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SE HACE QUERER

Nico Bertolo, de Nacional a Banfield, sin decir Boca va.

Por Redacción EG ·

28 de noviembre de 2008
Desahuciado en la Ribera, la rompió en Uruguay y explotó en Banfield. Sueña con la Selección, elogia a Ricardo La Volpe y asegura que “Martín Palermo es el verdadero líder de Boca”. La historia de un joven cordobés que metió primera y no paró más.


SI LA REBELDIA fuera un combustible y se realizaran transfusiones conductor-vehículo, Nicolás Bertolo –figura de Banfield– ganaría con cualquier “carcacha” y sin despeinarse, las 500 millas de Indianápolis. Si la rebeldía incidiera sobre el clima, Nicolás Bertolo –revelación de este Apertura 08– podría ejecutar un fenómeno meteorológico con sólo parpadear. Pero, si además esa rebeldía gambetea el título del mítico film de James Dean y es con causa, como la de este cordobés de 22 años, los arrebatos se convierten en experiencias productivas, y el efecto de las adversidades dura menos que un helado en el Sahara.

El barrio Jorge Newbery es la cuna de esta historia de talento y alborotos. Con apenas 4 años, Nico perseguía su juguete favorito en canchas de asfalto, con ladrillos disfrazados de arcos y el “auto, auto, auto” como silbato de referí. Con edad de jardín, la diversión ya se abrazaba al hincha en Instituto, siempre enganchado en las aventuras de Carlos, su hermano mayor, y sponsoreado por mamá Alejandra, ama de casa y experta en artesanías.

“Me acuerdo de que dividían la cancha de once y los corners se hacían desde el área grande. Mi vieja quería que sus tres hijos varones jugáramos al fútbol, pero con Agustin, el más chico, no pudo”, informa Nicolás, y agrega: “Ella era la que nos llevaba a todos lados y la que nos alentaba en los partidos. Mi viejo -Carlos, empleado de Arcor- empezó a ir después; era más tranqui y se ponía con su bicicleta detrás de un arco. Mi vieja es una enferma de esto, je, pero si no fuera por ella, yo no hubiera llegado a ningún lado. Ojalá algún día pueda ayudarlos y devolverles todo lo que me dieron”.

El sendero de Bertolo hacia la elite estuvo salpicado de postergaciones. Tal vez, como multas a sus tropelías en la escuela. “La verdad es que si estudiaba no me costaba, pero era vago. Lo que me complicaba era el comportamiento, eso me ma-ta-ba. Siempre fui muy rebelde; una vez hasta hice llorar a una maestra…”.
–¿¡Cómo!?
–Lo que pasa es que la profe era muuuy sensible… (acento cordobés y risas a full). Era la clase de plástica, ¿viste? Estábamos con las témperas y había que tapar la mesa con un nylon. Yo no tenía nylon y ella me preguntó por qué no lo había llevado. Yo no sé qué le dije y ella me empezó a retar. Entonces, me saqué la camisa y la puse arriba de la mesa "¿Ahí está bien? ¿Le gusta así? Mancho la camisa si quiere, eh, porque nylon no tengo", le contesté. Al toque, se largó a llorar la profe, je.

La relación siamesa que Nico tiene con la pelota, cada vez que activa el turbo y arrastra rivales, es similar a la que une a su adolescencia con los caprichos. A los 13 años, acompañó a su hermano Carlos (también tiene 3 hermanas, Rosario, Pía y Camila) a probarse a Boca. El Negro viajó engañado por su madre; no quería saber nada con rendir examen ante Bernardo Griffa y quedarse en Buenos Aires. “En ese momento, yo quería seguir jugando con mis amigos o en Instituto. Pensaba que de más grande iba a tener la chance, seguro. No me daba cuenta de la oportunidad”, resume uno de los mejores volantes del presente torneo.

El horóscopo pronosticaba problemas de adaptación. Y no falló. El fastidio volvió a hacer la pole position y Nicolás estuvo apenas una semana en la pensión xeneize. “Imaginate, una pulguita así entre 100 pibes. La pensión tiene habitaciones para cuatro, pero a mí me mandaron a un anexo que queda a 100 metros del comedor. Encima, estaba solo. No podía dormir; lloraba y llamaba todos los días a Fernando Méndez, mi representante. El me decía que aguantara; pero no pude y me fui a su casa. Si no hubiera sido por él, no me habría quedado en Boca”, sostiene.

