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Manchester versus Manchester

El clásico de la ciudad es mucho más intenso de lo que se cree. Los Red Devils y los Blues tienen una rivalidad de más de un siglo, con mucho énfasis en temas de religión.

Por Redacción EG ·

14 de julio de 2009
Con la llegada de Carlitos Tevez al Manchester City, revivimos la nota que publicó El Gráfico en noviembre de 2002, en la que se contaba desde adentro al clásico City vs. United, justo en la temporada en la que los azules habían vuelto a la Premier League. Además, podés bajarte un imperdible pdf con toda la historia de ambos clubes.

Imagen CON MI VIEJA NO TE METAS. Roy Keane trata de pasar por encima de sus compañeros en plena trifulca. Fue en el clásico de 1996.
CON MI VIEJA NO TE METAS. Roy Keane trata de pasar por encima de sus compañeros en plena trifulca. Fue en el clásico de 1996.
Nota publicada en El Gráfico, edición noviembre de 2002

Hace apenas unas semanas, el húngaro Imre Kertész recibió el Premio Nobel de Literatura por escribir una obra que, según la Academia sueca, “realza la frágil experiencia de los individuos ante la bárbara brutalidad de la historia”. Kertész, cabe aclararlo, no escribió nada que tuviera que ver con los hinchas del Manchester City. De hecho, ahondó en un tema más serio: el Holocausto.

El que sí exploró en un libro el sufrimiento de los hinchas del City fue el inglés Colin Shindler. La primera obra literaria de este venenoso fanático del City, de corte autobiográfico, se llamó Manchester United Ruined my Life (El Manchester United arruinó mi vida). Un título potente. Y entendible.

Shindler creció en el momento en que los senderos de los dos clubes de Manchester se abrieron hasta quedar en las antípodas. El United comenzó a ganar todos los títulos; el City comenzó a ganar todos los disgustos. El United se hizo famoso en el mundo; el City quedó ridiculizado, balanceándose de descenso en ascenso y ascenso en descenso.

Al jugarse cada vez menos, el clásico se transformó en un hecho infrecuente y eso le hizo ganar fuerza. Y generar más odio. Los del United empezaron a decir que su clásico era contra el Liverpool y a los del City eso los enfureció más que nada. Pero a medida que la fecha de jugar se acerca, se comprueba que la rivalidad continúa inmaculada.

Uno de los goles más festejados de David Beckham fue el que le hizo de tiro libre al City en el 2000, el primer clásico que se jugaba en cinco años. George Best reconoció que, en los 60, “los partidos eran una guerra, mejor que no te atrevieras a perder”. Y también reveló su fórmula para liberar las presiones: “Mike Sumerbee era el ídolo del City, y yo el del United. Nosotros éramos muy amigos, entonces arreglábamos dejarnos hacer un caño o una jugada de lujo intrascendente en los primeros minutos, para liberar presiones. La gente dejaba de insultar y deliraba. Y nosotros jugábamos más tranquilos. Nadie se daba cuenta”.

No siempre hubo tanta camaradería. En el partido homenaje a Dennis Irwin, hace relativamente poco, el agasajado ligó un patadón a los 4 minutos. Aguantó en una pierna hasta los 31, cuando salió. Hubo varios tumultos y algunas piñas. Moraleja: no jugarás amistosos con el rival que te odia.

Reina pero no gobierna

 

Hasta la ultra citada Doña Rosa contestaría que la única referencia concreta que tiene sobre la ciudad de Manchester es ese equipo de fútbol: el Manchester United. No hay nada más que se destaque de esta urbe industrial, la segunda ciudad más grande de Inglaterra. Tanta es la trascendencia del United que todos le decimos “el Manchester” (quien diga lo contrario que tire la primera piedra), obviando que en realidad hay otro Manchester.

Es ese otro Manchester, el City, el que sigue haciendo pata ancha dentro de la ciudad. Muchos dicen que sus hinchas son amplia mayoría, aunque otros apuntan que a esta altura eso ya no es más que un mito.

Una cosa es insoslayable: sean cuantos sean, la pasión de los celestes no sólo se mantuvo intacta sin títulos a la vista, sino incluso cobró mayor dimensión que nunca. Y eso que a priori no parece haber grandes diferencias entre hacerse hincha del Manchester City y cursar un doctorado de masoquismo en la Universidad de Cambridge.

Como pasó con la gente de Racing, es la seguidilla de fracasos lo que más enorgullece a los celestes. Una canción dice así: “Nunca ganamos de local/ Nunca ganamos de visitante/ Perdimos la semana pasada/ Y estamos perdiendo hoy/ No nos importa un carajo/ Porque estamos de la cabeza”.

Religión, como siempre

 
La historia no siempre fue tal cual la conocemos hoy. Hasta comienzos de los 70, el City era el equipo grande, era el que tenía más hinchas y en títulos marchaban parejos. Detrás del clásico de Manchester se esconden enconos mucho mayores a los de la pelotita. El Manchester City era el club de los protestantes. A los católicos no se les permitía la entrada. Por eso, esta mayoría de inmigrantes irlandeses terminó formando el Manchester United. No era de extrañar que fuera el City quien tuviera más hinchas en un país con mayoría de protestantes. Aunque, también es cierto, los celestes siempre parecieron haber caído en este influjo de sombra eterna que los aqueja hoy.

Matt Busby, ex jugador del City, tiene una estatua en la puerta del estadio del United por haber sido el cerebro que lo transformó en el club de elite que conocemos hoy. Billy Meredith, estrella del City del 1900, debió cruzarse de vereda para ganar su primer título. Incluso, la segunda y última vez que el City se alzó con el campeonato de Primera División (en 1968), el United consiguió por primera vez la Copa Europea, un auténtico bombazo que eclipsó todo lo demás. Hasta ahí llega la mala suerte celeste. Y hasta Manchester están por llegar ustedes.

