Las Entrevistas de El Gráfico

Claudio Ubeda, en primera persona

Pasó de jugador a DT de Huracán, sin escala previa. Pero sí se detuvo a hablar de medicina, su experiencia en Japón, cuando le decían Topadora y, obviamente, de Racing.

Por Redacción EG ·

15 de enero de 2009
Nota publicada en la edición marzo de 2008 de la revista El Gráfico

Yo queria ser médico. Empecé a estudiar, pero el fútbol pudo más y largué. En cambio, terminé mis estudios de inglés. Jugaba por diversión, porque me gustaba, pero cuando debuté en Primera se me hizo un clic y largué los estudios.

Los libros, primero, decían en mi familia. Para mis padres, el fútbol era una diversión. Jamás sentí la presión que hoy sienten algunos chicos, a los que les inculcan que a través del fútbol se puede salvar económicamente toda la familia.

Me di cuenta de que tenía futuro como jugador cuando me convocaron en la Selección Juvenil estando yo en Central Córdoba. En ese momento sentí que estaba viviendo un cambio radical, muy profundo. Y así fue...

Desde pibe pensaba todo el día en el fútbol, igual que ahora. Sentía que tenía grandes posibilidades de llegar, y creo que en ese momento no me di cuenta de que hay que pasar un filtro fenomenal.

Muchos chicos sufren -¡Y de qué forma!-, cuando llegan a la edad de firmar el primer contrato y descubren que, en realidad, no hay lugar para ellos, que se le cierran las puertas. Por eso, cuando el jugador es muy pibe, es bueno que la gente del fútbol piense también en el hombre y no sólo en la figura del mañana.

Muchos contribuyeron a formarme. Como jugador y como persona, tuve como técnicos en la inferiores de Central Córdoba a Ingaramo y Martarello, ellos me ayudaron muchísimo. En las infantiles tuve  a Lorenzo. Y fue el Vasco Horacio Harguindeguy el que me dio la gran oportunidad de debutar en la primera de Central Córdoba. Son momentos y personas que no se olvidan jamás en la vida.

Ingaramo me decía que yo parecía una topadora, que no chocara. Tenía una voz especial, muy ronca, y me gritaba desde afuera de la cancha: “¡No choqués, no choqués!”. Eso me dio tranquilidad para jugar en un puesto en el que lo que más tenía que hacer era marcar y dársela a un compañero.

La cosa no es agarrar la pelota y querer pasarlos a todos por encima. Eso forma parte de un equipo y tener en claro la función. Por suerte, aprendí la lección a tiempo.

En Japon ante, todo, hay respeto. Yo tuve dudas de aceptar e ir para allá, pero por suerte lo hice. No me arrepiento para nada. Y no hablo de la cuestión económica solamente, ¿eh? Hablo por todo lo que aprendí.

Mis compañeros japoneses me enseñaron lo que es la humildad y gusto por aprender. Después de los entrenamientos agarraban a los que supuestamente sabían más y preguntaban y preguntaban, sin vergüenza por no saber algo.

En Japon se defiende a la gente grande. Tanto es así que, cuando un jugador llega a los 28 años, ya automáticamente puede concentrar solo, sin compartir la habitación con nadie. De la misma forma en que vi a gente mayor en que podían trabajar en labores que no fueran forzosas.

Saludar a los hinchas cuando termina un partido no siempre es fácil, sobre todo cuando se pierde. En Japón era toda una obligación. Teníamos que ir adonde estaban y agradecerles que hubieran venido a vernos.

La pasion es otra cosa. En México, donde también jugué, pasaba como en Japón, donde uno pierde... ¡Y los hinchas vienen y te piden un autógrafo! Ahora cambió mucho, pero yo he visto clásicos como el Chivas-Cruz Azul con banderas mezcladas en las tribunas, algo que acá uno no se puede imaginar.

La pasion no es locura. A mí me gusta el fútbol pasional, con descarga de adrenalina. Hasta ahí, bien. La violencia es otra cosa. Gracias a la pasión, es que el jugador argentino cuando sale afuera y tiene una exigencia y un rodaje distintos, una personalidad ganada que sólo se adquiere en nuestro fútbol.

Pasar de jugador a técnico fue muy fuerte. Pero yo me sentía preparado para tomar esa responsabilidad desde hace mucho tiempo. Será por mi personalidad, o por la forma de pararme en la cancha, o por mi forma de ser. Lo cierto es que adentro era uno de esos líderes naturales que tienen que tomar decisiones más allá del técnico. Yo era así.

Tomar decisiones de afuera es otra cosa. Y ahora, que estoy de este lado, lo noto mucho. Uno depende de los chicos que están adentro, es distinto. Igual, me siento muy a gusto, muy contento en este año y medio que estoy en Huracán.

Siempre agradezco lo que me ha dado la vida. Porque yo quería terminar, jugando en serio. Lograr ese objetivo y después pasar a ser el técnico de un equipo de envergadura e historia como Huracán, no es común.

Racing ha sido mucho para mi. Un sentimiento muy especial, con once años vividos muy a fondo. Yo entregué todo ese tiempo de mi vida y por supuesto, me marcó mucho y me atrae todo tipo de recuerdos, de los muy buenos y de los otros...

El momento más lindo de todos los que viví, fue con Racing, justamente. Es que haber salido campeón cuando el equipo llevaba 35 años sin ganar un torneo fue muy especial. Haber sido, además, el capitán de ese grupo va a estar siempre conmigo, siempre muy dentro de mi corazón.

Lo peor fue también en Racing. Cuando estuvo cerrado durante treinta días, cuando el campeonato se empezó a jugar sin nosotros, cuando se decretó la quiebra... aprendí que nunca hay que bajar los brazos y eso me lo enseñó, justamente, la gente de Racing.

Las hinchadas de Racing y Huracán sufrieron haber estado en la B, las dos fueron siempre fieles, las dos resurgieron. Pero Racing es un equipo más nacional, así como Independiente tiene casi todos sus hinchas en Avellaneda. Huracán  pertenece más a un barrio y esa presión se siente, igual que la pasión y el cariño.

Jamas, ni en los peores momentos de Racing, llegué a pensar en largar. Cuando volví de Japón y no pude jugar en Racing, estuve un mes y medio entrenando. Sabía que tenía darle a mi carrera el final que me merecía. Por eso no aflojé.

Hay momentos que no se olvidan. Cuando Babington me llamó para sumarme a un proyecto tan difícil como el de Huracán, acepté. Carlos juntó a los jugadores: “Estamos todos en un avión. Será un vuelo lleno de turbulencias y dificultades, pero este es el único camino y tenemos que poner a Huracán en Primera”, dijo. Jamás olvidaré esas palabras.

No voy mucho a la Iglesia, aunque fui durante dos años a un colegio católico. Eso sí, creo en Dios.

Tengo alguna cábala, pero son poquitas. A veces, repito algo que hicimos en la semana si las cosas salieron bien, pero no soy muy estructurado en esas cosas.

Siempre jugue en equipos ofensivos, que piensan en el arco de enfrente pero con orden. Ya fuera en Central, Racing o Huracán. Y aprendí mucho de los técnicos que tuve, como Zoff, que me hizo debutar, Cappa, Babington, Brindisi, Bilardo en las Selecciones Juveniles y -obviamente-, el Coco. Fue un adelantado en la formación de un grupo, hace sentir ganador al jugador y aprendí mucho de él.