Argentinos en el exterior

Luciano Theiler: "Hay que tenerle mucho amor al fútbol para jugar en estos lugares"

Grandes anécdotas del defensor cordobés que jugó en Maldivas, Siria y el Líbano y no tuvo problemas para amoldarse a nuevas costumbres.

Por Redacción EG ·

22 de mayo de 2009
“Hola Luciano, te escribimos de la página web de la revista El Gráfico, quisiéramos ponernos en contacto con vos para hacerte una nota y que nos cuentes acerca de tus experiencias en Maldivas, Siria y el Líbano”.

Del otro lado del mundo, nuestro destinatario piensa que el mensaje que acaba de leer se trata de una broma cruel de alguno de sus amigos. Según sus propias palabras, no entiende cómo podríamos interesarnos en sus historias. Es entendible la desconfianza, contactar a un potencial entrevistado por medio de una red social no es el modo más usual. Después de un largo intercambio de mails, Lucho Theiler cumple con nuestro pedido: nos cuenta en detalle sus mejores vivencias a varios husos horarios de distancia.

-¿Cómo te fue en el Líbano?
-Muy bien. Estuve en el Al Ahed, el último campeón de la liga. Los clubes representan diferentes religiones. El mío, que es de musulmanes, corresponde a un partido político muy popular que combatió contra Israel en la guerra del 2006. Esta gente tiene mucha influencia en el gobierno del país, casi tanto como el presidente. La zona en la que  estoy viviendo es la que más sufrió las consecuencias de la guerra. Gran parte de Beirut se tuvo que volver a construir. Hay edificios en los que se ven las marcas de las balas. Acá es común ver en la calle tanques de guerra.

-¿No querías salir corriendo?
-Las primeras veces miraba y me preguntaba por dentro “¿Qué hace este?”. No sabía qué pensar, pero me dijeron que esas cosas son frecuentes. Gracias a Dios, mi vida acá es normal, no me tocó vivir nada extraño. Lo que más me llamó la atención es el amor que tienen los niños por las armas de juguete. No saben caminar, pero ya tienen en la mano un arma, que a veces es más grande que ellos.

-¿Cómo son los partidos allá?
-Los de la liga del Líbano se juegan sin público, está prohibida la entrada de los hinchas, sólo entran los dirigentes de cada club. Hace tres años que se tomó esta medida por la violencia que había en los estadios. Jugamos en estadios con capacidad para 50.000 personas, pero están totalmente vacíos. Los hinchas nos ven sólo en los partidos televisados. En cambio, pueden ir a los partidos de la Copa AFC, porque es un torneo internacional. En la liga hay doce equipos, pero existen grandes diferencias entre los clubes grandes y los chicos. Cuatro equipos pelean por el campeonato, algunos andan por mitad de tabla y el resto está en la lucha por no descender.

-¿Cómo decidiste ir a jugar a Maldivas?
-Me sedujo la idea de disputar una copa internacional (jugábamos en Malasia, Singapur y Hong Kong), pero también lo tomé como un desafío personal, una posibilidad de vivir en un lugar muy particular y diferente al nuestro. Tenía la idea de que me iba a servir mucho para crecer, no solo en lo deportivo, también como persona. Fui con otro jugador argentino, y allá también jugaba con nosotros un jugador paraguayo.

-¿Cuál fue tu primera impresión al llegar?
-Es un país único, muy diferente al resto. Desde que te bajas del avión, empezás a sorprenderte. Tienen más de mil islas. Es más, el aeropuerto está ubicado en una isla exclusiva para eso. ¡La pista donde aterriza el avión entra justa! Para ir a la capital Malé, que es una ciudad muy chiquita, hay que tomar un barco. Son sólo diez minutos de viaje. El agua, que tiene un color increíble y está muy limpia, está a menos de un metro del nivel de la ciudad. Allí no viven más de cien mil personas, en treinta minutos de caminata se puede cruzar toda la ciudad. En Maldivas se sufre mucho la falta de espacio, no existen las casas, son todos edificios. Las veredas miden un metro de un lado, ¡y la del otro tiene sólo 10 centímetros! La gente abre la puerta de su casa y pone el pie en la calle. No existen los garajes, los autos se manejan con el volante a la derecha. Es normal que en un mismo departamento viva toda la familia: abuelos, padres e hijos. Algo bastante curioso es que, como no tienen espacio para poner un ropero, cuelgan la ropa en el cielorraso.

