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El señor espectáculo

Fernando Marín, un empresario exitoso, primer gerenciador de Racing.

Por Redacción EG ·

26 de marzo de 2009

Una charla distendida con un hombre múltiple. Ideó Video Show y Cantaniño, pero es un apasionado del deporte. Aquí están registradas las confesiones de quien, hoy, admite estar arrepentido de haberse metido en el gerenciamiento de Racing.

-¿COMO ESTAS, en qué andas?
Fernando Marín se estira en el sillón de su casa, como si la pregunta fuera inesperada.
-¿Te puedo contar una historia?
-Dale...
-Allá por 1988, me encontré con un viejo amigo, Arturo Molinari, que me contó que estaba integrando una comisión para celebrar los Quinientos Años del descubrimiento de América. Cuando quise acordar estaba embalado con la idea, que me llevó a los Estados Unidos. Llegué a presentar el proyecto, que se llamaba “Por América”, en el Departamento de Estado de Washington. Debo confesar que fui ovacionado. Una de las ideas era montar un barco que partiendo de Génova o Huelva, recorrería diversos puertos del mundo para exhibir todo lo que había dado América al mundo. Todo iba muy bien hasta que el 2 de agosto del 90 estalló la Guerra del Golfo, y Bush ordenó paralizar todo. Entonces, le conté la idea a Carlos Grosso, por entonces intendente de Buenos Aires, y nació el proyecto América 92. Se mencionó el predio de La Rural y yo, mirando desde el despacho de Carlos Menem, en la Casa Rosada, pregunté por qué no hacerlo en la zona conocida hoy como Puerto Madero. Me dijeron que no, pero recorrí los docks y audazmente –inconscientemente, además– me lancé a montar una exposición que obligaba, entre otras cosas, a remodelar y acondicionar toda la zona. Para hacerlo breve: Grosso cayó y como él estaba asociado al proyecto, la gente le dio la espalda. Esperábamos dos millones de visitas y sólo tuvimos 700 mil. Perdí plata. Mucha plata, ¿eh? Mucha, pero pagué a todos, aun pidiendo créditos. La experiencia fue muy dura. Pero gracias a la muestra, Puerto Madero empezó a ser un brillante objetivo de grandes inversiones. A mí me quedó tanta bronca que, teniendo oficinas en la zona, me mudé para no mirar más ese lugar donde sufrí un tremendo calvario económico. ¿Qué te quiero decir con eso? Que siendo mi mejor producción fue mi peor negocio... Claro que, por entonces, todavía no existía Racing, ¿no?
–Hablando de Racing...
–De eso. hablamos después...

NO ES FACIL definir a Marín o quizás sea más sencillo de lo que parece: como un gran productor lleno de ideas nuevas y el atrevimiento para emprenderlas, siempre a fondo. Claro, su gestión en Racing le dio a su figura una trascendencia distinta y muy expuesta. Pero este hombre, versátil y creador –nacido el 6 de octubre de 1939 en Buenos Aires– venía de una gran conexión con el deporte, pero también con el espectáculo. Quien gestó aquel extraordinario show periodístico que fue “Video Show”, conducido por Cacho Fontana, es el mismo que introdujo en nuestro medio al Chavo, que produjo Cantaniño, espectáculos de Maximiliano Guerra o que, en los vestuarios, compartió momentos de gloria con Carlos Monzón o Guillermo Vilas.
-Mi padre, un día, me dijo que yo podía ser peón en todo y maestro en nada. Siempre tuve una creatividad constante. Y soy un deportista nato. He jugado a todo: polo, golf, fútbol, tenis, corrí maratones... fui amateur y amo todo lo que sea deporte. Entonces, si a eso le sumás el tema de los medios de comunicación, que te permiten una diversidad de situaciones y de encuentros, sobre todo si uno es creativo, y yo lo soy... Al final, no te respondí a la pregunta, eso de ¿en qué andás?
–Es cierto. A ver...
–¿Empiezo con otra historia?
–Bueno.
–En el año 1982, en plena guerra de Malvinas, el Papa anuncia su viaje a la Argentina. Yo estaba en Madrid y me piden desde Buenos Aires para radio Belgrano una entrevista con el cardenal Pironio. El cardenal no estaba y una monjita, sor Rosario, me indicó que por un túnel podía salir a la Plaza San Pedro (en ese momento estábamos en el Vaticano) y que un ex sillero del Papa, Giuseppe, me podría ubicar cerca del vallado para verlo al Papa. Efectivamente, me ubicó. Entonces se produjo un milagro, porque Juan Pablo II se bajó del papamóvil a unos treinta metros. No lo podía creer, pero ¡estaba caminando hacia mí! Se acercó, me tomó la cabeza y la puso contra su pecho. “Soy argentino”, le dije. “Lo so... soltanto parole de amore”, respondió. Un cura australiano, que estaba al lado mío, me preguntó si yo era un hombre prominente en mi país y tuve ganas de decirle: “¿que prominente?, soy de Olleros y Libertador, y de chico iba a la popu de Excursionistas...”. Bueno, el asunto fue que un fotógrafo obtuvo la foto y la conseguí. Es un tesoro para mí, una prueba de que lo que viví no fue un sueño. ¿Sigo?
–Sí, claro.
–Bueno; de ahí en más, siempre invoqué al Papa en mis oraciones. Cuando él falleció, yo estaba en Moscú y me tomé un avión para asistir a su sepelio. Fue entonces cuando me encontré con Balbo, que me contó que había un hombre, vinculado a las editoriales, que tenía los derechos de las poesías escritas por el Papa. Tomé contacto con él. Son hermosas poesías, escritas sin connotaciones religiosas, donde habla del obrero, de la madre, de la tierra... Se me ocurrió musicalizarlas. Y, para hacerlo breve, hicimos un CD que se llama “Amore infinito”, cantado por Plácido Domingo. Ya fue lanzado en Europa, pronto saldrá en Estados Unidos y en abril se presentará en la Argentina. Este proyecto es el que más me absorbe ahora. Y, por otro lado, un negocio de familia como es el haras La Madrugada, en Capilla del Señor, donde trabajan unas 80 personas y que es una especie de fábrica de caballos pura sangre; debe ser una de las dos o tres más importante de la Argentina