Instituto no quiso darle el pase y Nicolás no pudo competir en Novena y en Octava. Con el conflicto solucionado, surgieron las chances y el cartel de “gran promesa”. Pero, a los 17, el silencio del cordobés volvió a declararse en huelga. “Un día estábamos haciendo fútbol con el Chino Benítez y no me salía una; entonces, me saca. Me voy a un costado de la cancha, llega el profe y me pregunta qué pasó. 'Me sacó', le contesto. 'Bueno, andá a correr', me dice. 'Naa, andá a correr vos', le contesté”.

–Entonces…
–Al otro día, el Chino me dijo que me daban 20 días para reflexionar; que me fuera a mi casa. Le pedí disculpas al profe y se lo comenté a mi representante. Justo me salió una oferta del Piacenza, de Italia. Estuve un mes e hice la pretemporada de invierno. Los del Piacenza estaban como locos, querían que me quedara; pero en Boca se enteraron y se pusieron locos también. No pude arreglar y me volví. No sé si estaba maduro, pero me hubiera quedado allá.
Esa no fue la única excursión de Nicolás al Viejo Continente. “A Holanda, fuimos dos años seguidos con las inferiores de Boca. En el hotel donde parábamos tenían unas bicis medio raras, tipo triciclos, que iban refuerte. Los tipos las dejaban con candados, justo debajo de donde dormíamos. Entonces, después de cenar, les sacábamos los candados, las usábamos y las dejábamos tiradas. Al año siguiente, quisimos hacer lo mismo, pero les habían puesto mil cadenas porque íbamos nosotros, je”.
INDISCUTIBLEMENTE, es la versión italiana la ganadora a la mejor producción en el extranjero. “En el hotel había un quiosquito. Lo saqueamos de arriba abajo. Sacamos de todo: helados, gaseosas, golosinas; tremendo. Imaginate, todos en una pieza, la cama estaba a full: llena, pero llena, de papitas, chocolates, lo que se te ocurra. Es más, en algún momento nos dijimos: 'Che, nos abusamos, bajemos a devolver algo'. La cuestión es que estábamos adentro del cuarto comiendo, riéndonos y, de pronto, golpean la puerta. Silencio total '¿Quién será?', nos preguntamos. 'El técnico', dijimos. Entonces, agarramos la sábana, envolvimos todo y la tiramos. ¡No sabés el ruido que hizo! Abrimos la puerta y era un compañero. Nos queríamos matar, je".

“Otra vez, cerraron la puerta del hotel y nos quedamos afuera con el Pechi Plana. Estábamos desesperados; era de madrugada. En el tercer piso había una habitación con la ventana abierta. Entonces el Pechi se saca una zapatilla y empieza a tirarla; pero le erraba siempre. Estuvimos así como dos horas, hasta que se avivó Leandro Díaz, el que está en Huracán, y nos salvó”, ilustra.

BERTOLO PERTENECE a una camada, integrada por Boselli, Cahais y Franzoia, que creció bajo el estigma La Volpe. Sin embargo, Nico lo recuerda de manera especial: “Para con Ricardo, sólo tengo agradecimientos. No creo que nos haya perjudicado ser sus protegidos. Yo lo tengo arriba; además, me hizo debutar. Era otro Boca, la dirigencia no nos bancó como a los chicos de ahora”, grafica.

–Siendo vos tan rebelde, ¿nunca chocaste con él?
–No, porque imponía respeto; pero su manera de tratar al jugador es muy particular. Un día me pasa a los titulares y la primera pelota que agarro la toco para atrás. Detiene la práctica y me dice: “Pará, pará, ¿Vos no eras el que recién agarraba la pelota, te pasabas a cuatro y hacías el gol? ¿Y ahora que te pongo para los titulares, la tocás para atrás? ¿Qué, sos cagón? Yo muerto. Eso fue dos días antes del debut; y encima me puso de titular…
–Era su forma de motivar…
–Exacto. Otra vez, practicábamos centros y él estaba parado en el área con un brazo levantado. Me dice: “Tirala acá, eh”. Primer intento: la tiro arriba. La Volpe empezó a bufar. Segundo centro: la tiro abajo. Ahí largó: “Nene, ¿quién te enseñó a jugar a la pelota? ¿Cómo hiciste para llegar acá?" Me mataba, pero yo pensaba para adentro: “A este bigotón, le voy a demostrar que puedo”. Quizás, eso a otro lo bajoneaba.
NICO SUBIO la escalera a Primera sin saltearse categorías, incluida la Cuarta, el tradicional preaviso para los que serán despedidos del sueño. Su debut fue en el legendario estadio Centenario, ante Nacional. “No supe que jugaba, hasta dos horas antes del partido. Ni siquiera pude avisarles a mis viejos. Ese día me salieron todas; creo que fue mi mejor partido en Boca”, recapitula el nieto de Rubén, Mirta, Lucía y Henry.