-¿No te daba miedo la posibilidad de un tsunami?
-Muchas islas desaparecieron por el tsunami, Malé la capital tiene una barrera de piedra para que la proteja. Si bien yo sabía que estaba ese riesgo, no podía ir a un lugar tan lejano a tener miedo, siempre pensaba que no iba a pasar nada y, gracias a Dios, no pasó.

-¿Cómo es la gente del lugar?
-Son muy cerrados, con mis compañeros teníamos poco diálogo. Al llegar al entrenamiento, pasaban por al lado nuestro (NdR: se refiere a los jugadores extranjeros), no sólo que no nos saludaban, sino que ni nos miraban.

-¿Cómo te manejaste con el idioma?
-Hablan divehi, un idioma muy raro, que se escribe con todos símbolos, pero muchos hablan inglés.

-¿Cómo era la vida cotidiana?
-Fue difícil. Allá no existen los boliches o bares, no se vende alcohol (excepto en los resorts de alto nivel que están en islas especiales, donde van los turistas de todo el mundo). Si un nativo toma alcohol, va preso por cinco días. En los restaurantes se cena casi en la oscuridad, con muy poquita luz. No hay shoppings, ni cine. No existen los robos, la gente deja todo afuera de su casa. Entran a las mezquitas descalzos, y están todos los pares de zapatos en la puerta, pero nadie toca nada.

-¿Qué hacías en tu tiempo libre?
-Yo me la pasaba encerrado en el departamento todo el día conectado a internet. Hay que tenerle mucho amor al fútbol para jugar en estos lugares. El fin de semana para ellos es el día viernes y medio día del sábado. El domingo es como un lunes en Argentina.

-¿Cómo era la comida?
-La comida es muy picante, había variedad, pero al ser tan picante, no la podía pasar. Algunas veces me tomaba un litro y medio de agua para poder comer una pizza. Vívía a base de arroz y atún. Otra cosa, allí no se puede comer con la mano izquierda.

-Son muy religiosos, ¿no?
-Rezan cinco veces al día. Los rezos comienzan por los altoparlantes de las mezquitas, y como hay mezquitas por todos lados, se escuchan en todo el país, es normal que a la madrugada te despierten. La gente es muy respetuosa con eso, deja de hacer lo que está haciendo y se pone a rezar. Me pasó que el horario de uno de los rezos, coincidía con la entrada en calor de uno de los partidos oficiales. De repente, los jugadores locales se iban al vestuario a rezar durante diez minutos. Nosotros, los tres extranjeros, nos quedábamos en la cancha solos, pero teníamos prohibido tocar la pelota durante ese tiempo, solo podíamos elongar. Después, ellos regresaban y continuábamos calentando.

-¿Cómo es el nivel futbolístico?
-El país cuenta con sólo un estadio para jugar partidos oficiales, que es muy lindo. Tiene todas las tribunas techadas, porque llueve casi todos los días. La liga la juegan ocho equipos, la mayoría son de la capital, todos los equipos tienen tres extranjeros, por lo general son africanos y europeos. Algunos clubes también tienen entrenador foráneo. Al haber solo un estadio para partidos oficiales, se juega un partido por día. Entonces, hay fútbol toda la semana; excepto el viernes, por la religión.

