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¿Cuántos fósforos jugó el chalet de Ricardo?

¿No entendieron nada del título? No se preocupen, ¡nosotros mucho menos! Pero eso es lo que pasa cuando los que no saben inglés intentan traducir algún sitio con el servicio de Google.

Por Martín Mazur ·

30 de mayo de 2007
Esta es la historia de una persona cualquiera. De una persona que se dedica a cualquier cosa que uno se imagine, menos a ser traductor. Es más, esta es la historia de un tipo que en sus clases de idiomas, abandonó en this is a cat y se aferró al Quijote. Sabe sólo castellano. Podría ser un español, un ecuatoriano, un argentino.

Es un tipo que no entiende cuando le hablan de veinte por ciento off ni de mercadería en sale. Que reacciona violentamente cuando alguien le dice sorry. Que apenas llegó a aprender la palabra delivery, pero no tiene ni idea de lo que se trata, y siempre prefiere preguntar si hay entrega a domicilio. Que no chequea emails sino mensajes de correo electrónico. Que jamás usa una PC, sino un ordenador, o una computadora. Es el mismo que en la cancha no dice corner sino tiro de esquina. Que no entiende ni jota cuando le dicen a qué target apunta un producto. Y que nunca, bajo ningún punto de vista, saluda con un bye. 

Esta persona, entonces, anda navegando por Internet. Está en Burgos, o quizás en Quito, acaso ande por General Pico. Se mete en la web de El Gráfico, pasea por algún diario, controla sus emails (perdón, sus correos). Y de repente, vaya a saber uno por qué, al tipo se le antoja visitar el sitio del nuevo estadio de Wembley. Lo busca a través de Google. Y al ver que la página no tiene la opción español, regresa y presiona el botón mágico: "Traduzca esta página", algo que le propone Google casi con un guiño cómplice. Respira. Y su mouse (ratón) hace un click (clic).   

Aliviado, la primera impresión es óptima: el sitio ya no está en inglés. Sólo tiene palabras en castellano. Eso sí, palabras con un sentido bastante intrincado. Y leyendo, el tipo se entera de que "George Michael golpea con el pie de la pierna europea de su viaje". Apa...

Pero el tipo no afloja. Y entonces se mete en la noticia de al lado. Y descubre que para ir a la mítica cancha, "los ventiladores no deben conducir al estadio". Y se queda pensando. Qué país raro, con ventiladores yendo a la cancha.

Entonces, montado en sus propios recuerdos, ve un hipervínculo salvador: "Grandes nombres". Bien, bien. Y allí salta a la galería de estrellas que alguna vez pisaron Wembley. A ver... Está Eusebio, está Johan Cruyff, por ahí anda Ferenc Puskas, está Chalet de Ricardo, está Bobby Charlt... ¿Eh? ¿Chalet de Ricardo? ¿Pero ésa no es la foto de Ricardo Villa? Momento. Y también está George Lo Más Mejor Posible, con la foto del inolvidable George Best.

El tipo, a esta altura, ya está colorado de los nervios. Pero la vuelve a dejar pasar y se mete en el perfil de Villa. Y lee: "La Argentina internacional, firmado para Tottenham después de la taza 1978 del mundo, junto con el compatriot Ossie Ardiles, y aparecido en más de 130 primeros fósforos de la división en los cinco años próximos". ¿EH?

"Pero el midfielder barbudo -sigue la página traducida- será recordado particularmente para su parte en el final 1981 del FA en Wembley. En el primer fósforo con la ciudad de Manchester lo sustituyeron, cortando una figura disconsolate como él a la izquierda de la arena. [...] Su ganador era una obra maestra de goteo".

Internet, está clarísimo, no es para cualquiera. Al que no sabe inglés, sólo le queda una opción: take it easy.

Martín Mazur