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DEL CATALAGO PEPÉ

Fabian Assmann, desde el arco, ve al Rojo otra vez copero.

Por Redacción EG ·

01 de agosto de 2008
 
Pudo ser modelo o estrella de padel, pero es la última joya de Pepé Santoro. A los 22, es indiscutido en el Rojo y fue preseleccionado para los JJ.OO. Quiere la Sudamericana y dice que “el equipo está para devolver al club adonde se merece”. Pensar que de pibe se le cayó un arco encima…
 
Axl Rose, emblema de la mítica e hipertaquillera banda estadounidense Guns n’ Roses, viene prometiendo desde 1995 el lanzamiento de Chinese Democracy, el supuesto elixir creativo que lo devolverá al firmamento de los próceres del rock. También en 1995, Independiente ganaba la extinta Supercopa y la Recopa, seguramente sin imaginar que las vitrinas selladas por el slogan “Rey de Copas” acumularían 13 años de telarañas en su anaquel “internacional”.
 
Fabián Assmann, el fanático de Guns n’ Roses, tiene una ilusión: que se convierta en realidad el rumor de que uno de los discos más esperados de la historia verá luz este año. Fabián Assmann, el arquero de Independiente, tiene una certeza: que su equipo volverá a jugar por un trofeo continental tras una larga sequía. “Fabito”, el hijo de Walter y Adriana y el hermano de Bruno y Soledad, tiene una responsabilidad contradictoria con su educación católica, pero a la vez innegociable para su pasión: sabe que de sus vuelos depende, en buena parte, que el Diablo vuelva a tocar el cielo con las manos.
 
El clima se despacha con una lluvia rabiosa que modifica el escenario de la entrevista. Chau Villa Domínico, sede de prácticas de Independiente. Hola Caballito, residencia Assmann. La tele se empapa de rojo con el cartelón “Demoras en Aeroparque” y en la radio se confirma que los avioncitos vuelven a ser del Estado. Fabián es la antítesis. Sus 188 centímetros respiran calma y humildad en tiempos en los que la histeria tiene el resorte megasensible y la cotización de la paciencia compite con la de los barriles de petróleo.
 
El primer vuelo del rubio de 22 años hace escala en Zárate, su pueblo y la manera más sencilla de sacarle una sonrisa. “Empecé en el club Central, donde mis viejos tenían la concesión del restaurant –ahora la tienen en el Náutico-. Vivía ahí todo el día, con la pelota, soñando con llegar a jugar en un equipo de Buenos Aires”, recuerda.
 
Fabián repartió sus estudios entre la escuela Nº6 y el ENET Nº3, pero la lección de geografía que más le sirvió no tuvo como límites a ríos o a montañas, sino a una línea de cal; y su profesor fue el abuelo Alcides. “Yo jugaba en tres categorías diferentes, en algunas al medio y en otras de arquero, hasta que un día, aunque hice dos goles, mi abuelo me dijo: “Fabi, jugás bien, pero no vas a llegar a nada, mejor dedicate al arco...”. “El y Adrián Palacios fueron fundamentales para que me decida a probarme en algún club”, reconoce este admirador del español Santiago Cañizares y de “la velocidad de piernas de Franco Costanzo”.
 
Mientras su padre se recreaba con la caña y el reel, Fabián buscaba el “pique” que lo comunicara con sus sueños. Y le llegó a los 13 años, cuando un emisario del club Caza y Pesca de Don Torcuato lo invitó a participar del tradicional Mundialito de Río Negro. “Perdimos la final por penales. A la vuelta, ya tenía el contacto en Independiente”, rememora.
 
Sin embargo, la primera experiencia fue en River. “Había averiguado en otros clubes porque tenía miedo de que me limpiaran de una. Cuando me presenté en River, uff, éramos como 18 arqueros. Pasé las pruebas hasta que quedamos cuatro. Pero en Independiente demostraron más interés”.
 
La historia pudo haber sido otra debido a un accidente que define su irrenunciable amor por el arco. También su inconsciente repuesta “doctor” cuando se le consulta qué carrera hubiera elegido de no ser futbolista. “Cuando tenía 9 años se me cayó un arco de papi fútbol encima. Me colgaba siempre y un día ¡pum!, abajo. Era medianoche. Se me desprendió la zona del párpado y todos creyeron que había perdido el ojo. No había casi nadie en la clínica y ninguno quería hacerse cargo, hasta que un médico cubano que al otro día se volvía a su país dijo: “yo lo coso”. Me lo pusieron ahí a ese doctor, ¿viste? De lo contrario no se que hubiera pasado, porque estuve al borde. Fue a un centímetro de la sien”, ilustra.
 