Imagen Theiler (el tercero de la fila de arriba) posa junto a sus compañeros del Al Ahed.
Theiler (el tercero de la fila de arriba) posa junto a sus compañeros del Al Ahed.
-¿Cuál fue la mejor anécdota de tu paso por la isla?
-A los dos días de haber llegado, viajamos a Singapur a jugar por la Copa. Cuando estábamos en el hotel con mi compañero argentino, se nos acercó una persona, haciéndose pasar por representante, nos dijo que nos iba a ver jugar y que, si andábamos bien, él nos quería llevar a jugar a Singapur al año siguiente. Hasta ahí, era todo normal, pero ese mismo día a la noche nos llamó por teléfono ofreciéndonos plata para que perdiéramos. Como le respondimos que no, el tipo nos seguía llamando. Al otro día, le contamos al manager del club lo que había sucedido, nos dijo que no nos preocupáramos porque esas situaciones eran normales; pero después de cenar, nos avisó que teníamos que hacer una entrevista. Nosotros pensábamos que era por el partido que teníamos al otro día, pero no. Nos llevaron a un hotel, donde nos estaba esperando un hombre que nos sentó en una mesa con diez personas más que tenían tres computadoras portátiles. Había un traductor junto al jefe máximo de la seguridad de Singapur y el veedor de la FIFA. Nosotros no entendíamos nada. Lo que sucedió es que la gente de nuestro club, le comentó al veedor lo que nos había pasado y ellos hicieron la denuncia. Estuvimos dos horas respondiendo preguntas, la policía ya contaba la foto de la persona acusada, que ya tenía antecedentes. El tipo no tenía nada que ver con el club de Singapur, era alguien que se dedicaba al negocio de las apuestas. Al llegar al hotel, teníamos a dos personas de seguridad en la puerta de la habitación para que nos cuidaran. Iban con nosotros a todos lados: desde el estadio hasta el shopping. El veedor de la FIFA era de Bahrein nos agradeció por nuestra actitud. Al otro día, vimos en Internet que la noticia estaba en todo el mundo. Fue increíble todo lo que sucedió. Cuando nos volvíamos a Maldivas, le agradecimos a la gente de seguridad por habernos cuidado y nos despedimos. Cuando llegamos al aeropuerto, estaban allí, esperándonos.

-De ahí te fuiste a Siria, contanos un poco acerca de esa experiencia.
- Según los periodistas de Siria y Líbano fui el primer futbolista argentino en jugar en esos dos países. Jugaba en el Al Karamah, un equipo que vendría a ser como Boca en Argentina. Venía de ganar las últimas tres ligas y hace dos años había perdido la final de la Champions League asiática. Yo vivía en la ciudad de Homs, allí hay dos clubes: uno de católicos y el musulmán, donde jugaba yo. El 80% de la gente era hincha de ese equipo. Son muy fanáticos, todos los hinchas querían tener la foto de algún jugador en el celular. Cuando terminaba el partido, que se jugaba siempre a cancha llena, había muchísima gente en la salida del estadio esperándonos para sacarse fotos con nosotros. Lo curioso es que la mayoría me preguntaba por Menem. Por la calle me gritaban “¡Aryentin”! A cada lugar que iba siempre me regalaban algo, y tenía que aceptarlo, porque si no lo hacés es de mala educación.

-¿Qué fue lo más difícil de la adaptación?
El idioma, porque hablan en árabe. Yo no entendía nada. Al supermercado no podía ir solo, sino terminaba comprando cualquier cosa. Los días de partido, estaba escrita en el pizarrón la formación de los jugadores que iban a jugar, pero yo no me daba cuenta si estaba mi nombre, así que mis compañeros me explicaban en inglés. Después de tres meses aprendí a leer y a escribir mi nombre y los números. De la charla técnica, no entendía ni una palabra, me explicaban algo puntual, siempre en inglés. En la televisión solo podía mirar fútbol, porque otra cosa no entendía. Veía los partidos de Argentina, me reía mucho con el relato, por lo distinto que pronuncian los apellidos.

-¿Cómo hacés para acoplarte a costumbres tan diferentes?
-Algunas cosas no son tan diferentes. En Siria, mucha gente toma mate, en pocillos de vidrio y no lo comparten. Cada uno toma en un mate diferente y se consigue la yerba argentina. Cuando les contaba que yo también tomaba mate, se sorprendían. De todas maneras, lo que más toman es té, que es con lo que te invitan. También me pasaron otras cosas divertidas.

