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Se le cumplió el sueño

Pablo Aimar confesó su deseo de volver a la Selección en la edición de Mayo de la Revista El Gráfico. Maradona lo convocó para los partidos de Eliminatorias. Consolidado en Benfica, extraña la camiseta de River y la argentina.

Por Redacción EG ·

29 de mayo de 2009
Nota publicada en la edición mayo de 2009 de la revista El Gráfico.
CAMINA POR LAS ENTRAÑAS del impactante Estadio da Luz todavía con la curiosidad de los que no están familiarizados del todo con el entorno en el que se mueven. La gente lo mira con un dejo de extrañeza, como si no creyera que el tipo que vende más camisetas en el club pudiese estar ahí dentro un día de la semana, respondiendo el saludo con ese gesto siempre amable acunado en la lejana pero cercana Río Cuarto.
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Lisboa, una ciudad para enamorarse abriéndose paso por sus fachadas descascaradas y llenando los pulmones de su nostálgico aire a fado, es el lugar elegido hace diez meses por Pablo Aimar para intentar que el mundo del fútbol vuelva a suspirar por su juego, hasta hace poco algo cada vez más imposible por el avance de la pubialgia que lo lastró progresivamente desde 2004.
Pero el vía crucis parece haber terminado. Después de mucho analizarlo, uno de los símbolos de la última gran etapa de River, el pibe al que no pocos en España pusieron sólo por detrás de Zidane, decidió operarse, harto de imaginar jugadas y no poder dibujarlas. A casi un año y medio de la intervención, después del descenso con el Zaragoza y de la deficiente recuperación que le robó media temporada en el Benfica a golpe de desgarros, El Mago –como lo apodó el benfiquismo– disfruta de su renacimiento como futbolista a los 28 años e intenta responder a la mochila que le regaló nada menos que Rui Costa: liderar la vuelta al triunfo del equipo más popular de Portugal, llevando la  camiseta 10 que él convirtió en mito.
“Estoy en un momento que para mí es muy importante”, cuenta el ex Payaso con brillo en los ojos y sentado en el banco de suplentes de su nueva casa. “Aunque parezca increíble, después de varios años pude jugar muchos partidos completos seguidos, sin que me duela nada. Para mí es un logro. Imaginate, para la época de los Juegos Olímpicos de Atenas ya estaba mal. Tuve épocas de dolor mejores y peores, pero ya en la última temporada con el Zaragoza era algo insoportable. No podía hacer nada de lo que quería y por eso decidí operarme. Me siento muy fuerte y tengo muchas expectativas en esta nueva etapa, porque creo que todavía puedo estar mejor. Futbolísticamente puede ser una buena etapa para mí. Con seguridad, no como a los 23, en la plenitud física, pero todavía puedo seguir haciendo cosas lindas”.
–¿Por qué el Benfica y no el Newcastle? Estaba hecho tu pase a la Premier League.
–Porque sabía que con este cuerpo técnico (encabezado por Quique Sánchez Flores, que lo tuvo en el Valencia entre 2005 y 2006) que me conoce bien, podía alcanzar el estado en el que estoy ahora. Además, es un grande que ha ganado mucho en su historia; aunque ya, no. Y la gente pide títulos, los necesita. Hace poco ganamos la Copa de la Liga. No es tan importante como la Liga, pero suma, descomprime un poco. Y la llamada de Rui Costa también fue importante. Yo le estoy muy agradecido.

–¿Necesitabas el mimo de un técnico conocido?
–A mí no me hacen falta los mimos, los beneficios. A mí me encanta jugar, me encanta entrenarme. Sabían que iba a venir como uno más, como hago siempre. De ahí a jugar, ya depende de cómo esté. Nadie va a poner a alguien que le tire para atrás el equipo. Necesitaba ponerme bien y no me equivoqué con la elección.
Para ser Europa, el ambiente del Benfica es muy latino: “Hay un uruguayo, dos españoles, están Angelito Di María y Tacuara Cardozo. Nos juntamos todas las mañanas para tomar mate. Me parece que los demás aprenden más español que nosotros portugués. Al final, tenemos como un dialecto raro, je”.
La que no se prende en la ronda de amargos es Victoria, el águila de nueve kilos que le prestaron para la foto en su presentación como encarnado. “En todos los partidos vuela por el estadio y después se posa en el escudo del Benfica. Es todo un símbolo del club. ¡Una celebridad!”, mete el guiño Aimar, con una expresión que poco tiene que ver con la que se le veía hasta hace poco. No sólo por sus problemas físicos, sino también por haber mirado a los ojos al descenso y haber perdido la pelea con el Zaragoza.
“Sin duda, fue el punto más bajo de mi carrera, el más inesperado. Ese era un equipo que nosotros pensábamos que tenía y que podía jugar mejor, pero no supimos jugar contra la presión de poder bajar. A mí me agarró el posoperatorio en plena bajada. Volví para intentar ayudar, pero no lo pude hacer. Lo vivimos mal, muy mal. Si es que lo sé hacer, no sé hacer otra cosa que ésta, entonces es algo que tomás como dramático”.
–¿Cumpliste con las expectativas en estos ocho años en Europa? Las tuyas, las de los demás…
–Yo estoy muy pero muy feliz con la carrera que tuve. De lo único que puedo arrepentirme es de no haber confirmado antes que la operación era la decisión correcta para curarme del pubis. Nada más. En el fútbol hay muchas palabras con “ía”: podría, debería. Al final, los jugadores están donde deben estar. En el Barcelona, en el Benfica, en River y, lo digo con el mayor de los respetos, en Estudiantes de Río Cuarto están los que deben estar. Si yo no llegué al Barcelona, habrá sido porque ese no era mi lugar.

