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La subida del tres

Para Emiliano Papa todo cambió para bien hace poco más de un año: nació su hija, se salvó del descenso con Central, la rompió en Vélez y se transformó en el lateral izquierdo de la Selección de Diego.

Por Redacción EG ·

05 de mayo de 2009
Nota publicada en la edición abril de 2009 de la revista El Gráfico

Imagen Foto: Verónica Iglesia
Foto: Verónica Iglesia

EL VIEJO todavía se posa en su para-avalanchas del estadio José Amalfitani. Analista ejemplar del sistema, atrapado en la pasión de multitudes, conserva experiencias inagotables. Sabe tanto de la existencia como de fútbol. Es innegable: hasta podría desarrollar manuales completos. Como de costumbre, regala su frase de cabecera: “La vida es una rueda; un día estás abajo y otro, arriba. Déjala girar y espera tu turno”.

5 de marzo de 2008, fecha memorable en el diario íntimo de Emiliano Papa. Carola, producto genuino del amor con su mujer –Valeria–, se asomó al mundo. La responsabilidad de asumir la paternidad se presentó junto a otra situación embarazosa. Borrado en Vélez por Ricardo La Volpe, había recalado a préstamo en el club que lo colocó en Primera, Rosario Central, con el objetivo de mantener la categoría. Comprometido con la causa, no resultó descabellado verlo en cancha en el empate en cero frente a Colón, a dos días del nacimiento de su hija, quien trajo una panera debajo del brazo. Dirigido por Leonardo Madelón, se salvó del descenso y regresó a Liniers a mitad de ese año. La noria estaba en funcionamiento. “Despegué ahí. Tuve un buen campeonato en Central y luego me asenté en Vélez. Ganamos varios partidos, jugué bien y empecé a ver distinto el panorama”, reconoce el falso enganche por izquierda, devenido a lateral zurdo.

El movimiento circular se llevó a cabo una vez más de manera vertiginosa, y su freno se produjo en el lugar justo al momento indicado, a principios de noviembre último. El fax apareció en las oficinas del Fortín como si fuera una mirada cómplice del destino. Diego Maradona, entrenador de la Selección, lo convocó para el amistoso frente a Escocia, su estreno en la Argentina en el debut del equipo del más grande de todos los tiempos. Giro en su guión. “Me sorprendí cuando Diego me elogió en sus declaraciones. Me sentí orgulloso, y no por desconfiar de mis cualidades, sino porque entré en la consideración de Maradona. Lo conocí personalmente en Glasgow, una situación especial. No caí en la realidad. Estaba en la Selección, con lo que significa, y con él como técnico. Jugar ahí es lo máximo y hacerlo de la mano de nuestro emblema ni hablar. Ni yo ni mi familia lo olvidaremos. Son emociones fuertes: el vestuario, vestir la camiseta, el himno. Un país está mirándote”, admite el santafesino, nacido en Acebal un 19 de abril de 1982.

–Si te contaban esta historia hace un año y medio atrás, ¿la creías?
–No, no podía ser. Pero salimos del pozo en Central, me gané un puesto en Vélez y crecí junto al equipo. Se dan las circunstancias justas: no soy ni joven ni grande para jugar y me siento maduro.
–Se te abrió un camino de proyección internacional siendo jugador de la Selección. ¿Se modificó el panorama?
-Soy el mismo: simple. Me tocó la mala y ahora disfruto la buena. En lo profesional, sí se abrió el abanico. Jugar un partido en la Selección suma más que los 200 que llevo en Primera. Una convocatoria se traduce en años de trabajo. Estar entre los titulares es una responsabilidad hermosa, y más viniendo del ambiente local. Me puse la camiseta argentina y no me gustaría sacármela. Si bien la sensación es bárbara, nunca sabés si te volverán a llamar. Por eso, hay que estar afilado. ¿A quién no lo seduce terminar su carrera en el seleccionado?
-La mayoría de tus compañeros actúan en Europa. ¿Alguno te aconsejó ir? 
-No. Me gustaría ir a un club importante, pero priorizo lo deportivo. No tengo drama en pelearla en mi posición, aunque busco continuidad. No quiero que me cambien de puesto. En Vélez estoy a gusto, tengo contrato hasta mediados del año próximo y si la operación nos conviene a todos, la haría bajo esas condiciones.