ADMITE QUE recuerda con especial nostalgia sus años de pibe, cuando jugaba al fútbol en Maure y Libertador; o al polo en bicicleta, en Arce entre Gorostiaga y Maure. Y los vecinos chistaban a la hora de la siesta, reclamando silencio. De chico, pasaba los veranos en La Pampa. “Ando a caballo como camino”, dice. En 1968, se consagró campeón nacional en la Rural, con su tordillo Green. “Llegué a jugar al polo con los mejores, como Alberto Heguy o Gonzalo Pieres. Antes se jugaba por una copa. Hoy el polo se profesionalizó mucho”.

Si en el espectáculo contrató a figuras como Juan Carlos Altavista, El Gordo Mesa, Cacho Fontana o Pinky, en el deporte también participó en momentos inolvidables.
–Viví la intimidad de los vestuarios muy importantes. En el tenis, por ejemplo, durante treinta y pico de años. Desde la primera Copa Davis, allá por 1977 –con Vilas, Clerc y Cano-, hasta la última competencia, la que se jugó en Mar del Plata.
–Hablás en tiempo pasado.
–Sí, yo digo que viví la evolución del tenis blanco hasta que Vilas lo transformó en technicolor; desde los dos mil dólares al primero, hasta el pedido de 3 millones de dólares para el equipo de la Davis. Se produce un desgaste: como empresario, el jugador te ve en realidad como un dirigente. Y la dirigencia puede ser buena o mala, pero se necesitan unos de otros. No conozco a ningún deportista que hable bien del dirigente. Y, finalmente, me cansé. Hubiera sido fenomenal ganar en Mar del Plata, sí, pero igual logré muchas cosas. Saqué al tenis del Buenos Aires, lo llevé a River para jugar contra Rusia, apoyé la iniciativa política de hacer tenis en el Parque Roca; fui a Mendoza, a Córdoba... Era impensable salir de Buenos Aires en algún momento; y, sin embargo, el año pasado se jugó la final en Mar del Plata... a veces, me resulta pedante decir esto en público, pero la verdad es que, como hombre de producción, nunca le hice asco a nada...