-¿No te pudo haber perjudicado en el tema lesiones la exigencia física a la que te obligaban en Valencia? No sos Essien y corrías 12 kilómetros por partido, como el que más.
-No. A lo mejor eso era lo que necesitaba hacer yo en ese equipo para jugar. Y es lo que pasó: jugué. Y ganamos cosas. Tal vez ese granito de arena sumó mucho para que eso pasara.

–Te lo pregunto desde un punto de vista egoísta.
–A lo mejor en el egoísmo hay una gran virtud, pero si es así, yo no la tengo. No digo que debería haberlo sido, digo que no lo soy. Ni fuera ni dentro del fútbol. Lo que hice en cada momento es lo que creía que debía hacer. Salvo lo de la operación, hice siempre lo que creí correcto. Por eso no me quedan traumas, ni rencores, ni remordimientos.

–Sos el enganche argentino más exitoso de los “europeos”. Ganaste dos ligas españolas, una Copa UEFA, jugaste una final de Champions… ¿Te falta reconocimiento?
–¿Qué es el reconocimiento? ¿El de quién? Porque yo siento reconocimiento en la llamada de alguien como Rui Costa para venir al Benfica, en que me dijera que quería que usara la número diez que usó él. O en Quique Sánchez Flores, que trabajó conmigo, confiara en tenerme de nuevo.

–Pero se fue Riquelme de la Selección y no aparecés en ninguna lista de candidatos.
-A mí me parece perfecto que se hable de jugadores que están en la misma liga que yo o en Argentina. De verdad, eso es importante porque jerarquiza el campeonato argentino. Después, si no se habla, será porque hay gente que piensa que hay otros mejores que yo para el puesto. Y está bien.

–¿Tenés que sacarte el cartel de jugador que tiene muchos problemas físicos?
–A lo mejor yo, con mi sinceridad, tiro piedras contra mi tejado, pero los problemas los he tenido. Por eso quiero seguir jugando al fútbol. Porque me gusta y porque creo que puedo seguir haciéndolo sin problemas. A mí me pasó ver jugadas y no poder hacerlas porque físicamente no podía. Me ocurrió mucho, pero tampoco hay que hacer drama con carteles y esas cosas. Cuando se tenga que hablar, se hablará. Y espero que bien.

–¿Te dijo algo Diego sobre la Selección, cuando se encontraron en Lisboa antes de Francia?
–No, no hablamos nada de eso. El estaba en el estadio y le preguntó a Rui Costa por mí. Me fueron a buscar, nos saludamos y hablamos de otras cosas. Diego siempre tuvo palabras elogiosas conmigo y yo se lo agradezco.

–¿Hoy te sentís lejos de la Selección?
–Esa es una pregunta muy muy difícil para mí. Por supuesto que me encantaría jugar al menos un partido más en la Selección. Sería un sueño. ¿Quién puede decir otra cosa? Pero bueno, en el futuro no se sabe, pero hoy sí me veo un poco lejos (por primera vez en toda la charla, baja la mirada, como diciendo algo que le duele en el alma).

–¿Cómo deberías “venderte” para poder acercarte un poco?
–Nooo! ¿Sabés qué pasa con eso? La entiendo, pero no me voy a sumar a esa postulación permanente que hay, no sólo con la Selección argentina. Yo me entreno e intento jugar lo mejor posible. Ahora, decir algo como “Me cortaría algo, me tiraría de acá para jugar”, no. No es que vaya contra mis principios. De lo que yo tengo que hacer, no queda nada. Me tuve que operar porque tenía que hacerlo si quería seguir jugando al fútbol. Si llega una citación, bienvenida. Si no, seguro que no va a ser por falta de ganas.

–¿El equipo tiene un plus hoy con respecto a otros anteriores, gracias a Messi?
–Creo que sí, cualquier equipo que tenga a Messi tiene un puntito más. Juega a otra velocidad, pero no como Usain Bolt, sino llevando la pelota. ¡Va más rápido que los que no la llevan! Y a cada paso la va tocando, como Zidane. Es casi imposible recuperar esa pelota sin hacer foul. Y además la visión, y mil cosas. Por eso está entre los mejores tres jugadores del mundo de los últimos dos años y por eso el año que viene, con premios y todo, va a ser el mejor. Ahora está cabeza a cabeza con Cristiano Ronaldo.

