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El equilibrio justo

Es el capitán más joven de la historia de Racing. Fue campeón mundial Sub 20, pero no era tenido en cuenta. Clave en la Promoción 08, padeció el último gerenciamiento, lo miran desde Europa y asegura: “Si el equipo no quiere sufrir, no debe plantearse objetivos mediocres”.

Por Redacción EG ·

26 de marzo de 2009
EN LA COLECCION de hobbies de Claudio Yacob, la historia y el cine suelen conquistar las mayores parcelas de ocio. Sin embargo, este oriundo de Carcarañá, Santa Fe, difícilmente haya visto El último emperador, o sepa qué vida retrató el film de Bernardo Bertolucci, ganador del Oscar en 1987; casualmente, el año en que nació el emblema por excelencia del Racing ‘09.

El vínculo no es caprichoso. Además del guiño en el calendario y del reconocimiento de una “Academia”, los protagonistas comparten otra curiosidad: Puyi, el de la película, fue el emperador de menor edad en la historia de China, un gigante que atravesaba su peor época. Claudio, el del Planeta Fútbol, se convirtió en el capitán más joven en la vida de otro coloso, Racing, justamente cuando el gerenciamiento vivía su peor etapa en la institución, y el promedio del descenso torturaba el alma del hincha.

El largometraje del “Caio”, del pueblo santafesino a la Primera División, tuvo al fútbol tatuado en el horizonte desde la infancia; por deseo y por herencia de sangre. “Mi viejo viene de una familia de ocho hermanos, igual que mi vieja. ¡Imaginate la cantidad de primos que somos! No era muy difícil armar partidos. Además, mi primer regalo había sido una pelota, de las de antes, con gajos negros y blancos”, rememora.

Los rulos de tierra, esos pocitos que intentan derrocar a la jugada de lujo, fueron puliendo al proyecto de crack. “Allá, el fútbol 5 no existe. Siempre digo que el potrero fue la escuela ideal; jugando hasta descalzo. Hoy vuelvo al pueblo y veo a mis primitos siguiendo la cadena. Cada regreso es encontrarme con el reflejo de lo que fui”, remarca emocionado el hijo de Hugo, empleado de una fábrica molinera, y de Graciela, ama de casa.

A los 8 años, el aplicado alumno de la escuela Paula Albarracín desembarcó en las Inferiores de Cremería, el club donde se formaron los hermanos Lux y José Sosa, entre otros. Sin embargo, la que aparecía como la primera experiencia de cualquier pibe en busca de amigos y diversión, guarda un backstage pintado con tinta hollywoodense.

“En Carcarañá, el clásico es Cremería-Campaña, que juegan en la Liga Cañadense”, informa Claudio, y acelera: “El pueblo lo vive a full. Se matan. El que pierde lo sufre en la calle, en los comercios, en todos lados. Incluso, hasta ponen mangas para que salgan los equipos. Bueno, la cuestión es que yo siempre fui de Campaña. Mi viejo también, a muerte de Campaña, y mis amigos de la escuela jugaban en… Campaña. Entonces, le pedí a mi viejo que me llevara al club”.
–Pero…
–Mi vieja, hasta me había comprado un par de medias de Campaña. Me fui todo vestidito a probarme; y me dijeron que no quedaba, que esto, que lo otro, que no había cupos. Tenía 7 años. Me volví llorando a casa ¡No sabés cómo sufrí! Cuando me vio mi papá, me dijo que me quedara tranqui, que no pasaba nada. Y yo le respondí: “¡Nooo! Ahora llevame a Cremería”. Mi viejo no quería saber nada, obvio. Y yo, dale con Llevame a Cremería, que llevame a Cremería. Al otro año, hice el gol en el clásico de mi categoría ¡Y lo grité como loco! (risas).

El equilibrista del mediocampo tuvo su alter ego centroforward. Y la variación geográfica en el verde césped no tuvo como principal culpable al DT de turno, sino a un vago compañero. "El Chelo Lezcano era un pibe muy hábil, hacía goles, pero jugaba de cinco. Entonces, se iba siempre al ataque, se venía la contra y yo lo veía a mi lado. 'Chelo, eh, Chelo, volvé', le decía. 'Naa, estoy cansado', me contestaba el hdp. Entonces, el que bajaba era yo, je”.