EL SEMBLANTE VARIO. Observador del juego, amante de los videos, principalmente para corregir errores, rompió con la burocracia en un puesto condenado a la extinción. Sus presentaciones ante Escocia y Francia se enmarcan dentro de su pretérito perfecto, usina de anécdotas imborrables. “Un escocés intentó cambiarme la remera y no sabía cómo decirle que no. Hasta ahora, me las traje siempre a casa”, cuenta.
-Disputaste dos partidos en la Selección, sin conocer el predio de Ezeiza. ¿Increíble, no? 
-Es lo lindo del fútbol (risas). Soñaba con estar ahí. Mi ilusión era conocer esas instalaciones. A Hugo (Tocalli, quien lo dirigió en Vélez), que pasó muchos años adentro, le pedía que me hiciera entrar, aunque fuera para mirar. De última, entraba un rato y me iba.

La motivación se torna una marca registrada en el sello maradoniano. Su recorrida por las habitaciones, los carteles pegados en el vestuario con improntas de defensa de los colores y la última charla individual en la entrada en calor, enaltecen aún más el mito viviente y suben las revoluciones de sus dirigidos. “Nos llega el mensaje, nos transmite lo que él adora a la Selección. Te hace creer importante”, argumenta el devoto de los asados.   
-¿Le preguntaste por qué se fijó en vos?
-No, mirá si se arrepiente... El me pidió que juegue con libertad, pero que no enganche tanto atrás. Sabe que me gusta hacerlo y me aconsejó que llegue al fondo y lo tire cuando pueda. Es un defecto. Si sale mal, quedamos mal parados. Después, lo normal: atención en defensa, descargar con los volantes, pasar al ataque, asistir y mostrarme como opción en ofensiva.
-¿En qué te llamó la atención?
-Lo eufórico que está, cómo te saluda y te abraza al terminar los encuentros. Es una inyección anímica enorme.
-¿Cómo hace un futbolista de escasa chapa, que juega en la Argentina, pero ni en Boca ni River, para estar en la Selección?
-Es cierto que no soy un jugador de cierto nombre, pero tampoco menos que nadie. Nos medimos con Francia y había figuras de grandes clubes europeos. Sin embargo, siempre fuimos 11 contra 11, la pelota era igual para todos y el terreno, el mismo. No te podés dormir: Argentina tiene muchos buenos jugadores.

SU BAGAJE futbolero comenzó a forjarse a sus seis años en Atlético Acebal, al sur de la Provincia de Santa Fe, perteneciente a una localidad del Departamento de Rosario. Guiado por su padre, Juan Guillermo, número 10 de la institución, supo correr como puntero izquierdo en canchas sinuosas. Promediando sus 15 años, inició su camino en las Inferiores de Central. El miércoles 6 de marzo de 2002 debutó en Primera junto a Mauro Poy, hijo de Aldo Pedro, histórico del Canalla, en la derrota frente a Racing por 1 a 0; y tiempo después se recibió de académico: gol de palomita a Boca –conjunto que lo pretendió en 2005–, devolución de gentilezas a la platea de Newell's inmerso en un clásico caliente, que murió en las arcas de los de Arroyito, y oxígeno en la divisional tras figurar en rojo en el promedio del descenso.