Viaje al fondo de la rivalidad


Septiembre de 2002. Manchester con sol, algo más raro que un caramelo masticable sabor a anchoas. La guía de viajes anuncia que la ciudad no está preparada para el turismo y que los hoteles no abundan. Y pasa como siempre: uno le resta importancia a esas cosas hasta chocar con la realidad. Y la realidad es que sacando algún cinco estrellas, de hoteles baratos, ni hablar. Por suerte, los pubs del centro ofrecen habitaciones. Uno de ellos es el Lord Nelson, en Newton Street.

El Lord Nelson pub tiene un billar, algunas tragamonedas, dos televisores, y cuatro o cinco tomadores de cerveza fijos que ya parecen formar parte de la decoración. Atienden dos cincuentones que sirven pints de cerveza como autómatas. Uno, Gavin, es fanático del City y de las apuestas. Esperó cruzarse con un argentino por mucho tiempo, para recriminarle que Angel Cabrera no hubiera dado el batacazo en el Abierto Británico de golf, justo el día que él le había puesto un fajo de libras al cordobés. El otro, Lesley, es del Manchester United y está más preocupado por saber cuál es el puesto de Verón, porque todavía no lo termina de entender.

Dice Gavin: –Los del City somos los dueños de la ciudad. Somos hinchas verdaderos, fieles, que cantamos siempre. Los del United jamás tolerarían las derrotas que nosotros soportamos, se harían de Liverpool o del equipo que ganara.

Lesley se pone furioso: –Estoy harto de escuchar lo mismo. Dicen que son los reyes de la ciudad porque el United se mudó al Old Trafford, en las afueras de Manchester. Y el centro quedó para los del City. Los del United no sólo estamos en Manchester, sino en otras ciudades cercanas, en Londres...

Remata Gavin: –Y en Asia, claro, ¿no Lesley? ¡Dentro de poco tendrán que jugar de local allá! Porque para ustedes todo es cuestión de marketing, de usar cuatro camisetas por año. Ya lo escuché el otro día: Manchester United no es un club de fútbol, es un megastore. (Se ríe)

Versión compactada de una discusión interminable. Mientras el United hace marketing por sí solo, la mejor bandera que hoy tienen los hinchas del City está en la banda Oasis: los hermanos Noel y Liam Gallagher son adoradores del City. Y aprovechan cualquier recital que den para hacerle cantar a la multitud: “Who the fuck are Man United”, tarareada con los acordes del cantito nuestro de “Le afanamo’ la bandera/ que la vengan a buscar”.

Al pub de Nelson llega Sarah, la dueña, y se mete a hablar más en serio del derby: “Este pub lo heredé de mi abuelo. A principios de siglo, fanático del City. En la década del 10 había prohibido la entrada de los del United, algo que era muy habitual. Si llegaban a encontrar a uno, lo sacaban a patadas”.

A Sarah, las raíces del clásico le invadieron los momentos más importantes de su vida: “Mi casamiento, por ejemplo. Tuve la mala suerte de enamorarme de un hincha del United. Yo nunca le di importancia al derby, pero mi familia sí. Mi padre asistió a mi boda a regañadientes. Mi abuelo directamente no fue. Y mi abuela, para expresar su disgusto, se vistió de marrón oscuro, el color más cercano al negro, al luto. Si se hubieran enterado que sus bisnietos iban a ser hinchas del United y encima católicos, se desplomaban ahí mismo”.

Caos en la ciudad


Ahora, las rivalidades ya no llegan a tanto. George Best encuentra la explicación: “En mi época, todos los jugadores éramos de Manchester, era una cuestión más de piel. El City siempre se enorgulleció de haber sido el único equipo inglés que salió campeón con 11 ingleses en la cancha. Nosotros también éramos mayoría. Ahora hay muchos extranjeros o ingleses de otras partes de la isla”.

El pub de Nelson abrirá sin restricciones el 9 de noviembre, fecha del próximo clásico. “Habrá mucha policía, uno por cada esquina, así que no creemos que pase nada”, dice Gavin. Lo de la policía es muy cierto. Será el mayor operativo de seguridad en Inglaterra desde la Eurocopa 1996. No tomaron como un detalle menor que el último clásico interno terminó en la expulsión de Roy Keane tras una patada criminal al noruego Alf Haaland, algo que el irlandés reconoció haber hecho a propósito en busca de venganza por una lesión de un par de años atrás. Keane, justamente suspendido por estos dichos en su autobiografía, no estará presente en Maine Road. Si no, se habrían necesitado corresponsales de guerra más que periodistas deportivos. A falta de Keane, bueno será toparse con Beckham, dicen los del City. Los del United están esperando la chance de cantarle a Peter Schmeichel –desde este año en el City– “lo que merece”. Es el partido 127 en la historia del clásico: Manchester United ganó 49 (183 goles) y el City, 32 (166). Empataron 45.

En Maine Road se vieron muchas cámaras el año pasado, porque el libro de Shindler llegó al cine. “Nos pidieron seguir con el estilo de Full Monty y Billy Elliott, del triunfo del espíritu humano sobre la adversidad... algo que no es fácil tratándose del Manchester City”, comentó el escritor, que cree que el próximo clásico lo gana el United 3 a 1.

Su libro, mientras tanto, se sigue vendiendo, pero no le reportó ningún Nobel. Es que, como el City, sus hinchas no están acostumbrados a ganar. No sería de extrañar que Kertész, el húngaro que sí se quedó con el Nobel, sea hincha del United.

Martín Mazur