Así, se fue dando el trueque de posiciones, hasta que un día Caio recibió la comunicación oficial de Mangucha, el entrenador. “Lezcano de 9, Yacob de 5”. Claudio acató después de varios berrinches, sin sospechar que con 13 años sería el mediocampista central de la Reserva. Apenas cuatro partidos fueron la catapulta para aterrizar ilusiones en camisetas populares. Así, “La Flaca” desfiló por Boca y Newell’s, hasta fichar con Estudiantes de La Plata. O casi…

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A RACING, EN MEDIO DEL CAOS

“Lo de Estudiantes fue una cosa de locos”, exalta Yacob, y agrega: “En diciembre de 2001, pleno quilombo por la renuncia de De la Rúa, yo estaba viajando en colectivo hacia La Plata. Un tipo había arreglado todo, pero yo estaba solo en medio de un estado de sitio. Cuando llegué a mi casa, le conté a mi viejo que me iban a llamar en enero para avisarme cuándo empezaba a practicar en Estudiantes. Pero también le conté que habían roto de un piedrazo la ventana del micro y toda la historia. Mi viejo llamó al tipo que me había llevado y le dijo de todo”.
–Entonces…
–Yo me entrenaba en un gimnasio a la espera del llamado de Estudiantes. Mientras, Walter Fernández, un ex jugador de Racing que había reclutado a varios pibes de la zona para probarlos acá, me propuso viajar con ellos. No sé si habrá sido por lo que le dijo mi viejo a ese tipo, pero el llamado del Pincha nunca llegó; y en febrero ya era jugador de Racing.

Ser parte de la “Academia”, en el último cuarto de siglo, es el resumen del sufrimiento; la metáfora futbolera de un libro de matemáticas de cuarto grado: problemas y más problemas. “Me costó adaptarme. No podía dormir la siesta, porque creía que había demasiado ruido. Además, era el más chico de la pensión y pagaba derecho de piso por todo. Los sábados a la noche me tenía que quedar, mientras los más grandes, como Lisandro López, se iban a bailar. Cuando volvían, yo me estaba lavando la ropa con ojos de lechuza. Con decirte que, un día, me vio la cocinera, se apiadó y me la empezó a lavar ella”, ilustra el hermano de Diego, Melisa, Mónica y Silvana.

Ese guiño de la empleada fue el primer premio. Y conseguir escuela, la primera gira. “En Racing me daban vueltas con el tema. Entonces, me puse a patear yo solito por Boedo, sin saber dónde había un colegio. Así, me presenté en muchos hasta que encontré un tipo macanudo; encima, hincha de Racing, que entendió la situación y me ayudó en todo. El tipo se mataba de risa. No podía creer que me hubiera ido a anotar por mi cuenta. Es el día de hoy que tengo que pasar a saludarlo”, recapitula el nieto de Pedro, Victoria y Cholita.

“Nunca me voy a olvidar de que compartía el camino a mi escuela con De la Fuente, Zapico y Rivero, que iban a una privada, bien vestidos, con corbata y zapatitos. En cambio, yo usaba un guardapolvo hasta los tobillos, que me ponía recién a dos cuadras del colegio, porque me daba vergüenza. Ellos se mataban de risa”, grafica el novio de Noelia y tío de Delfina, de 2 años, su gran debilidad.

–¿Cómo fue crecer en ese Racing?
–Muy difícil. Por ejemplo, aunque te bañaras con ojotas, era imposible no tener hongos, porque había diez centímetros de agua en las duchas. En la pensión, comimos ñoquis veinte días seguidos. Eran de esos que no te los podías sacar del paladar ni con el tenedor. Es el día de hoy que resulta imposible comer ñoquis (risas).

En medio de ese laberinto, Claudio tejió éxitos junto a una camada que abrazó la gloria a nivel clubes, en Inferiores, y con la Selección juvenil, en el mundial Sub 20 de Canadá 2007 (ver recuadro). Rivarola lo promovió a entrenarse con la elite. Luego, padeció el sube y baja con Simeone. Hasta que llegó el debut, bajo la tiza de Merlo.