–¿El fútbol mató al enganche?
–No, no lo mataron. A lo mejor no se juega más con ese hombre delante de los tres del medio, pero sigue jugando. Un poquito para el costado o como yo, que juego con un solo delantero, pero la posición es la misma. En Valencia, con un solo delantero, en vez de tener dos pases, tenía tres, porque de los costados también iban. Hay que readaptarse.

–En la Argentina se instaló la discusión: mantener la identidad o sumarse a la corriente mundial.
–Mirá, han ganado equipos tan diferentes… Eso tiene el fútbol. Hoy uno dice: evolucionar es jugar sin enganche. ¿Y si mañana sale campeón del mundo uno que juega con enganche? Todo para atrás otra vez. El fútbol tiene muy pocas verdades. Iniesta, Xavi y Messi no juegan con tres volantes atrás a la manera nuestra, pero son enganches. El mejor equipo del mundo juega con tres enganches, así que al enganche no lo mataron.

–Riquelme es amigo tuyo, ¿cómo viste lo que pasó con Diego?
–Opinar de decisiones ajenas desde afuera es un error. No sólo de una renuncia a la Selección. Hay tanta gente que opina de todos y de todo, desde el adelanto de unas elecciones hasta esto... Y el único que sabe por qué lo hizo es él. Los únicos que saben si hubo un problema son ellos. Lo que opinemos no es trascendente.

–¿Te chicanea con que juegues alguna vez con él en Boca?
–No hablamos de eso. De fútbol, poquito.

–¿Y no te ves siendo el Riquelme de River?
–No, por ahora no (lo repite tres veces, tranquilo pero firme). Me tentó mucho la posibilidad de jugar en este equipo, la llamada de Rui Costa y de Quique Sánchez Flores. No me veo volviendo de inmediato a River. Lo que pasa es que son hermosos momentos vividos y terminan volviendo casi todos. Yo viví prácticamente dentro del club desde los 15 a los 21 años. Comía ahí. Si algún día me toca, sería muy lindo volver, pero tengo algo que hacer acá. Me recibieron y me trataron muy bien, con un cariño que no sé si merezco, pero seguro no esperaba.

–¿Te debés un regreso a la élite del fútbol europeo?
–No, pasa por este equipo. Cuando salimos campeones, hace poco, la gente estaba loca de contenta. Quiero ver a esa misma gente festejando un título más importante.
–¿El estado precario en el que está el club influye en la negativa?
–No, porque a veces es mejor entrar a un partido perdiendo que ganándolo. Hay veces en que jugás más tranquilo porque no tenés nada para perder y el desafío es mayor. Acá es lo mismo por lo de la falta de títulos y sé que en River sería más o menos igual, pero no pasa por ahí. Corro el riesgo de que pase el tiempo y River no me llame más, pero hay riesgos que es necesario correr.
El jefe de prensa del Benfica empieza a mirar con cara de que el tiempo se agotó hace rato, pero la idea de Aimar de no regresar todavía al club que lo catapultó a la fama mundial, siembra momentáneamente la duda sobre si el país también suma lo suyo para que su escenografía siga siendo europea. 
–A nivel global, ¿estás en paz con la Argentina?
–Sí, por supuesto. Me llevo muy bien con la Argentina. Leo todo. Me gusta saber lo que pasa, aunque trato de leer dos o tres cosas distintas, porque lo que pasa depende de quién te lo cuenta. Yo me voy a volver a vivir a mi ciudad, a Río Cuarto. Ahí es donde voy a vivir cuando deje el fútbol. Voy a volver a Buenos Aires porque me gustó mucho, porque es una ciudad que tiene de todo y se vive muy bien, pero donde yo me siento en mi casa es en mi ciudad.

–¿Te pusiste algún plazo para volver?
–No. Dicen que la vida es eso que pasa mientras hacés planes. Yo intento disfrutar acá, de que mis hijos mezclen algunas palabras en portugués, de aprovechar cada momento. Pienso mucho en mi ciudad. Cuando estoy ahí se me hace muy difícil irme, pero ya voy a volver.

–¿Qué tal el Aimar padre?
–Creo que bien. Se hace lo que se puede... Entendés un montón de actitudes de tus viejos que, sin tener hijos, nunca entenderías. Leés una revista y decís: No, mi hijo tal cosa. Todos dicen lo mismo. Y cuando los tenés, decís: La puta madre, tenía razón.

-¿Bajaste la persiana con dos?
-A lo mejor, cuando volvamos a Río Cuarto tenemos un cordobés… Siempre me gustó ser familiero. Acá está mi hermano jugando en el Estoril. Tomamos mate, estamos juntos… A veces se suma que el lugar es lindo, pero mientras estés con gente que te hace sentir bien, el lugar da lo mismo. La normalidad que yo tengo para ir a tomar un helado con mis hijos al centro de Lisboa o en Río Cuarto, no la cambio por nada, por ninguna tapa.

Por Eduardo García  Barassi, desde Lisboa, Portugal /Fotos: Marcelo Ullua.