-¿Cómo cuáles?
-Apenas llegue a Siria me invitaron a un casamiento. Fui con mis compañeros del equipo, cuando entré al salón de la fiesta, vi que todos eran todos hombres, no veía una mujer por ningún lado, ni la novia estaba. Como todo me parecía muy raro, pregunté porque no había mujeres, me dijeron que todas las mujeres y la novia estaban en otro salón, a unos 200 metros de distancia y que no se podían mezclar, por la religión. Otra vuelta, voy al gimnasio a la mañana y no había nadie, mientras estaba entrenando, comencé a notar que llegaban mujeres tapadas, me miraban y se iban sin hacer nada. No entendía porque entraban y se iban tan rápido. A los 15 minutos cayó el dueño del gimnasio y me empezó a gritar en árabe, yo no entendía nada de lo que me decía. Resulta que en el gimnasio tampoco se pueden mezclar las mujeres con los hombres, y yo estaba entrenando en el horario de mujeres, por eso se enojó el tipo. Después se dio cuenta de que yo no era sirio, se sintió mal y me pidió disculpas en inglés. Me tuve que ir y volví por la tarde.

-¿Te tocó alguna cancha difícil?
-Una vez tuvimos que jugar un partido en una ciudad cerca de Irak, mis compañeros me decían que íbamos a tener un clima complicado durante el partido, porque la gente de allá es especial, muy violenta y que era una cancha muy difícil para ganar de visitante. No le erraron en nada, la cancha estaba llena y nos tiraban de todo desde la tribuna. Los suplentes tuvieron que hacer la entrada en calor abajo del banco de suplentes, por las cosas que les arrojaban. Faltando un minuto el árbitro cobró un penal a favor nuestro. Demoraron quince minutos para patearlo, ganamos 1-0 y nos tuvimos que quedar tres horas dentro del vestuario. Se escuchaban muchos ruidos de piedrazos, cuando salimos el estadio estaba destrozado por fuera, habían roto todos los vidrios. Los hinchas del equipo rival se habían peleado con la policía porque le querían pegar al árbitro. Todas las calles alrededor del estadio estaban llenas de piedras. El chofer del colectivo de nuestro club se fue antes de que terminara el partido, lo llevaron a la residencia de la policía para cuidarlo. Nos tuvimos que ir en un colectivo de la policía, ya quedaba muy poca gente, pero igual los hinchas estaban escondidos y nos tiraban piedras.

-¿Cómo manejás el tema de la distancia con la familia?
-Hablo todos los días por internet y también por teléfono. Todas las semanas les voy mandando fotos de los lugares nuevos que conozco. Cuando puedo trato de subir algún video a mi blog, así me ven jugar. Es difícil porque al año sólo paso quince días con ellos, pero ya estamos acostumbrados. A los 15 años me fui de mi casa para jugar al fútbol, ya tengo 27.

-Tenés nacionalidad croata, ¿te ilusionás con jugar en la Selección?
-Mis abuelos maternos son croatas. Mi mamá se apellida Simic, igual que el jugador del Mónaco y de la selección croata. Me gustaría mucho jugar en la liga de Croacia, sería muy lindo. Tengo la mentalidad de seguir creciendo y de buscar nuevos desafíos. Además, como todo jugador anhelo jugar en Europa.

-¿Sos familiar de Jorge Theiler?
-No, directo. Somos primos lejanos. Me acuerdo que me lo crucé cuando él dirigía las inferiores de Newell’s y yo jugaba para Renato Cesarini de Rosario. Era la última fecha, si su equipo ganaba salían campeones, pero perdieron con nosotros por 3 a 0 y Central se quedó con el título. Antes habíamos hablado como dos palabras, pero nunca más lo vi, ni volvimos a hablar.


Alejandra Altamirano Halle