“Fue un miércoles, en 2006, contra Banfield. Los titulares descansaron porque se venía el clásico. Entré casi todo el segundo tiempo. Ganábamos 2 a 1. Mostaza me dice: 'Nene, cortá y jugá'. Entré bien, pero perdimos 3 a 2. Yo me dije: 'Uh, con lo cabulero que es éste, no me mete nunca más'. Me llevó al banco un montón de partidos ¡Y no entraba nunca! (carcajadas). Yo estaba convencido de que era por cábala.
Después, me dio la confianza y mi primer campeonato como titular”.
Mostaza le cedió el mapa de la mitad de la cancha, lo motivó hasta hacerlo sentir “el mejor del mundo”, y le obsequió esa anécdota que repite entre amigos. “A Alan Aciar, un juvenil que se entrena con la Primera, lo vivíamos cargando con Kirchner. Lo volvíamos loco. Y Alan se enojaba, pero se enojaba mal. En uno de los primeros entrenamientos con Mostaza, estábamos practicando tiros libres y Aciar le pifia a una pelota. Se produce un silencio de pocos segundos, hasta que se escucha: '¡Daale Kirchner!'. Fue Mostaza. Nos c… de risa diez minutos seguidos. Ni confianza con el grupo había. Fue inolvidable”.

Pero, entre las bromas, el fantasma del descenso empezaba a corporizarse. Lo que no mata, fortalece, reza la máxima. Y, en el caso de Yacob, ese collage de postergaciones de todo tipo y factor se transformó en una cáscara de acero que templaron piel y camiseta del pibe que, con 21 años y un brazalete en el costado del corazón, debía timonear un barco muy averiado, en la Promoción 2008.
“Los partidos de la Promoción fueron los más importantes de mi vida. Fueron semanas muy jodidas. Acá se hicieron desastres a nivel dirigencia, pero éramos los pibes los que, si salían mal las cosas, íbamos a quedar marcados; porque muchos jugadores estaban de paso”.
–Pero el promedio sigue asustando….
–Sí, el asunto es tener una línea de juego que no siempre se puede conseguir. Antes, la cosa era ganar como sea. Creo que nuestro error, en el torneo pasado, fue pensar en conseguir 25 puntos. Tenemos que apuntar más arriba. Pensar así nos hace mediocres.
–¿Cómo es ser referente a los 21?
–No me siento tan líder. El grupo tiene gente muy valiosa como Chatruc o Campagnuolo. La diferencia, si comparo cuando llegué a Primera, es que en este grupo participan todos, no deciden dos o tres. Junto a Mercado, tratamos de darles lugar a los chicos. Así, por caso, Zuculini se fue haciendo importante, adentro y afuera de la cancha.

Ser capitán le ofreció a Yacob la ruta de escape a ser rapado en su primera temporada. Sin embargo, el respeto no es absoluto. “Yo conocía de Inferiores a Juan Sánchez Sotelo. Entonces, cuando lo suben a Primera, le ofrezco concentrarse conmigo para que se adapte mejor al grupo. Así estuvimos hasta hace 15 minutos, cuando Damián, el que organiza las habitaciones, me dijo que me tocaba con Campagnuolo. No entendía nada, entonces Damián me confirma que el cambio lo pidió Juan, que se iba con Chatruc. Entonces, fui y le pregunté. ¿Sabés qué me contesta Sánchez Sotelo? 'Los videitos, Flaca, los videitos'. No tiene códigos. Ya borré su número de mi celular, je”.

–¿Cómo vivís la chance de una venta? (NdR: Hubo ofertas de Nápoli y Juventus, entre otros).
–Es un objetivo, pero no voy a hipotecar mi carrera yéndome a cualquier lugar. Ahora, si en junio vuelven a llegar esas ofertas, se verá. Para mí, también son metas ayudar a mi familia o envejecer en Carcarañá. El secreto está en ser consciente de que nadie se las sabe todas. De esa manera, tarde o temprano, los premios llegan.

Claudio Yacob, un 5 como los de ayer, con un mañana brillante.

Por Matías Muzio /Fotos: Jorge Dominelli