Decodificar el humor de su primer compañero de concentración, el Chelo Delgado, tampoco fue sencillo. “No me la olvido más. Yo llego a la pieza sin nada. Los consagrados andaban con notebook, playstation, dvd portátil, tres celulares. Entro a la habitación y el Chelo me dice: 'Ahí tenés la computadora, el equipo de música y el mate. No me jodas'. Para colmo, al otro día jugaban Instituto-Talleres. ¿Qué hago?, pensaba. Fui y puse la tele en mudo. Al ratito, lo veo al Chelo que se empieza a mover en la cama… Se da vuelta y me dice: 'A vos no te gusta dormir la siesta, ¿no?'. Un personaje el Chelo, te asustaba pero después se mataba de la risa".

–¿Cómo fue el debut en la Bombonera?
–Para el olvido. Perdíamos 2 a 0 contra Vélez y lo dimos vuelta, pero yo salí a los 42 minutos del primer tiempo. Para colmo, La Volpe puso a Maidana, un defensor. Yo estaba muerto. Después, Ricardo me habló y me dijo que me quedara tranquilo.

De aquel plantel de Boca, Nico recuerda con mucho cariño a Luis Escalada (actualmente en Newell’s) y a Fernando Gago, con quien compartió la ruta a la Primera y con quien casi se trompea jugando al fútbol-tenis. “Era uno contra uno. Apostábamos cosas, pero era más que nada por el honor. Somos muy competitivos los dos. Un día le gané, lo empecé a cargar y me dijo: 'Cortala, Nico, ya está'; pero yo la seguí. En ese momento, lo comparaban mucho con Redondo. Entonces, cuando me empezó a correr, no tuve mejor idea que gritar: 'Uh, este se creyó que era Redondo en serio'. ¡Para qué! Se me vino al humo y casi me pone una piña. Obvio que después estuvo todo bien.
-¿Cómo te llevabas con el grupo?
–Ultimamente, me juntaba con Palermo, Migliore y Neri Cardozo. Martín es el verdadero líder del grupo. Con esto no quiero decir que me haya llevado mal con Riquelme o con Ibarra; pero esa es la verdad. Acá, en Banfield, es todo muy diferente.
–¿En qué sentido?
–Y… en Boca son todos cracks. Acá es más fácil adaptarse. Igual, me gustaría que hubiera más reuniones después de las prácticas. En el fútbol argentino parece que uno llega al club y ya está pensando en irse a su casa.
CUANDO COMENZO el año, Nicolás cruzó el Río de la Plata y no se hundió: en apenas seis meses se recibió de ídolo en Nacional de Montevideo. Además, sus compañeros no se iban de las prácticas tan rápido como un locutor da las bases de una promoción. “Con el 'Bolso' jugué la Libertadores y el técnico, Gerardo Pelusso, me hizo explotar. Yo sabía que si me iba mal, me quedaría a jugar en la B”, se sincera, y agrega: “Fue lo mejor que me tocó vivir en el fútbol. Además, hice grandes amigos como Fornaroli, Cardaccio y Caballero. El jugador uruguayo es diferente; se junta a comer asados, a tomar mate. Ojalá pueda volver”.

Bertolo tampoco responde a la patología moderna de los jugadores que no miran fútbol. “Soy enfermo. Miro todo; a la B Nacional la sigo mucho, porque soy fana de Instituto. Es una lástima que no haya equipos cordobeses en Primera; es culpa de las dirigencias”, protesta.
Nico no tiene ídolos futboleros, pero sí una debilidad extrema por Maradona. “Diego es el único que él solo te ganaba un partido. Ojalá me tocara ir a la Selección. Me faltan cosas, pero me tengo fe”, remarca.
HACE DOS AÑOS y dos meses que el volante del “Taladro” está de novio con Aldana: "La amo, me banca a muerte, igual que mis suegros”, agradece. De todas formas, el control remoto promete ser motivo de algunas discusiones: "Pasa que también miro tenis y mucho básquet. Me encanta la NBA. Soy de Dallas; no me bancaba que todos sean de San Antonio por Manu, je”.

–¿Qué representa Banfield?
–Acá encontré lo que buscaba: un gran grupo y continuidad. Mi idea es quedarme, estoy muy agradecido por el esfuerzo que hicieron por mí y con la gente. Ahora sólo pienso en que el equipo mejore y en conseguir cosas importantes.
En un fútbol en el que la disciplina táctica se está triturando a la improvisación y a la gambeta, bienvenidos sean los indomables que luchan por cumplir sus sueños. Bienvenido sea, entonces, el “Rebelde” Bertolo.