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Juan Pablo Sorín se retiró

Con motivo de su despedida recordamos una entrevista, que entregó a El Gráfico hace un año, en la que habló de todo.

Por Redacción EG ·

28 de noviembre de 2008

Imagen POR JUAMPI se enfrentarán el club que lo vio nacer y el equipo brasileño donde es ídolo. (Imagen www.cruzeiro.com.br)
POR JUAMPI se enfrentarán el club que lo vio nacer y el equipo brasileño donde es ídolo. (Imagen www.cruzeiro.com.br)
Todavía no apareció otro lateral volante izquierdo como él para vestir la camiseta de la Selección. Pocos futbolistas demostraron tanto corazón y tanta entrega, esa que lo transformó en símbolo de River, del Cruzeiro y del seleccionado.

Cuesta trabajo recordar un "tres" que llegué reiteradas veces a posición de centro-delantero, algo que lo caracterizaba. Con su valiosa actitud se metió en el corazón del club de Belo Horizonte, que lo inmortalizó a través de una encuesta como uno de los mejores 11 jugadores de la historia del Cruzeiro. Por todo eso tiene su festejo para despedirlo como se merece. No será en su tierra pero jugará Argentinos Juniors, donde nació deportivamente. Además, contará con la presencia de Marcelo Salas y Enzo Francescoli, compañeros en River.
[GCK]

Juan Pablo Sorin. Sorpresa de Passarella, columna de Bielsa, bandera de José. Jerarquía con garantía de fábrica Parque-Argentinos. Entrega a la causa sin baches ni concesiones. Símbolo de la Selección durante 10 años y monedas: 75 partidos, 11 goles, 2 mundiales. Comandante de la parte de adelante, allá en Alemania. Y pegando la curva de aquellos infaustos penales, el desencanto que combina con la ingratitud y la foto del capitán que vuela por los aires. Y entonces es la cara de la derrota, la moneda de recambio inevitable. No se escucha más su voz. Su silencio es largo, sanitario. Y se lo traga la tierra. ¡Muerto José, viva el Coco! Y por la banda izquierda pasa Clemente, pasa Pinola, pasan Monzón, Heinze, Milito, Zanetti y hasta suena Krupoviesa. Llega Papa, aparece Villagra y de Juan Pablo ni noticias. Apenas algún breve cable de agencia: “Se lesionó Sorin”, “Se resintió Sorin”, “¿Qué le pasa a Sorin?”.