Su aterrizaje en Independiente tuvo un banderillero de lujo. Ricardo Bochini le comunicó que era jugador del club. “No lo podía creer. Yo venía de la nada y ese día me dijeron que iba a tener pensión, escuela. Increíble. Tenía 15 años, el 13 de enero de 2001 me presenté en la pensión. Nunca me voy a olvidar que el Bocha me decía “cómo puede ser que yo no supiera que en Zárate había un arquero así”. Sí, casualidades o no, Bochini y Assmann comparten cuna. Y ahí nomás de Zárate, en Lima, nació Sergio Goycochea. Y sí, casualidades o no, Fabián y “Goyco” tienen un parentesco lejano.
 
Esa travesía que lo instaló en Buenos Aires se cobró como hipoteca a los cumpleaños de quince y al viaje de egresados, pero Fabián no se arrepiente. “Mis viejos me bancaron en todas. Ahora que llegué a Primera veo que se sacrificaron y se perdieron mi adolescencia, porque yo la viví en la pensión del club”, reflexiona.
 
Esa pensión atesora aventuras que podrían ser consideradas deportes olímpicos en un par de años. Por ejemplo, contrabandear comida en la concentración. “Nos daban siempre lo mismo. Pollo, lentejas, pollo, lentejas. Y el pollo solísimo, ni una lechuga para acompañarlo. Un día nos quejamos y pasó a ser solamente pollo. Así que con Oscar Ustari nos escapábarnos a la pizzería o a la hamburguesería. Hicimos eso todas las noches durante un mes. La zona no era muy linda y salíamos encapuchados. Algunos guardias nos dejaban pasar la comida, otros eran ortivas.” Después consiguieron un canje con un restaurant y mejoró todo. “¡Pero lo que sufrimos!”.
 
Con Ustari también compartió su primera salida nocturna en Buenos Aires. “Teníamos 15 años y fuimos en banda a un boliche de Quilmes. Los más grandes entraron primero para que nosotros pudiéramos escabullirnos sin que nos pidieran documentos. Pasa uno, pasa otro, llegó yo y chau, me piden documento. Va Oscar y lo mismo. Los otros se mandaron y olvidate, ni miraron para atrás. Alguien nos dice que a siete cuadras había otro boliche y no te hacían drama para entrar. Quilmes, doce de la noche, imaginate (cierra los ojos con fuerza). Parecía medio turbio el lugar, pero Ustari me dice, dale, nos vamos a cagar de risa. Entramos y no me olvido más de esa imagen: dos minas cagándose a piñas mal, agarrada de pelos. Todo completito. Y detrás unos flacos queriendo separar y otros alentando. Terminamos viendo boxeo femenino, ja”.
 
Sus amigos del fútbol son David Abraham, Lucas Biglia y Gáspar Páez, un ex juvenil del Rojo que está en Gimnasia. “Ahora concentro con el uruguayo Guillermo Rodríguez. No le grito mucho porque está re loco”, chicanea quien pudo haber sido estrella del padel. “Con Martín, mi mejor amigo, ganamos los torneos juveniles bonaerenses. Fue justo antes de venirme a Independiente”, recapitula.
 
Con edad de Quinta, Fabián creyó que sus chances de llegar a la elite tenían la misma consistencia que una torre del Yenga en medio de un terremoto. “Estaban Lucas y Emiliano Molina, Daniel Mielninchuk, Adrián Gabbarini, Damián Albil, Robinson Zapata y Navarro Montoya. Me quedaban dos años para firmar contrato. Estoy al horno, pensaba. Pedí el pase y no me lo querían dar. Cuando iban a dármelo, falleció Lucas Molina. Después pasó lo mismo con Emiliano. Otros se fueron y Pedro Monzón armó un selectivo para entrenar con los profesionales”. 
 
En la estación “fastidio” fue fundamental Pepé Santoro: “El siempre me quiso. Tiene buen ojo, pero también te forma como persona. A mí me exigía que entrene a fondo. Esto es cuestión de hacerse amigo del sacrificio, después, si tenés capacidad, vas sobre ruedas, me decía”.
 
Un rasgo que distingue al Assmann arquero es su poder de síntesis, entender que no dar rebote es más lujoso que la mejor pirueta del circo. “Eso también es por Santoro. Para él no tiene que haber segunda jugada. Entrenás, mecanizás y cuando te viene la pelota ya no pensás en dar rebote. En el mano a mano, en cambio, soy más kamikaze”, revela.
 