En el Fortín, lo mostraron como mercancía usual; y hoy, en su segunda versión, lo exhiben como material precioso. Ordenado, con más vocación ofensiva que defensiva, generoso en el pase y en la definición, sobresale sin ser un defensor de talla en el equipo de Ricardo Gareca. “Somos un conjunto de jugadores maduros, en el que hay recambio, y los refuerzos se acoplaron bastante bien. El objetivo es pelear hasta el final y posicionarnos en zona de Copas. Hay equipo. Por eso, sueño con salir campeón”, enfatiza.
-¿Cuál será la clave del éxito?
-Mentalizarnos en que tenemos armas para estar arriba. Concentrados, sé que haremos un gran campeonato. El equipo tiene peso ofensivo por afuera y por adentro, y está bien plantado en el resto de las líneas. El club está afianzado con su proyecto en Inferiores, una ventaja. Sacándolo a Maxi (Moralez), me sorprendieron Nicolás Otamendi y Darío Ocampo, dos de los buenos proyectos que existen. Acá no queda otra que jugar bien y ganar.   
-Cuando se puede, no se concentran la noche anterior al partido en la Villa Olímpica, sino en sus casas. ¿Cómo se llevan con eso?
-Todavía me resulta raro por un tema de costumbre, pero es beneficioso. Estoy con mi familia y me libero de tensión. El técnico nos da libertad y nosotros se la tenemos que retribuir siendo responsables. 
-¿Qué podés hacer en Vélez que no debas ni intentar en la Selección?
-Está todo avalado. Gareca y Maradona me piden cosas similares, dándome confianza para que decida dentro del campo. La única diferencia es que en la Selección no participo de la pelota parada. Sobran jugadores de buen pie. 
-Regresemos de lleno a la Argentina. ¿Qué aportan Javier Mascherano como capitán y Lionel Messi como eje de ataque?
-Mascherano es un tiempista, inteligente para todo. Transmite su juego aguerrido y contagia. Messi te arruina en el mano a mano. Sorprende su uso del cuerpo, cómo domina la pelota, la velocidad con la que juega. Es capaz de hacerte ganar un partido. Es el mejor del mundo.
-¿Ganar las Eliminatorias o clasificar al Mundial del segundo al cuarto lugar?
-Aspiramos a ser primeros, pero lo importante es clasificarnos. Es vital funcionar como equipo y lograr un buen desempeño. 
-¿Qué identidad de juego se busca?
-Jugar a la pelota por abajo, tocando, llegando por los costados, siendo ofensivos y teniendo actitud. La idea es mostrar el fútbol argentino con la calidad de sus jugadores. Nuestra identidad tiene que ser lo que era Diego adentro de la cancha.
-El seleccionador baja línea, ¿y el corazón late más rápido?
-A veces pensaba, después de alguna indicación: “¿Me estará hablando él?”. Siempre lo escucho atento y luego de cada charla te sentís con ganas de romperte el alma.
-¿Por qué ciertos jugadores de la Selección elevan su producción con Diego como DT?
-Mueve mucho. Los jugadores vemos cómo la gente lo reconoce, le agradece, lo idolatra. Trataremos de imitar, como se pueda, lo que consiguió como jugador.
-¿Es un espejo para ser campeón mundial?
-El y todos los jugadores que lo lograron. Respeto máximo a los que ganaron un Mundial. Son parte de la historia de nuestro fútbol, le dieron prestigio a esta camiseta. Diego quiere poner a la Selección otra vez en el primer lugar, para volver a sentirse como cuando levantó la Copa.
-¿Y qué falta para eso?
-Hay calidad de jugadores. La competencia es corta. El equipo debe estar afilado y con confianza para superar obstáculos. El objetivo es llegar a lo máximo. 

EL PESO específico de su apellido aún no retumba en el glamoroso mercado europeo. Sin poseer características de una tarjeta de crédito ilimitada, se burló de los pronósticos, se aprovechó de un puesto virgen en la era Maradona y se cargó el lateral izquierdo siendo una herramienta vital en la línea de cuatro. Ni en Acebal ni en el lugar más recóndito del país se hubieran imaginado que iba a ser el tres de la albiceleste. El ojo clínico del seleccionador lo hizo posible. La condición, utilidad. Sudáfrica 2010 está ahí, a la vuelta de la esquina. El viejo, sentado en la estructura del Amalfitani, ensaya una mueca pícara y guiña el ojo. El elegido del Diez.

Darío Gurevich