Dos años y medio después, aquí está, rendido al fin ante el asedio insoportable de El Gráfico.
-¿Por qué el silencio?
-Cuando no estoy en los grupos no me gusta hablar desde afuera y sentí que cualquier cosa que dijera se iba a malinterpretar. De última, prefería que se criticara mi silencio a que se arme una polémica siendo que a mí nunca me gustaron esas actitudes. A mi manera, siempre intenté sumar. Esas cosas las aprendí en un grupo que a mí me marcó muchísimo por los códigos de resolver las cosas puertas adentro, que fue el de River con Enzo, Berti, Hernán (Díaz), Leo (Astrada), Burgos... Entonces preferí callarme. Fue una elección de cautela para cuidar aquello donde había estado tantos años y donde en ese momento no me tocaba estar.
-¿Por qué hablás ahora?
-Porque me siento mejor física y anímicamente, porque me puso contento lo de Diego y porque tampoco uno puede estar callado toda la vida. En Alemania no daba notas, porque sentía que me perseguían ciertos medios sensacionalistas; y ahora en Brasil empecé a hablar, entonces también quería respetar a la prensa de mi país.
Habla desde Belo Horizonte, Juampi, velando sus armas para volver 0 km en enero tras un año y medio con 190 minutos mendigados de a puchitos en canchas alemanas. Tiene un carisma especial, Juampi, que lo hace muy querido en Argentina por su idenificación con la Selección. En Cruzeiro, mientras tanto, es Gardel. Torcedores incondicionales crearon dos blogs pidiendo su retorno (ver recuadro) y al calor de ese afecto que le entibia el alma, Juampi ha recuperado el habla y la tranquilidad. Y lo más importante: la felicidad compartida con su mujer, Sol, por la hija que nacerá en abril.
-¿Dónde estabas, Sorin?
-¿Te cuento mis últimos dos años y medio? Después del Mundial pasé del Villarreal al Hamburgo. Fui porque jugaba la Champions. Tuvimos una racha de expulsiones y lesionados, llegamos a estar últimos en el campeonato pero levantamos y clasificamos a la UEFA. Yo terminé jugando, y en nivel aceptable, metí 4 goles. Como había llegado tarde al club, tuve lesiones musculares por no hacer bien la pretemporada. Desde enero del 2002 que no hago una.
-O sea que fue un año normal.
-Digamos que sí, jugué 22 partidos. Mi desastre empezó cuando volví a la pretemporada siguiente: me agarré una tendinitis crónica en la rodilla derecha. Tuve unos primeros tres meses conservadores para evitar la operación; hice un tratamiento en España y cada vez que estaba a un paso de quedar 10 puntos, sentía dolor. Fui a ver a otro médico en Alemania y me dijo que si no me operaba me iba a volver loco porque nunca se me iba a ir el dolor. Era como tener una piedra chiquita en el tendón. Me operé en octubre del 2007: abrieron, limpiaron y seis meses de recuperación. Volví a jugar en abril y cuando agarré más o menos el ritmo, se terminó el torneo. Entraba de a puchitos.
-Te quedaba un año más de contrato.
-Sí, pero la gente del Hamburgo empezó con dudas; y como yo nunca me quedé donde no me querían, les dije que si tenían dudas, rescindiéramos. Era un contrato alto y quizás por eso la prensa amarilla me persiguió e inventó cosas. Yo nunca contesté. Fue una etapa muy dura para mí, de aprendizaje en muchos aspectos.
-¿Cómo apareció el Cruzeiro en todo esto?
-Ellos siempre me decían “¿Cuándo vas a volver?”. Hay una relación muy especial. No sólo con los hinchas, también con los dirigentes. En los últimos 15 años estuvieron Zezé Perella y su hermano Alvimar como presidentes, me conocían bien. Cuando supieron que el Hamburgo quería rescindir, me empezaron a dar máquina. “Volvé, no importa si jugás o no, volvé y no te sientas presionado. Te entrenás y si te sentís bien, jugás; y si no, jugarás el año que viene; y si no, estamos felices de tenerte”, me dijeron. Me abrieron las puertas de una manera increíble. Es difícil encontrar en el fútbol una relación así. Fui a Alemania, rescindí y vine a Brasil.
-¿Fuiste solo a Alemania, a rescindir?
-Con un abogado, ya no tengo representante.
-¿Por qué?
-Podés ganar algo menos, pero siempre sabés la verdad y hay transparencia. Antes no era así, porque tenés una persona que te dice cosas que pueden ser ciertas o no tanto, te ves jugando en otro club y de repente se cae y te dan una explicación que no te cierra. Es difícil hacer un camino independiente en el fútbol. No digo que los representantes no sirvan, de hecho yo tuve por varios años y fui protagonista de pases importantes, pero por las experiencias que viví decidí cambiar. Me asesora un abogado con las cuestiones legales; y mi mujer me ayuda con el inglés, si hace falta.
-Volviste al Cruzeiro y qué pasó.
-La historia con el Hamburgo se terminó a fines de agosto y cuando vine, el libro de pases estaba cerrado. Me empecé a entrenar con el equipo y tuve algunos problemitas lógicos que suelen darse después de una inactividad tan larga, como dolores musculares y de pie. No me sentía al cien por ciento para jugar, los chicos venían haciendo una gran campaña y ahora ya termina el torneo, no vale arriesgar. Estoy bien y me entreno a la par de mis compañeros. Me va a venir bárbara la pretemporada, jugaré amistosos sin presionarme, con plazos más reales.
-¿De River no te llamaron?
-Sí, de River y de Argentinos, que son los únicos clubes en los que jugaría allá. Me hicieron dudar, es difícil decir que no a dos clubes donde fui tan feliz, en mi país y con mi gente, pero ya había dado mi palabra al Cruzeiro. Ojalá el día de mañana se dé y si no puedo volver a jugar ni en River ni en Argentinos, aunque sea me gustaría un partido simbólico para devolver tanto cariño. En estos años sufrí mucho con el presente de River y gocé con la Copa que hizo el Bicho.
-¿Mirás tranquilo los partidos?
-Tranquilo, las pelotas (risas). Volví a ser hincha, como cuando uno era pibe e iba a la cancha con mi viejo. Con Argentinos me pasa eso. Y con River fui con Fabián Vena a ver el partido en que dio la última vuelta, con Olimpo.
-¿Pensaste en largar en este tiempo?
-No se me cruzó. El momento lo quiero elegir yo, nada me va a alejar de mi sueño, que es terminar jugando y disfrutando mis últimos años.
-Tenés 32, ¿imaginás hasta cuándo?
-No tengo una meta, veré cómo me sienta. El 2009 va a ser un desafío super importante para ver cómo responde mi cuerpo después de tanta inactividad. Ojalá pueda jugar 3 o 4 años más, tuve una carrera preciosa y quiero que finalice del mismo modo.
Es jueves por la tarde, día 1 d.M. Ayer, la tele estuvo prendida en el hogar de los Sorin como en buena parte de Brasil y del mundo. Juampi no se quiso perder el debut de Maradona. Y la emoción todavía le recorre la piel.