ME DIJISTE que ibas a hablar de Racing.
–Yo hice el balance ya al otro día de irme. Primero, porque entré al mundo del fútbol –y esto es muy importante aclararlo- solamente porque era hincha de Racing. Ni se me hubiera cruzado por la cabeza si esto hubiera sido con Ferro, River o Boca. Yo entré con un solo objetivo: rescatar a Racing, cuando ya estaba quebrado, muerto y terminado. Es imposible, entonces, rescatar a una empresa que debía como 60 millones de pesos si vos no interesás a inversores –entre los que me contaba– que obtengan después de esa inversión, una ganancia genuina. Ahora, ¿qué pasó? Fue tan grave lo que vi ahí adentro... Era como entrar a un túnel... Todo el mundo habla del club, que el club esto, que el club aquello... Hipocresía pura. La verdad es que –en general– son contados con los dedos de la mano los que son clubes de verdad; porque la mayoría son equipos de fútbol. ¿Y cuál es el principal activo de un equipo? Los jugadores. Y esos activos,  ¿a quiénes pertenecen? ¿Al club, o a grupos económicos o a individuos, que son los dueños de esos jugadores? Entonces, ¿el club qué tiene? Los derechos federativos, de los cuales se agarran para mantener una situación de interés de su activo y un porcentaje. Esta es la realidad del fútbol en el mundo y en la Argentina. Pero en el mundo está más transparentado, porque hay sociedades anónimas o gerenciamientos. Acá, gran parte del periodismo sepultó la palabra gerenciamiento, como si fuera una figura perversa que quería sacarle la savia al árbol. ¿Y qué savia le podés sacar a un árbol que está seco? Yo pregunto: los jugadores, los referís, los líneas, los médicos, ¿no son profesionales? Y si el dirigente ocupa 14 horas diarias de su vida dedicado al fútbol y no gana un centavo, ¿eso no es sospechoso? ¿Por qué no tenemos o hacemos dirigentes profesionales que ganen de acuerdo con su capacidad y sus objetivos? Eso quise demostrar, pero pasó que en lugar de levantar vuelo tenuemente, salir primero de la Promoción y luego ir subiendo en la tabla, tuve –de alguna manera– el destino de ganar en el segundo año. El primer año, cuando yo llevé a Merlo, la puteada más chica se escuchaba en Catamarca. Y, cuando me separé, yo era un hereje que había matado al Dios. Eso, sin contar las reacciones, que fueron tan violentas que tuve que poner seguridad para que mis hijos pudieran ir al colegio. Hubo periodistas que decían que yo le alquilaba mi casa de Escobar a Racing. ¿Cómo le voy a alquilar un predio a Racing, con qué plata lo podía pagar? Lo que hice fue transformar mi casa de Escobar en un centro de entrenamiento europeo para Racing, que es otra cosa.

SI VOLVIERAS PARA ATRÁS...
–No me metería en esto. Hablan de sentimientos... Llevo a Racing en el sentimiento, en el recuerdo de mi viejo, en el campeonato, que no me va a poder quitar nadie; en los jugadores que todavía hoy vienen a comer asados a mi casa, o los técnicos que me llaman de vez en cuando... uno trabaja para uno, pero también para tener un reconocimiento. ¿Y cuál fue el reconocimiento? ¿que te insulten con la saña que insultaban a mis hijos? Invité al presidente de Independiente a un Derby, para demostrar que la rivalidad está en la cancha solamente... ¡Y casi me matan!
–¿No pensaste que esto podía ser así?
–Jamás. Cuando me di cuenta, estaba en el medio del río. Atrás estaban los tiburones y adelante las ballenas. No podía dejar el barco y por eso traté de seguir adelante... Y todo esto, además, en medio de la violencia. ¡Si las madres rezan cuando sus hijos se van a la cancha! Yo me iba a la cancha de Racing en tranvía y mi vieja se ponía contenta, porque iba a divertirme. ¡Hoy, las madres rezan!
–¿Y qué ves hoy de Racing?
–Hoy, lo veo con la esperanza de que esta reinstitucionalización sea una salida... Cuando leo “La democracia de los clubes”... a ver, ¿cuántos hinchas tiene Racing? Te respondo yo, un millón 700 mil. ¿Cuántos votaron? Cinco mil. ¿Y con cuánto se ganó las elecciones? Con mil y pico, dos mil votos. Esa es la representación de casi dos millones de hinchas. Ya que tanto hablan del club, ¿cuántas disciplinas federadas tiene? Cuando llegué, no había nada. Ojalá que este muchacho Molina tenga éxito, ojalá. Están esperando a un grupo inversor para que pongan jugadores. O sea que, por un lado, aceptan que las inversiones y que el señor Pérez sean dueños de los jugadores; y por el otro, dicen que el gerenciamiento “nos quita la identidad del club”. ¿De qué club, pregunto? Yo hice un hotel de 5 estrellas para los chicos, había un hongo que era una confitería donde se juntaban los malandras para tomar vino y hoy está transformada en 60 habitaciones con baños y demás, y hasta con bibliotecas. Dejé obras; dejé cinco o seis jugadores que salieron de la Sub 20 y que están jugando en Primera, todos. Hace poco me fui a reempadronar, como un hecho de cinismo, y salieron a saludarme todos los empleados. Si yo hubiera sido un calvario para ellos, no habría venido nadie a verme...
–¿Y ahora?
–Tengo mi palco en Racing. Pagué 25 mil pesos por un año. Por eso, te aclaro, voy a ir. Cuando tenga ganas...

Por Carlos Irusta / Fotos: Maxi Didari