La recompensa llegó el 21 de abril de 2007, por la 9ª fecha del Clausura, contra Chicago. Fue una noche lluviosa y la primera jugada pronosticaba una colección de furcios de Assmann. “Ustari estaba lesionado. Pepé, que había asumido como interino en lugar de Burruchaga, fue el que me dio la noticia”, cuenta.
 
De madurar en cámara lenta a encarcelar la ansiedad más rápido de lo que se cocina la polenta. “Estaba re nervioso. Pepé me dijo que esté tranquilo, que estaba preparado. Te juro que no dormí. En la primera jugada fallé, pero agarré la segunda y fui figura para los medios”, evoca. Hubo yapa: “Al otro día dormía la siesta, sonó el timbre y era Bochini para felicitarme. Increíble”.
 
Uno de los pasatiempos de Fabián es la guitarra. Otro es cocinar. “La especialidad es el pollo al horno con papas”, se vende quien en el Clausura ’08 recibió solamente 15 goles en 19 partidos y mantuvo la valla invicta en 8 de las últimas 10 fechas.
 
“La clave es la confianza”, remarca Fabián. Y la diferencia entre el miedo a hacer sombras chinas en un centro o ser capaz de agarrar papel picado en el subte a hora pico, tiene nombre y apellido: Pedro Troglio. “El primer día me dijo que me iba a bancar aunque anduviera mal. Pedro no está reconocido como se debe. Hizo lo mismo con Carlos Matheu y Germán Denis y los dos se fueron a Europa”.
 
BORGHI Y LA SUDAMERICANA
Assmann no se marea con las tentaciones pese a su facha que le reporta todos los días 50 mails de sus fans. Sabe que el camino a la gloria está a la vuelta de la esquina y tiene en Claudio Borghi al peculiar guía. El “Bichi” declaró que el nueve (Leonel Nuñez) sería el televisor. Siguiendo esa lógica, Daniel Montenegro haría las veces de control remoto, Pusineri de DVD… Todo muy lindo, pero Assmann es el interruptor, y sin electricidad, no hay aparato que funcione, así que algo el DT te tiene que haber dicho, ¿no Fabián?
“Borghi te habla lo justo y necesario. Eso es muy bueno. A mí me pidió que sea el dueño del área. Ahora el diseño de las pelotas detenidas corre por mi cuenta. Elijo quién va al primer palo, todo”.
 
En el fútbol argentino muchos arqueros tienen fobia a salir del área chica. En cada tiro libre los jugadores se pelean por un milímetro como si allí se vendieran las entradas para el recital regreso de los Beatles. Fabián tiene su solución: “Tenés que sacar la gente de encima tuyo y salir. Te da mucha seguridad. Intimidás al rival”.
- ¿Te sorprendió algo de Borghi persona?
-Tiene chispa. Una vez nos hablaba seriamente y pasa un avión. Hace silencio y al rato dice: “¡Qué miedo le tengo a esas cagadas, eh!”. Otra. Hace poco mandó a llamar a un juvenil para que se entrenara con nosotros. Cuando el pibe llega, Borghi le dice, ¿Y vos quién sos? El pibe le contesta, soy tal, de la Quinta. ¿Y qué hacés acá? Me mandó a llamar usted. ¿Yo? Yo no llamé a nadie pibe, rajá de acá que esto es Primera. No sabés la cara del pibe, no sabía donde meterse. Cuando se estaba yendo, Borghi lo llama y le dice que era una broma. Tremendo.
- ¿Cuál es el objetivo del semestre?
-Todo. Pero el hincha te pide la Sudamericana. Yo creo que con este plantel podemos devolver a Independiente adonde se merece. Tenemos un rival difícil como Estudiantes, pero si lo pasamos, vamos por la Copa.
 
Fabián vivió con la sub 23 una situación similar a la de atajar un penal y que le conviertan el gol de rebote. “Estuve preseleccionado para los JJ.OO pero no quedé. Igual sé que en la selección te ponés sólo. La tenés que romper en tu club”, teoriza.
 
- En enero te quisieron de Inglaterra y en julio estuviste cerca del Sporting de Lisboa. ¿Cómo imaginás tu futuro?
-Con todo lo que hay por jugar pienso quedarme en Independiente. La del Sporting era una oferta interesante por lo económico, porque jugaba Champions y me aseguraba titularidad. Mañana se verá. Me gustaría jugar en la liga española, estar entre los que se rumorean para la Selección…
- Y volver a Independiente…
-Más vale, si Independiente es mi casa.
Fabián Assmann. Un tipo humilde. Una promesa de lujo del arco.