-Lo vi en casa con unos amigos brasileños, tomando mate y disfrutando de ver a Diego como DT, gozando con un gol bien a la argentina. Acá había gran expectativa. A Diego lo admiran muchísimo; más allá de las cargadas por Pelé, percibí un sentimiento de la gente de que le vaya bien. Mis compañeros me preguntan qué pienso, cómo lo veo. Siempre genera algo Diego. Y yo le doy para adelante como loco, creo que Diego puede dar un salto de motivación único para un jugador de selección, además sabe mucho de fútbol. Confío ciegamente en que la va a ir bien. Diego tiene una estrella, es especial.
-Para vos, debe ser raro mirar un partido de la Selección por TV, ¿no?
-Sí, es raro (risas), uno se pone en defensa de todos. Sentí nervios, alegría, emociones; lo que le pasa a cualquier hincha. Cuando no estás, te convertís en hincha.
-¿Qué debe sentir un jugador cuando Diego lo abraza al final o lo arenga en el vestuario?
-Eso lo tienen que contar los chicos que están. Yo puedo decir lo que viví cuando Diego venía a darnos su aliento en el Mundial. La motivación es total: que el mejor jugador del mundo te hable y se ponga otra vez en la piel de jugador, sentir que está de tu lado y que te apoya a muerte, es inigualable. Tenerlo como DT debe ser un aprendizaje diario, con sus consejos y vivencias.
-En Alemania, estuvo en todos los partidos menos en el último...
-¿Viste lo que te decía de su estrella? (risas). El siempre aparecía sobre la hora. Primero, José daba unos conceptos tácticos, después Diego nos metía una arenga corta y fuerte y yo decía algo como capitán. Lo de Diego pasaba por recordar a la gente y por lo que nos jugábamos. Y salías con una euforia terrible a la cancha, bajaba una fuerza superior. Además, nos pasaba algo muy particular: tenías que mirarles las caras a los rivales cuando lo veían salir a Diego del vestuario. Si nos respetaban por lo que teníamos, después de verlo a Diego, subíamos diez escalones más.
-¿Hablaba Diego y después vos? Capaz que te daban bola...
-No, no era una cosa tan ordenada, a veces se cambiaba el orden.
-El día que no llegó, ¿se empezaron a mirar de reojo?
-Pará, nosotros estábamos convencidos de nuestro juego y sabíamos lo que queríamos, pero Diego no aparecía, preguntamos qué pasaba y nos contaron que había tenido un problema en la entrada. Igual sabíamos que iba a estar alentando en la tribuna.
-Después del Mundial pasaste al Hamburgo y fue como volver a la escena del crimen.
-La rabia y el dolor de perder por penales en cuartos no te lo va a sacar nadie, y más si vas a vivir ahí; pero así como sentí eso también recibí de parte de ellos, en todas las ciudades adonde fui a jugar, el mismo comentario: todos pensaban que ese partido lo perdían, incluso en el suplementario. Eso me dijeron la mayoría de los alemanes: respeto a la Selección Argentina y que tuvieron mucha suerte también.
-¿Faltó audacia, entonces?
-No quiero entrar en si los cambios estuvieron bien o mal hechos, no me parece bien hablar de cuestiones tácticas. Sí sentí en la cancha que nos faltó cerrar el partido; y ellos, de la nada nos crearon una opción que terminó en gol.
-Ya más frío, ¿qué balance hacés del Mundial que jugó Argentina?
-Jugamos un muy buen fútbol, tuvimos picos altísimos con Serbia, que es la tarde en que te salen todas; mostramos madurez con Costa de Marfil, y mucho huevo y espíritu de unidad contra México. Yo me siento orgulloso de ese equipo y mucha gente habló de cómo jugaba Argentina. Después, el sabor es amargo porque nos quedamos al borde. Nuestro gran objetivo era salir campeones del mundo, y la meta de mínima hablada en el grupo era jugar hasta el último día, todos los partidos.
-¿Y cuál es tu balance personal del Mundial que jugaste?
-Volví a jugar de tres después de mucho tiempo. José me pidió que fuera más cauto, que tuviera más participación defensiva y que sólo me proyectara en las oportunidades claras. Creo que tuve una buena actuación, nada sobresaliente. Tenía que darle equilibrio al equipo y me parece que los objetivos fueron cumplidos.
