

De a poco Ecclestone iba conociendo las reglas del mercado automovilístico y se preparaba el terreno para asumir el liderazgo. En 1972 compró el Brabham Racing, una escudería que se imponía en los circuitos de aquella época, y a través de la formación de la Asociación de Constructores junto a Max Mosley como consejero legal, comenzaron a controlar la economía de la Fórmula 1.

Como si fuera un experto, el extravagante inglés rediseñó las pautas del negocio y convirtió a la categoría más importante en un verdadero éxito millonario y un show que las ciudades del mundo pagan por tener debido a las ganancias que genera por turismo y televisación.

Desde 1997, Ecclestone tiene los derechos comerciales de la F1 y, aunque los obtuvo de una manera polémica (trascendió que los compró en una cifra que ronda los 300 millones de dólares), fue amasando una fortuna que lo ubica como una de las personas más ricas de Gran Bretaña.

Cientos de miles de espectadores observan cada Gran Premio y por eso el magnate británico apuntó su mirada al mercado asiático y permitió que se realice en Singapur. Ecclestone reforzó su maquinaria de oferta y demanda. Ahora los países sostienen los ingresos porque desembolsan unos 400 millones de dólares para que las carreras se disputen allí.

En el plano deportivo advirtió flaquezas en la última temporada, en la que Lewis Hamilton llegó a la última fecha del calendario con ventaja de puntos y administró la diferencia sin la necesidad de ir a buscar el triunfo. Por eso innovó el reglamento que actualmente insta a obtener el primer lugar en las carreras para ganar el Campeonato del Mundo.

Este año quedó en medio de un escándalo. El Congreso Mundial Judío pidió la dimisión de Ecclestone después de que el presidente de la Formula One Management elogiara a Adolf Hitler, en una nota al diario inglés The Times. Ronald Lauder, presidente del Congreso, opinó que ya no es una persona apropiada para ser el máximo dirigente de la F1 y pidió a los equipos que no colaboren más con él. Sin embargo, parece difícil imaginar que la voluntad del magnate deje de imponerse.

En ese pequeño cuerpo de aparente debilidad se esconde un poderoso visionario modificó para siempre el extraño mundo de la Fórmula 1.

Por Gabriel Carrizo Koren