-¿Te fuiste de Alemania con la misma sensación que de Corea-Japón en el 2002?
-Irte, te vas como el orto de cualquier manera, en primera ronda o en cuartos. Parece que el mundo se te cae encima. En el 2002 tuve una depresión muy fuerte que me llevó a pensar en dejar el fútbol. Me sentía decepcionado conmigo mismo. Estaba en Italia pero no tenía la cabeza en ningún lado más que en el dolor del Mundial. Me duró cuatro meses. Recién en Barcelona me volví a sentir feliz con el fútbol. El del 2006 fue otro dolor, porque estabas ahí de ganarlo y porque se dio una convivencia increíble. De todos modos, son cicatrices que te quedan para siempre, igual que la alegría de los títulos. No te las olvidás más: Qatar 95 fue increíble.
-¿Con Verón cicatrizaron las heridas?
-¿Vamos a hablar de nuevo de eso? ¿Aporta?
-Decime al menos si, llegado el caso de que recuperes nivel de Selección, para vos sería un impedimento compartir plantel con Verón.
-Nunca tuve ningún impedimento para estar con ningún jugador en ninguna parte del mundo.
-¿Volviste a hablar con Bielsa?
-No, pero me gustaría, porque con Marcelo siempre se aprende.
-¿Y con José?
-Tuvimos algunas charlas por cuestiones familiares, pero hace tiempo que no hablo. Obviamente, con José la relación siempre va a ser buena.
-¿Con Basile te llegaste a ilusionar alguna vez, en su ciclo?
-Nunca. Estaba afuera, quedó claro desde el primer día, tampoco jugué demasiado en mi club.
-Es cruel el fútbol: hace tres años eras el símbolo de una ilusión, y hace rato parece que se olvidaron de vos. ¿Te pone mal?
-Me puso mal estar tanto tiempo lesionado, eso al jugador de fútbol lo desequilibra, lo vuelve loco. Después, sé cómo son las reglas de juego: si no estás jugando o no está en tu nivel, es normal que no te llamen. Yo siempre fui muy realista. Y tampoco viví pendiente de que hablaran o no de mí. Sólo te puedo decir que mi orgullo más grande como futbolista es haber vestido la camiseta de la Selección, sentir la identificación de la gente y el reconocimiento en cualquier lugar de Argentina. Y que todas las decisiones que tomé tuvieron que ver con la Selección, como irme del PSG a pesar de ser campeón porque me exigían que no fuera más a jugar con mi país.
-¿Tenés la sensación de ciclo cumplido en la Selección o no?
-Yo sigo soñando y motivándome, la esperanza está intacta pero no debo confundir mi deseo con mi realidad. Ahora está demasiado lejano. Tengo dos objetivos muy grandes antes: el primero es volver a jugar con continuidad; y el segundo es volver a jugar con nivel de selección. Si logro esos dos objetivos, ya no dependerá de mí. Pero están lejos, mientras tanto lo vivo como hincha. Y apoyo a los chicos que hoy pelean el puesto. El presente son Papa, Monzón e Insua.
-¿Hablaste con Diego?
-Intenté en los días de su asunción pero estaba complicado, así que le mandé un mensaje a través de Claudia.
-Le pediste que anotara tu número de teléfono en Brasil.
-Claro que se lo di por si necesitaba cualquier cosa mía. La verdad es que lo llamé para desearle que saliera todo bárbaro, como hice en cada etapa de la Selección, un llamado desde lo positivo. Si sos soberbio o creído y te quedás en un lugar como que nadie te entiende o como si de algún modo buscaras justificar tu ausencia, no sirve. Yo llamé para brindar mi ayuda desde el lugar que pudiera, mi lugar es incondicional con la Selección. Ojalá pueda vestir otra vez esa camiseta en la cancha. Y si no puedo, la defenderé como hincha en cualquier lugar del mundo. Apoyo incondicional a la Selección.
-¿Qué es el apoyo, concretamente?
-Humildemente, si uno puede ayudar, hacerlo en lo que sea. Si los que no están en el equipo quieren que les vaya bien, no es lo mismo que si quieren que les vaya mal. Quizás sea medio romántico o tenga que ver con la fe y la energía, pero pienso que si todos apoyamos a la Selección hay más posibilidades de que nos vaya bien, mucho más que si buscamos quilombos internos o si Riquelme está peleado con Messi o ese tipo de pavadas.
Juan Pablo Sorín. Vivito y soñando. Vivito y hablando. Nunca dice pavadas.
Por Diego Borinsky